El perro se comió los mensajes del fiscal
Justo el día en que tenías que ir a cobrar una herencia, quemaste el testamento que te convertía en heredero universal de todos los bienes de tu vecino del sexto, que falleció sin descendencia y con quien llevabas 20 años sin hablarte. El mismo día que recibiste la notificación de la inspección de Hacienda, metiste en el destructor de documentos todas tus facturas emitidas y recibidas, que demostraban que habías liquidado perfectamente todos tus impuestos. En la misma puerta del banco en el que ibas a cobrar el décimo premiado con el gordo de la Lotería de Navidad, te lo metiste en la boca y te lo tragaste para que nadie te lo robara. Cuando la policía te informó de que te estaban investigando como sospechoso del robo del Museo del Louvre, borraste las grabaciones de las cámaras de seguridad de la alarma que tienes en tu casa, que demostraban que habías estado todo el día metido en la cama, aquejado de una fuerte jaqueca. Coincidencias que ni Murphy firmaría. Todo muy creíble.
«Señorita, el perro se comió mis deberes», es una buena excusa para Bart Simpson o para Charlie Brown acusando a Snoopy, pero causa sonrojo ver a todo un fiscal general del Estado, con su toga y sus puñetas, confesando delante del juez que borró todos los mensajes de WhatsApp y los correos electrónicos que podrían demostrar su inocencia, el mismo día que se enteró de que la Guardia Civil le iba a requerir su teléfono móvil, porque había sido imputado por revelación de secretos para perjudicar a una rival política de quien le ha nombrado y le mantiene en su puesto pese a todas las sospechas que apuntan a su actuación delictiva. Álvaro García Ortiz quiere que nos creamos que tenía pruebas que demostraban su inocencia, pero las volatilizó el mismo día que supo que las iba a necesitar para no ir a la cárcel.
El teniente coronel Antonio Balas, de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, ha declarado en el Tribunal Supremo que el fiscal general del Estado procedió a borrar intencionada y concienzudamente sus mensajes de WhatsApp y su cuenta de Gmail -que contenía las copias de seguridad de WhatsApp- el 16 de octubre de 2024, el mismo día en que se le abrió la causa judicial. Hasta un total de once agentes de la UCO, peritos informáticos, han confirmado que tan riguroso procedimiento de destrucción de mensajes se llevó a cabo apenas unas horas después de que el Supremo abriera formalmente la causa contra García Ortiz. Por si esto fuera poco, una semana más tarde cambió de terminal móvil, haciendo desaparecer el antiguo. Ni Jack el Destripador era tan eficaz borrando sus huellas, y tenemos que creer al fiscal general cuando afirma que en todo lo que borró no había nada que le incriminase.
Pese a que varios amigos del fiscal general y del Gobierno, que dicen ser periodistas, han declarado que estaban en posesión del mensaje de correo filtrado antes de que García Ortiz dispusiera de él, las pruebas demuestran que ninguno de ellos ha podido demostrarlo, sino que, por el contrario, todo lo que apareció publicado ocurrió después de que dicho mensaje le llegara al fiscal acusado. Sería igual de ridículo que dar por bueno un testimonio de Lisa Simpson en defensa de Bart, o que Sally Brown testificara que ella vio a Snoopy comerse los deberes de su hermano Charlie. García Ortiz destruyó pruebas exculpatorias justo cuando se enteró de que las iba a necesitar, igual que Snoopy se comió los deberes de Charlie Brown… y luego eructó su presunción de inocencia.