La progresista ‘Koldosfera’ de Sánchez
Escribíamos la pasada semana que el caso Koldo había acaparado la atención informativa desde su puesta en escena, incluso ocultando por unos días la amnistía integral de Puigdemont, y dejando casi en un juego de niños la corrupción del Tito Berni. Pero, desde entonces, la bola no sólo no ha evolucionado disminuyendo, sino todo lo contrario. En la sesión de control del Congreso, Sánchez se limitó a tirar balones fuera, no dando respuesta a la pregunta del millón acerca de ese caso: «¿Conocía lo que sucedía, y ésa fue la causa del abrupto cese de su mano derecha en el Gobierno y el partido en junio de 2021?». Y si fue así, como parece evidente, «¿por qué no lo denunció y, por el contrario, lo encubrió, premiándole con el acta de diputado del Congreso y la Presidencia de la Comisión de Interior?».
El silencio sanchista resulta patético, llegando al máximo con la vicepresidenta Yolanda casi ausente de la escena pública desde su extraordinario debut electoral en su Galicia natal. La falta de explicación resulta, si cabe más grave todavía, al recordar que la «transparencia para mejorar la calidad de nuestra democracia amenazada por la corrupción del PP» fue el argumento central para presentar la moción de censura que con 84 diputados (¡!) le situó en La Moncloa.
El ex todopoderoso Ábalos ha copado toda la semana informativa, pasando por todos los platós audiovisuales, con debut en la sala de prensa del Congreso en una estudiada comparecencia —sin aceptar preguntas— digna de ser premiada por lo menos con un Goya a la mejor interpretación. Sólo le faltó derramar lágrimas quejándose del maltrato recibido por parte de esa criatura política —el sanchismo— a la que él contribuyó a dar vida junto a sus queridos Pedro, Santos Cerdán y Koldo. De entre los diversos personajes políticos señalados directamente por ese suceso, destaca la actual presidenta del Congreso que, sin perjuicio de mostrarse «indignadísima» por lo sucedido, hace incompatible el ejercicio de su responsabilidad institucional y política en la actual situación. Basta imaginar el espectáculo de sesiones de control parlamentario con preguntas, interpelaciones y mociones directamente dirigidas hacia ella y con ella misma presidiendo y moderando el debate.
La situación es insostenible, aunque Sánchez ponga océano de por medio yéndose esta semana de viaje a Chile y Brasil para no dar la cara en el control del Senado. Hace escasamente un mes había dicho que tenía todo el tiempo por delante y que «la legislatura llegaría a su término natural en 2027». Desde entonces, la sucesión de contratiempos ha sido constante, con la nefasta gestión política en la tragedia de Barbate, el descalabro de Galicia, para culminar con este muy grave caso de corrupción. Esta semana espera aprobar la Ley de Amnistía en el Congreso, pero todavía le quedan dos interminables meses en el Senado, sin perjuicio de otras instancias nacionales y europeas. No tiene precedentes en nuestro sistema político la comisión senatorial de investigación sobre la Koldosfera, encabezada con la petición de comparecencia de Sánchez —y quizás también de la de su esposa—, así como la de la presidenta del Congreso, entre otros relevantes rostros políticos del sanchismo.
En estos momentos, la Koldosfera es una auténtica amenaza para la supervivencia política del mismo PSOE, reflejado en el espejo de la realidad política nacida de sí mismo por el sanchismo. Para sostener esta afirmación es necesario recordar que fue el anterior PSOE el que en un Comité Federal cesó a Sánchez de la Secretaría General para que no pudiera hacer lo que ha hecho, y que el mismo Pérez Rubalcaba, anterior secretario general (q.e.p.d.), lo calificó de «Frankestein inaceptable» Por cierto, fueron las europeas de 2014 las que motivaron su decisión de dimitir de la Secretaría General y le sucedió un tal Pedro Sánchez.
El 9 de junio hay elecciones europeas, pero tampoco existe el PSOE que el 1 de octubre de 2016 le cesó de esa Secretaría, y no parece que él se plantee la dimisión por responsabilidad política de la Koldosfera. De momento, y cuando menos por dignidad y responsabilidad política, Francina Armengol debería dimitir como tercera autoridad del Estado.