Pongamos que fuera Rita Barberá y no Mónica Oltra

Pongamos que fuera Rita Barberá y no Mónica Oltra
Rita Barberá y Mónica Oltra.

A Rita Barberá la mataron a disgustos. La sempiterna alcaldesa de Valencia falleció, más sola que la una, en una habitación del hotel Villa Real de la Plaza de las Cortes. Todo quisqui le había dado la espalda, era una apestada, un cadáver en vida, los que antes practicaban sonrojantes genuflexiones a su paso ahora no la conocían de nada. Y todo por el archifamoso pitufeo, que consistió en convertir en blancos los 50.000 euros en negro que dirigentes del PP valenciano habían comisionado para las municipales y autonómicas de 2015. Concejales y miembros del Grupo Popular de la capital percibían 1.000 euros en cash y a cambio tenían que hacer una transferencia por el mismo importe a la cuenta del PP municipal. Una práctica detestable que han implementado todos los partidos del arco parlamentario nacional.

El blanqueo de esos 50.000 euros ha consumido más horas de televisión y radio, más hectolitros de tinta y más referencias periodísticas en Google que ningún otro caso de corrupción en España excepción hecha, naturalmente, del caso Gürtel, los sobresueldos y la financiación en B del PP. Lo que le sucede a una derecha tontita encantada de engordar a los medios enemigos y hundir a los cercanos. A Rita Barberá la llamaron de todo y por su orden y le colgaron un sambenito, el de “corrupta”, que la conduciría a la tumba. Cómo sería de bestia la campaña que la formación a la que dedicó toda su vida la echó en un inigualable ejercicio de cobardía política.

Lo que nadie ha destacado es que murió pobre como las ratas sin una sola propiedad inmobiliaria a su nombre. Siempre vivió o alquilada o en el piso que le legó su madre. Igualica que prácticamente todos los que la pusieron a caer de un burro sin que nadie, salvo el siempre decente Rafa Hernando y dos o tres más, diera la cara por ella. Y total por un presunto delito de blanqueo de 1.000 euros que Rita no ordenó ni organizó, tal y como está acreditado fácticamente. Ella se dedicaba a vender Valencia por toda España y por todo el mundo y a recorrer los 87 barrios de su ciudad para saber qué preocupaba a esos jefes que son siempre para una alcaldesa los vecinos.

A Rita Barberá la llamaron de todo y por su orden y le colgaron un sambenito, el de “corrupta”, que la conduciría a la tumba

Pero en corrupción, como en cualquier otro orden de la vida, las cosas han de someterse al análisis cuantitativo y al cualitativo salvo que lo que pretendas es perpetrar una injusticia palmaria o un acto de infinito sectarismo. Tan cierto es que Rita Barberá blanqueó sus correspondientes 1.000 euros como que esos mil pavos son 680.000 veces menos que los 680 millones de euros que dos ex presidentes andaluces, Chaves y Griñán, y un sinfín de consejeros malversaron con los ERE. El delito de malversación consiste en utilizar el dinero público para un fin distinto al que está previsto legalmente, vamos, que es lo que toda la vida de Dios se ha conocido como robar. En los ERE se empleó dinero no sólo para que políticos y amiguetes se forrasen el lomo a base de bien sino también para meterse coca e irse de putas. Un inciso en forma de pregunta: ¿cuántas veces han escuchado en los medios hablar de los ERE y cuántas de Rita Barberá? La proporción debe ser de 1 a 30 siendo generosos.

Una de las que más pegó a Rita Barberá fue precisamente Mónica Oltra. La a estas horas todavía vicepresidenta del Govern fue taxativa cuando la Justicia señaló a Rita Barberá: “Me parece lógico que una señora con una doble imputación por corrupción tenga que dimitir”. Tres cuartos de lo mismo hizo con Francisco Camps, al que le han archivado nueve de las 10 causas que le han abierto en lo que se antoja más una actuación prospectiva que una investigación propia de un Estado de Derecho. “El día que me vea como usted, imputado, vilipendiado, pillado en todas las mentiras posibles y más siendo el hazmerreír de toda España”, espetó Oltra al ex presidente de la Generalitat, “me iré a mi casa”. Y lo hizo vistiendo una camiseta con el rostro de Camps con la leyenda “Wanted” que, obviamente, imitaba a los carteles que se colgaban en las paredes del Lejano Oeste para identificar a los delincuentes que buscaba la Justicia.

La saña que se dispensó a Rita Barberá se ha convertido en defensa de la presunción de inocencia de Mónica Oltra

Oltra hizo bueno el mítico refrán español del “consejos vendo que para mí no tengo”. Tan cierto es que Rita Barberá nunca fue condenada, ni siquiera sentada en el banquillo, como que Francisco Camps ha salido indemne del 90% de los procedimientos iniciados contra él. El décimo correrá seguramente la misma suerte que los nueve precedentes. Son cuentas, no cuentos. Ahora la cazadora ha sido cazada. La Justicia atribuye indiciariamente a Mónica Oltra la comisión de tres gravísimos delitos: “Omisión del deber de perseguir delitos, abandono de menores y prevaricación”.

Si vomitivo es ética, estética y moralmente meter la mano en la caja o cobrar comisiones, qué calificativo le ponemos al encubrimiento del delito de abusos sexuales a una menor cometido por tu marido. Eso es lo que habría hecho Mónica Oltra para “proteger a su pareja y su carrera política”. Qué asco. Item más: fomentó o, al menos, no frenó una campaña para tachar de “loca, fresca, mentirosa compulsiva” y no sé cuántas lindezas más a la víctima de la pederastia de su marido. No quedan ahí las aberraciones morales. Hace ocho meses, la muchacha, que ahora es mayor de edad, y su novio fueron despedidos del hospital de la Generalitat en el que trabajaban intentando rehacer su vida y olvidar el horror vivido a manos del depredador maridísimo. Otra más: la menor estaba tutelada por el departamento que dirige Oltra, en el cual fue enchufado el victimario.

Lo de que una imputación equivale a una dimisión apenas se ha escuchado desde que se produjera la triple imputación de Oltra  

La saña que se dispensó a Barberá se ha convertido en defensa de la presunción de inocencia de Mónica Oltra. Las balas que dispararon a la persona que revolucionó Valencia se han transformado como por arte de birlibirloque en los últimos días en preciosos claveles. El coñazo que nos dieron los mayoritarios medios de izquierdas con la alcaldesa popular ha tornado ahora en contención informativa, no sé si porque Oltra es de los suyos, porque les forra el lomo a base de bien con publicidad institucional o tal vez por los dos motivos a la vez. Lo de que una imputación equivale a una dimisión, que tanto se empleó con Rita Barberá, apenas se ha escuchado desde que el jueves se produjera la triple imputación de la política de Compromís.

Yo me pregunto qué hubiera pasado si la presunta encubridora de los abusos sexuales de su pareja fuera la mismísima Rita Barberá, que sufrió un sadismo sin igual. O si el rol lo hubiera desempeñado María Dolores de Cospedal. O Cuca Gamarra. O Ana Pastor. O Ana Beltrán. O Macarena Olona. Y no digamos ya si las protagonistas fueran Cayetana Álvarez de Toledo, Esperanza Aguirre o muy especialmente esa Isabel Díaz Ayuso que está padeciendo una cacería más propia de una dictadura o una autocracia que de una democracia de la Unión Europea. La Tercera Guerra Mundial tendría entre los medios patrios menos cobertura que el encubrimiento por cualquiera de ellas de los abusos sexuales del marido, el novio o el amante.

PD: por cierto: Barberá no sólo no fue jamás procesada ni condenada sino que el pitufeo que propició su triste final ha quedado en papel mojado. La Audiencia Provincial y posteriormente el Supremo archivaron la causa tanto para el PP como para 22 de los 24 imputados. Con una particularidad: sostienen que no está probado que el dinero entregado a los concejales procediera del cobro de comisiones. ¿Habían escuchado esta noticia? ¿La conocían? Se le dedicó tan poco tiempo y tan pocas líneas que pasó desapercibida. Es como si no existiera. Debe ser que el no blanqueo de 50.000 euros es infinitamente más grave que el presunto encubrimiento de los abusos a una menor cometido por tu marido. La repugnante doble vara de medir que rige en este país.

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