Y Pablo cayó en la trampa
No voy a entrar a valorar lo que representa desde el punto de vista ideológico y de la praxis política Podemos y Pablo Iglesias, para eso ya está la Historia del siglo XX y el presente de miseria y sufrimiento que soportan aquellos países que siguen bajo el yugo comunista en cualquiera de sus variantes. Hoy voy a hablar de la estrategia de Pablo Iglesias como secretario general de una formación política que, como todas, aspira a gobernar o influir en la realidad política española.
Pablo Iglesias ha caído en la trampa del sanchismo y está malherido. Durante el debate de investidura, Iglesias logró tumbar a Pedro Sánchez. Cuando el presidente, en la entrevista que concedió a Antonio García Ferreras, establece un veto a la persona de Pablo Iglesias como la única exigencia para conformar un gobierno de coalición con Unidas Podemos, la decisión del secretario general de la formación morada de sacrificarse dejó a Sánchez K.O en la lona. Noqueado el Partido Socialista tuvo que abrir, a regañadientes, la puerta a una coalición entre socialistas y comunistas. Era un jaque mate.
Incomprensiblemente, una mezcla de inexperiencia y sangre caliente hizo que el jueves Pablo rectificase a Pablo. Siguiendo la filosófica zapatista de no aceptar una coalición entre un PSOE de pie y un Podemos de rodillas, Iglesias no supo anticipar la estrategia de los socialistas y se quedó compuesto, sin coalición y sin relato. Ahora, el Partido Socialista respira aliviado, intentando sacudirse la responsabilidad del fracaso de las izquierdas. Y, más pronto que tarde, se alzaran voces que exijan el final del régimen pablista dentro de Podemos. Iglesias pudo haber aceptado la oferta de Sánchez como puerta de entrada al poder, pudo haber decidido ofrecer sus votos a Sánchez y hacer oposición desde la izquierda; pero apostó decididamente por el asalto a los cielos y los cielos le han vuelto a derrotar.
Es una buena noticia para España, la mejor, pero mientras el candidato a la presidencia del Gobierno siga siendo Pedro Sánchez hay que dirigirse con cautela porque solo al término de la partida reconoceremos sus verdaderas intenciones. Toca esperar.