Candilazos

La oposición pesicola

La oposición pesicola
Segundo Sanz

Si el coronavirus le hubiera cogido al Gobierno de Rajoy y a la ministra Mato, el PSOE y la extrema izquierda habrían montado un pifostio de tres pares de narices. Y, por supuesto, la factoría Roures y sus demás satélites mediáticos habrían aportado su granito de arena movilizando a la masa. «Esto es una desvergüenza, un desgobierno», lanzaba un enfurecido Sánchez al Ejecutivo popular cuando lo de la crisis del Ébola. Pero, claro, cuando se confunde oposición útil u oposición «leal y responsable» con oposición pesicola, dícese de aquella que es gaseosa y nada sólida, hay un serio problema.

La falta de previsión que ha evidenciado Sanidad, la descoordinación entre ministerios, la alarmante guía de la comunista Yolanda, el oscurantismo sobre el fallecido el 13 de febrero, la ausencia de controles en aeropuertos y fronteras, y sobre todo haber subestimado lo que es ya un problema de salud pública, son razones más que suficientes para haber pedido explicaciones al Gobierno PSOE-Podemos en lugar de darle una palmadita en la espalda.

La oposición tiene que ser leal con los españoles, con los que la eligen, y no con un Ejecutivo cuya principal preocupación es camuflar sus patinazos y desatinos bajo las apariciones diarias de Fernando Simón. La incomparecencia aquí del PP es la misma que ha sufrido durante cuatro días su portavoz parlamentaria tras cantarle las verdades del barquero a la prensa que le hace el caldo gordo al golpismo catalán. Casado salió este viernes a defenderla, pero la tardanza ha regalado un precioso tiempo a la izquierda y ha mostrado la realidad de una Cayetana Bovary que se rebela ante un proyecto falto de ambición, demasiado conformista a veces frente a la superioridad moral de la progresía.

También llegó tarde el PP a personarse en el caso Delcygate, donde Vox y el Partido Laócrata le comieron la tostada. Y tan tardío como innecesario ha sido el vídeo con motivo del 8-M que ha montado Génova con mujeres del partido elogiando a las Irene Montero y Ada Colau, quienes han hecho carrera política con el apoyo de regímenes como Irán o Venezuela donde los derechos de las mujeres (y de los hombres) son pisoteados. Algunas de las protagonistas de la cinta —hay ausencias reveladoras— han decidido acudir a la manifestación ideológica de este 8M, cuando el año pasado el PP declinó asistir precisamente por tratarse de una marcha «politizada». La prueba del algodón de este desacierto es la catarata de aplausos que las populares han recibido de esos politólogos, consultores y spin doctors que beben de la mano del socialcomunismo de moqueta. Inquietante estrategia.

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