Una pésima gestión sin paliativos

Una pésima gestión sin paliativos

Hasta el profesor Juan José Badiola, que se hizo famoso en España por solventar con una sola entrevista en televisión, “EL Tercer Grado” de la 2, aquel desastre internacional de las vacas locas, está ya siendo crítico con la gestión que está realizando el Gobierno del Frente Popular con el coranovirus. Badiola no es un virólogo, sí es un epidemiólogo, que transmite en sus explicaciones actuales que las medidas aplicadas en España han llegado tarde y mal, y, encima, muy pocos ciudadanos las entienden. Durante el pasado fin de semana se celebró en España una pléyade de actos políticos, sociales y deportivos, cuando ya se conocía que la extensión  del virus estaba adquiriendo proporciones espectaculares. El delegado del Gobierno en Madrid, que es a quien compete autorizar o denegar las concentraciones, miró literalmente a otra parte, consciente de que su partido no le iba a perdonar que se impidiera la jerigonza feminista de la que ya se sospecha, aún es cierto, sin pruebas concluyentes,  pudo reunir a más de una persona afectada por la enfermedad. Franco, el delegado mentiroso que durante años alteró su biografía, autorizó aquel espectáculo enrabietado del domingo, al tiempo que, claro está, aceptó, de mala gana eso sí, que VOX se plantara en Vista Alegre en una demostración populista que, francamente, le ha salido por la culata del aguerrido pseudomilitar Ortega, hoy ya oficialmente infectado. Sin  concentración de féminas “enragés” las puertas del coso de Vista Alegre hubieran permanecido cerradas. Vaya lo uno por lo otro, se debió decir el susodicho Franco.

Lo peor de la gestión gubernamental es que muy poca gente se la cree. No hay más que escuchar a la multitud de espontáneos que acuden a  las televisiones para constatar esta realidad. La gente tiene la mosca tras la oreja y se malicia que se le está ocultado la realidad, la gravedad de la pandemia que, curiosamente, se disfraza de “epidemia” desde el Gobierno, cuando cualquier avezado sabe que una afectación tan amplia y en tantos sitios diferentes responde a la acepción epidemiológica referida. ¿Por qué juega con esta confusión? Fácil: porque  desde el primer momento la estrategia del Frente Popular ha sido rebajar la gravedad de la patología, es como si hubieran dicho: “Estas cosas sólo lo le ocurren a la derecha; nosotros somos limpios y progresistas, y nada puede dañar nuestra imagen”. Pues bien, ya se ve lo que está pasando: el país entero se dispone a encerrarse en sus casas, mientras la ya perentoria economía nacional se hunde por momentos. Es curioso, desde los medios gubernamentales se ha insistido machaconamente en la síntoma entre el Gobierno de Sánchez el Partido Popular de Casado. Falso. Es cierto sin embargo que el presidente del PP se la está cogiendo con papel de fumar en este caso, pero, ¿acaso olvidamos que todas sus propuestas, las que el lunes presentó a Sánchez cayeron en saco roto? Entre estas iniciativas estaban medidas financieras, sociales y fiscales destinadas a palara la magnitud  de la crisis, pero Sánchez las ha desoído. Una de ellas, la reducción  urgente del Impuesto de sociedades no tenía además ninguna posibilidad de éxito; Sánchez pretende, aún en esta delicadísima situación, esquilmar a las empresas acuciado por sus compañeros comunistas de viaje, los cuales, tal y como dejado claro el matrimonio caribeño Iglesias-Montero, ya han determinado que el coranavirus no es más que una consecuencia de los malditos recortes del PP de Rajoy. Con dos.

Esta pandemia pasará. No nos engañemos. Con mayor o menor dolor siempre ha sucedido así, pero quedarán para la historia dos constancias: la primera cómo se comporta la derecha y la izquierda del país en situaciones como éstas; la segunda, que esa presunción literal de transparencia ha sido sólo un trampantojo extendido por la agip-prop del Frente Popular. La gestión, ya se comprueba, ha sido un auténtico desastre. Solo un dato: en Alemania, con casi tantas personas infectadas como en España, se ha producido un solo fallecimiento. ¿Hacen falta más pruebas?

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