Parar el referéndum ilegal… y hacer política
Faltan menos de dos semanas para la supuesta celebración del referéndum ilegal en Cataluña. Este referéndum ilegal ha sido auspiciado, convocado y publicitado por los independentistas catalanes con el objetivo de romper España y fraccionar nuestra ciudadanía compartida, a través de un golpe retransmitido en directo contra la democracia. Su pretensión es convertir a los ciudadanos españoles residentes en Cataluña en extranjeros en su propia tierra. Y como dijo Sevi Mora en la presentación de Plataforma Ahora este pasado fin de semana en Barcelona: “El principal responsable es Madrid”. Y es “Madrid”, es decir, los sucesivos gobiernos de España y los principales partidos políticos supuestamente nacionales porque, durante largo tiempo, asumieron parte de las tesis del nacionalismo que nos disgrega y, en lugar de defender el bien común y el interés general, compraron al menos parte de sus tesis y sus reivindicaciones. Les dieron alas.
Lo urgente ahora es parar este golpe contra la democracia e impedir que tal convocatoria pueda celebrarse a través de los mecanismos legales establecidos en nuestra Constitución. Y en concreto, a través del artículo 155, tal como juristas de reconocido prestigio llevan tiempo pidiendo. Esta decisión debería haberse tomado hace mucho tiempo, cuando el independentismo catalán comenzó a tomar decisiones que amenazaban la convivencia dentro de la propia Cataluña y vulneraban derechos ciudadanos. Sorprendentemente, ninguno de los partidos políticos con representación en el Congreso de los Diputados se lo ha exigido al Gobierno de España. Solo eso merecía la correspondiente moción de censura. No solo no la hubo sino que el PSOE y Ciudadanos pidieron a Rajoy justo lo contrario: que no aplicara tal disposición legal… para no enervar a los que viven eternamente descontentos mientras siguen avanzando en la ruptura del Estado.
Antes se asumió el discurso nacionalista y se les concedieron todos los beneficios imaginables a lo largo y ancho de España: traspaso de las competencias de Educación y Sanidad, traspaso del IRPF (33%), del IVA (35%) y de los impuestos especiales (40%), permisividad ante vulneraciones flagrantes de la legalidad vigente —inmersión lingüística—, trato privilegiado y tratamiento como hombres de Estado a algunos de sus dirigentes, asunción de las reivindicaciones nacionalistas en las distintas instituciones, transferencias dinerarias que después financiarían estructuras de Estado, blindaje del Concierto Económico vasco y del Convenio navarro, inversiones millonarias para unos pocos a costa del resto, ausencia de un discurso de Estado que antepusiera el interés general y el bien común a las soflamas particularistas y particulares, excepciones legales para salvaguardar la foralidad y los derechos históricos, guiños a la posibilidad de un pacto fiscal para Cataluña… y vista gorda ante la corrupción política de personas… muy honorables.
Siendo esto así, hay que dar la vuelta a la situación. Y sí, hacer política. Pero política de la buena, no de la mala que hemos padecido. Es decir, regenerar España y defender el bien común, el interés general y los derechos de ciudadanía. Ni nación de naciones ni Estado plurinacionalidad ni Estado federal asimétrico sino igualdad y defensa de la democracia. Y reformas políticas, institucionales y constitucionales. Aunque sea urgente hacerlo, no basta, por tanto, con frenar el órdago independentista. Que no piensen que vamos a conformarnos con que no se celebre el 1O o que vamos a mirar para otro lado cuando se acuerden nuevas prebendas. Efectivamente, hay que hacer política… pero para garantizar más igualdad y más bienestar para todos, no para asumir las reivindicaciones nacionalistas. No entiendo tantos complejos y miedos. Ni tantas cesiones durante tanto tiempo. Ni la posición de la izquierda oficial ante tales hechos cuando es precisamente la izquierda la que tendría que haber sido la más contundente ante los nacionalistas y cualquier cesión a sus postulados. Así que tenemos trabajo: ya mismo, detener el golpe contra la democracia a través del artículo 155; siempre, hacer política. Y una buena forma de demostrar que se apuesta por la buena política… es aplicando el artículo 155.