Maldito, enloquecido déspota

Sánchez independentistas

A España le tocó en la rifa de la infamia estar presidida por un chulo barato con una capacidad intelectual inferior a la normal. Siendo vulgar, el títere de feria se ha transformado en un maldito, enloquecido déspota, que ahora se las da de dios del Olimpo, sacro lugar al que apenas accedían los privilegiados, jamás los narcisistas, que eran colgados por los pies para alejarles del cielo, donde habitaban los dioses con pedigree, que nunca, whatsoever, habrían permitido entrar en el Olimpo a un hortera y cobarde como Sánchez.

Dicho psicópata se chotea de la Constitución y de nuestros jueces y le abre las puertas, de par en par, a los separatistas para que se independicen de España y, de paso, logren cargarse la Monarquía y al Rey. El firme discurso de Feijóo en su fallida investidura en el Congreso, alimenta la esperanza de que en el futuro contaremos con un presidente como Dios manda. Y si se repiten las elecciones, por lo que muchos apostamos, antes que después.

Hasta entonces, veremos a un Sánchez fuera de sí, inventando trampas y traicionando a sus abyectos socios, que hacen bien en no fiarse de él, porque los va a engañar a todos. Al maldito, enloquecido déspota, con los CDR en la calle, ya sólo le falta plagiar, verbo que le pone, la República criminal de Maduro como la brava Ayuso ha pronosticado. Los golpistas catalanes que negocian con el tirano exigen que el cambalache de la investidura se firme antes de entregar sus votos, pues Junts y ERC desconfían de la Fiscalía del Tribunal Supremo, que tuvo un papel 100% decisivo en las condenas del procés y, además, emitió un informe contrario a la concesión de los indultos. O sea, los golpistas tienen cogido por la entrepierna al farsante, que hace lo que dicen, o se inviste en la bañera.

Ángela Vallvey sabe qué pasará con la debilidad de Sánchez: «El voto se está fragmentando y cada día es más difícil gobernar, no ya en solitario (algo que ahora parece imposible), sino mediante pactos con otros partidos que, como sucede en España, venden muy, muy, muy caro su apoyo parlamentario». Así que, Sanchinflas, a tragar o ¡ciao, ciao! Moncloa. Lo tienes fatal, mendrugo.

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