Pablo Hiena Iglesias
La Hyaena hyaena o hiena rayada, también conocida como la hiena cum laude desde que barajó a Newton con Einstein y a Spínola con Nassau, es un dañino carnívoro que emite histéricas carcajadas cuando se siente frustrado. A nadie admira y habla mal de todos. España se la suda, escupe sobre la Constitución. Para ser un dedal gasta un ego infinito. Se contempla en el espejo y éste le devuelve a D´Artagnan, su soberbia niega haberse reencarnado en el zafio de Robespierre, el dictador. A Pablo Hiena, antes que la democracia, le seduce la cleptocracia de los gorilas chavistas que fueron sus maestros, de quienes mendigó monedas acuñadas con sangre, hierro y mil torturas. Servilismo equivale a oportunismo, envilecimiento y vuelta a la rebelión, al desorden, a ese hediondo olor del que se nutren carroñeros, coprófagos y, cómo no, vuesa merced, la hiena, rayada en el lomo, pero también en el cerebro.
Sólo nos falta verte retratado junto al Papa, no en vano ya has transportado al subconsciente colectivo una estampa que tomará forma en septiembre. Espero que ese día, en homenaje al Santo Padre, pases por la ducha, que la peste de la hiena es muy puerca credencial. Tú a lo tuyo, ateo, a por esa foto, según lo planeado, para que Francisco dé un montón de votos de católicos indecisos. Cualquier flamante descubrimiento filosófico convenientemente adulterado, vale un rap, aún así te convendría no olvidar que el autobombo, por mucho que lo infles con marxismo iraní, acaba en autodecepción. ¿Has reparado en que un partido populista como el que presides es la línea más directa para regresar al siglo XIX? ¿Te recuerdo que estamos en el XXI, que desde que apareciste en política baja del futuro un insoportable tufo a ruina? Bueno, mejor que te lo explique un genio como Dostoyevsky: “Partiendo de la libertad ilimitada, se llega fácilmente al despotismo sin limites”.