El naufragio del ‘Titanic’ socialista con la tripulación de su “capitán” Sánchez

Este miércoles día 9, el «capitán» vuelve al Congreso a dar la cara tras sus reiteradas semanas sin aparecer, con las Cumbres de la OTAN en La Haya, y de la ONU de Financiación para el Desarrollo en Sevilla. Sin olvidar el gran «éxito» de su último Comité Federal socialista en Ferraz. Aunque ya sus palabras no se las cree nadie, porque no valen nada, sometidas a sus volubles «cambios de opinión».
Para Sánchez no existe responsabilidad política, salvo cuando estaba en la oposición, que él sí se la exigía al Gobierno, incluso mediante una moción de censura como es bien sabido. Tras el ingreso en prisión de su último «mano derecha», predecesor de José Luis Ábalos en esa función, con la compañía de un tal Koldo García «militante socialista ejemplar», la tropa del capitán se va ampliando con una tripulación donde no parece estar lo mejor de cada casa, precisamente. Un tal Paco Salazar era la última incorporación a la misma, aunque frustrada antes de tiempo, y destinada nada menos que a ser la persona de confianza del capitán para tutelar a la nueva secretaria de Organización de la PSOE sanchista.
Al parecer debía estar ahí «calentando en la banda», para sustituir en Ferraz a la vicepresidenta 1ª, ministra de Hacienda, vicesecretaria del partido y candidata a la presidencia de la Junta de Andalucía cuando abandone su pluriempleo para competir con Juanma Moreno. Si a esta honorable tripulación le añadimos a la fontanera mayor de Ferraz, Leire Diez, ciertamente tenemos la fotografía de quienes estaban al mando de las riendas del poder político en España.
El optimismo no era la característica que transmitía el rostro de sus colaboradores, cuando desde la tribuna del Comité Federal, el «número uno» – ahora «el capitán del barco» – hacia su discurso arengando a la tropa. «Nosotros no somos como los otros» (sentenció), sin que se sepa con el «nosotros» exactamente que quería decir, porque con ese repertorio – Cerdán, Ábalos, Koldo, Salazar, Leire, Begoña, su hermano, «su» fiscal general – no es como para presumir precisamente. Tal parece que su «manual de resistencia» e incluso su «baraka» no tienen ya respuesta frente a quien parece ser un auténtico gafe o cenizo que todo lo que toca, lo contamina. Claro que eso sería exonerarle de su responsabilidad, tanto in eligendo como in vigilando, características que están en el centro de toda responsabilidad política, pero sin duda, sería una definición válida a efectos de alejarse de él.
Ante esta catarata de casos que se suceden sin tregua, sus socios y aliados ya le dicen que así «no se puede seguir», aunque ellos sí que están dispuestos a continuar, porque fuera del Gobierno «hace frío» para ellos, aunque estemos en plena canícula estival. Esos socios de gobierno y aliados parlamentarios ya son de hecho cómplices de esa corrupción, al mantener a este sanchismo en el Gobierno. Sánchez y su sanchismo van a pasar a la Historia política de España como el máximo exponente de su degradación, con un presidente y secretario general socialista carente de los más elementales principios éticos y morales, sustituidos por la mera ambición de permanecer en el poder.
El concepto de la dimisión que está presente en todo dirigente político honesto, cuando considera que no se dan las condiciones para permanecer en su puesto con la dignidad debida al cargo, no existe para Sánchez. Lo que resulta patético en esta situación, es que no hayan, en el actual PSOE, ni siquiera cuatro diputados (entre 121) dispuestos a anteponer su dignidad personal y política, al mero mantenimiento de un eventual mantenimiento del escaño. Además de que parecen no ser conscientes de que Sánchez está arrastrando a su partido por una indignidad de la que ellos van a ser totalmente corresponsables. En la Historia, los componentes del actual Grupo Parlamentario y del Comité Federal sanchistas, van a estar señalados como la tripulación que hizo naufragar, a sus queridas siglas PSOE, en el lodazal de la indignidad. El naufragio del «Titanic socialista» va a ser una realidad si no hay una contundente reacción ante este degradante estado de cosas. Y para bien de España. Este Frankenstein no es sólo un «objeto inútil» (sin Presupuestos), sino que además es un «objeto indigno».
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