Ni susto ni muerte: denuncia y constancia
Pues elijo no elegir ninguna de las posibilidades que parecen ofrecernos las elecciones que se celebran este 12 de mayo y en las que, formalmente, se elige el Parlamento de Cataluña pero en lo que realmente se sustancia es si Pedro Sánchez y su protegido, el prófugo Puigdemont, seguirán siendo los «putos amos» (ministro Puente dixit) de este gran país llamado España.
Elijo denunciar la perversión del proceso democrático con el que los ciudadanos que viven en Cataluña van a poder elegir a sus representantes, pues está conculcado de origen la igualdad ante la ley. La ley electoral que se utiliza en Cataluña. A pesar de tener las competencias nunca aprobaron una ley propia y aplican directamente el decreto preconstitucional que dio origen a la Ley Electoral nacional –española– que es profundamente injusta, pues vulnera el derecho activo –el de los ciudadanos– y el pasivo –el de los partidos políticos– de ser tratados en igualdad de condiciones, al margen de la zona en que vivan y/o del partido político al que voten.
Elijo denunciar los discursos falsos de toda falsedad del Partido Socialista Obrero Español, travestido en PSC en Cataluña –o viceversa, vaya usted a saber…–. Cada promesa electoral de Illa, cada afirmación de Sánchez es una mentira y a todas ellas se les podría aplicar el viejo dicho de «dime de que presumes y te diré de qué careces». Cada una de las palabras que sale por la boca del ministro de los ciento cincuenta mil muertos. Sí, el que negó que hubiera riesgo de epidemia y autorizó, desde el Gobierno, las manifestaciones del 8M; sí, el que negó que fuera necesario y útil el uso de mascarillas para prevenir el contagio de la pandemia hasta que descubrió las pingües ganancias que le reportaban a él y a sus familia política –ahí están el entonces presidente de Canarias, la entonces presidenta de Baleares…– las mordidas de Koldo/Aldama y compañía.
Elijo denunciar que el rey de los bulos, de la corrupción y de la opacidad es Pedro Sánchez, ese cobardón que se escondió tras su mujer –menos mal que está «profundamente enamorado», que si no la hubiera repudiado como sus amigos fundamentalistas de Oriente– para reunirse por las mañanas con sus abogados y fiscales de debida obediencia y preparar su defensa penal y por las tardes con sus publicistas tipo Tezanos y Cía para preparar su ataque político a la prensa libre, a los ciudadanos libres, a los jueces independientes, a la oposición democrática… Vamos, a todo español al que no pueda contar como miembro de su rebaño.
Elijo denunciar que votar a Illa es votar a Puigdemont, ese orgulloso representante de la extrema derecha supremacista catalana. Elijo denunciar que quienes voten a Illa estarán votando no sólo a un prófugo de la justicia, a un delincuente a quien Sánchez ha convertido en víctima de la democracia a cambio de siete votos (eso a los votantes socialistas, ovejas al fin y al cabo, parece ya darles igual) sino al representante genuino de la peor extrema derecha xenófoba y racista que existe en Europa. Vamos, que todo parecido entre progresismo y el voto al PSC es nulo.
Elijo denunciar que cualquier voto al partido socialista se transforma directamente en apoyo a esa nueva formación de ultraderecha xenófoba y racista catalana que se declara como tal sin ningún tipo de complejo y que ya ha proclamado que si consigue entrar en el Parlamento autonómico sólo votará como presidente a Puigdemont.
Y, finalmente, elijo y recomiendo paciencia, esa denostada virtud que algunos confunden con la resignación. Paciencia para remontar a partir del punto de partida al que lleguemos este 12 de mayo. Paciencia para continuar denunciando todos los ataques a las libertades y a la igualdad que llevan a cabo los socialistas y sus compañeros de tropelías, ya sea la extrema derecha catalana, los golpistas que se denominan republicanos y de izquierdas y trincan como el que más. Paciencia y constancia para seguir librando la batalla hasta que a los propios votantes del Partido Socialista les de vergüenza reconocer que han entregado su voto a esa escoria que arruina sus vidas y su país y les enfrenta con sus vecinos, con sus compañeros de trabajo, con sus conciudadanos.
O sea, cuando los resultados estén contados y los cómplices de la ruptura de la España constitucional y democrática estén cavilando sobre cómo seguir adelante con la operación , nosotros los constitucionalistas, los ciudadanos españoles sin complejos, deberemos reorganizarnos para librar la madre de todas las batallas, esa que habremos de dar hasta enterrarlos en la mar. Prohibido rendirse, amigos.