Pedro: ¿Me puedes decir qué es una plurinación?
Instante memorable el de Patxi López en el debate a 3 por la Secretaría General cuando, imperturbable, con esa flema cuasibritánica que sólo tienen los de Bilbao, se giró, clavó su mirada en el tipo de 1,92 que tenía a su vera y le espetó: “Vamos a ver, Pedro, ¿sabes qué es una nación?”. El ahora secretario general del Partido Socialista balbuceó tras el demoledor crochet que le acababa de endosar en la sien el tercero de la fila. Tardó en reaccionar, normal, se había desplomado groggy sobre la lona del cuadrilátero, pero reaccionó. La chorrada con la que se rehizo el más alto del político ménage à trois fue de las que hacen época. “Pues mmmm”, se murmuró Rocky Sánchez, “un sentimiento que tiene muchísima ciudadanía, por ejemplo en Cataluña, por ejemplo en el País Vasco, por razones culturales, históricas o lingüísticas”.
No habían transcurrido ni 24 horas de su contundente victoria en las Primarias socialistas cuando se descolgó con una boutade enciclopédica al advertir que el Congreso del PSOE aprobará la definición de España como un Estado plurinacional. Muy en la línea de la memez que soltaba en campaña día, mañana, tarde y noche: “España es una nación de naciones pero tiene que reconocer el carácter plurinacional de este país a través del perfeccionamiento de la Constitución”.
Lo peor que puede suceder al PSOE no es que se instale en la irrelevancia. Entre otras razones, y perdón por la perogrullada, porque eso jamás ocurrirá. Un partido con 138 años de historia y casas de pueblo en cada municipio digno de tal nombre no se deshace cual azucarillo de la noche a la mañana. El acabose se producirá si se echan al monte en lugar de volver a la transversalidad ideológica y al centrismo que otorgaron a Felipe González una hegemonía que habría sido eterna de no haber mediado la corrupción más salvaje en tiempos democráticos. Nunca escuché al presidente González afirmar, ni de lejos, que Cataluña y País Vasco son una nación. Básicamente, porque tenía meridianamente claro que el PSOE debía ser en ambas comunidades históricas un partido constitucionalista y españolista. Que para nacionalistas, mejor los nacionalistas, que lo saben hacer mejor que nadie. Porque siempre es preferible el original a la copia.
Por eso no entiendo a santo de qué viene esta mamarrachada de un Pedro Sánchez que, en líneas generales, está actuando con el sentido de Estado que le faltó en su primera etapa al frente de los de Ferraz. ¿Cuál es el Sánchez de verdad? ¿El de la bandera española más grande que el cuarto de la Preysler que exhibió el 17 de septiembre en su mitin con Miquel Iceta? ¿O el que describe a España como una nación de naciones? ¿El que muestra su apoyo sin fisuras al Gobierno ante el golpe de Estado de los independentistas catalanes? ¿O el que aceptaba los votos de Junqueras para quitarle la poltrona a Rajoy? ¿El yin o el yan? ¿Jekyll o Hyde? Un tipo que un día se descuelga con una bandera tan grande como las que empleaba Bush cuando aterrizaba en los portaaviones tras ganar la Guerra del Golfo y al siguiente habla de plurinación está más perdido que Papá Noel en un chiringuito de playa.
Pienso mal y a lo mejor acierto. Tal vez es que sabe que, de momento y hasta nueva orden, necesita a los independentistas para lograr su sueño y el de Begoña: residir en la casa más ilustre del capitalino barrio de Moncloa. Y por eso esos guiños suicidas a los golpistas catalanes y a los terroristas de Otegi que, no lo olvidemos, tienen dos diputados en el Congreso que en un momento dado pueden inclinar la gobernabilidad del lado que les venga en gana. Dos votos ahora en la Cámara Baja valen lo que 20 ó 30 en los tiempos de ese bipartidismo imperfecto que es lo más perfecto que hemos vivido en España nunca jamás.
Lo peor de todo es que ya prácticamente todos los que apostaban por el sentido común han entregado al nuevo caudillo socialista las llaves de Breda. Pinta peor que mal para los que defienden ese sentido común que, en contra del aserto clásico, es el más común de los sentidos. Resulta flipante contemplar al bueno de Guillermo Fernández Vara, antaño militante de Alianza Popular, un tipo con una cabeza excepcionalmente bien amueblada, asegurar que “habrá que tener algún gesto con Cataluña, como devolverle el Estatut que fue anulado por el Constitucional”. Flipante, desconcertante, alucinante y todos los sufijos ‘ante’ que a ustedes se les pasen por el coco. ¡¡¡Fernández Vara llamando a incumplir una sentencia del Constitucional!!! ¡¡¡A pegarle una patada a la ley que él juró cumplir y hacer cumplir!!! Inquietante es otra frase del normalmente coherente Emiliano García-Page. Eso sí, algo más light que la anterior: “El desafío de los independentistas es una enorme oportunidad de renovar el compromiso como nación plural”. Claro que siempre nos quedarán Andalucía y Susana como Fort Apache del constitucionalismo socialista.
Pedro Sánchez, que de historia debe sabe lo que yo de Traumatología, haría bien en pedir ayuda a Carlos Seco Serrano, a Pepe Varela Ortega, a Juan Pablo Fusi o a Carmen Iglesias para que le demuestren en un par de tardes que diría Jordi Sevilla que ni científica, ni legal, ni intelectual, ni desde luego históricamente, España es una nación de naciones. No lo es y nunca lo fue. Es más, somos la nación más antigua de Europa. Como mínimo desde los Reyes Católicos, que abandonaron este mundo hace medio milenio, que se dice pronto. Ojo al dato: ¿a que no saben cuál es el único país que se define como un “Estado plurinacional”? Adivina, adivinanza. ¿Estados Unidos? ¿la República Federal Alemana? ¿Dinamarca? ¿La no menos ejemplar Suecia? ¿Suiza? ¿Francia tal vez? No. ¡¡¡Ecuador!!! Mejor dicho, el Ecuador del semidictador Correa. El ex presidente ecuatoriano incluyó esta payasada conceptual en el preámbulo de la nueva Constitución de 2008 tras abolir toda suerte de libertades, la división de poderes y anular de facto a la prensa y a la oposición. Como ven, estamos podemizados hasta la náusea.
Espero que el bueno de Pedro, que en el fondo es un socialdemócrata puro, recapacite. Porque de definir constitucionalmente a España como “una nación de naciones” a que esas “naciones” se conviertan en “Estados” hay un paso. ¿Cómo vas a negar a Cataluña la independencia si constitucionalmente admites que es una nación? No se puede soplar y sorber a la vez. Como tampoco es posible declararte madridista y culé a la vez. O carnívoro y vegano. El hermafroditismo en política es física y metafísicamente imposible. Que tome nota porque si los golpistas se salen con la suya y España se despedaza de una u otra manera, él no podrá ser presidente. Más que nada, porque no habrá nada que presidir. Y Begoña y él se seguirán quedando con las ganas de lo que pudo haber sido y no fue.
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