Macarena Olona, una candidata no sometida a la «corrección política»

Macarena Olona
Macarena Olona, una candidata no sometida a la "corrección política"

Las próximas elecciones autonómicas en Andalucía, convocadas con una anticipación meramente técnica -ya que se celebrarán el próximo 19 de junio cuando las anteriores se produjeron el 1 de diciembre de 2018- han polarizado el interés político y electoral en el duelo entre Juanma Moreno y Macarena Olona, reduciendo a los demás candidatos a una cuasi marginalidad en la práctica.

Esta realidad refleja sin necesidad de más comentarios la enorme profundidad del cambio sucedido en Andalucía, comunidad que durante casi cuatro décadas era considerada como un feudo inexpugnable del socialismo y granero de votos del PSOE para, a su vez, gobernar en España. Pero las últimas elecciones se han planteado para hacer un Ayuso desde que los comicios autonómicos de Madrid el 4M del pasado año le dieron un histórico triunfo que jubiló anticipadamente de la política al entonces vicepresidente Pablo Iglesias, derrotando también al propio Sánchez que había bajado a la arena política para acabar con quien solo consideraba una molesta e incómoda adversaria, que terminó convirtiendo al PSOE en la tercera fuerza política de la Asamblea de Madrid.

Para borrar del imaginario colectivo esa imagen de Ayuso, Génova impulsó hacer lo propio en Castilla y León, afirmando que «quien ganaba eran las siglas del PP con el Presidente Casado al frente». Ya es conocido cómo acabó aquel invento, y ahora se debate si en Andalucía el PP vencerá con un Ayuso o con un Mañueco; es decir, gobernando sin Vox en el Gobierno, o en coalición con ellos respectivamente. Hace bien el candidato a la reelección Juanma Moreno en huir de todo triunfalismo, recordando que tiene experiencia de presuntas victorias cantadas a priori que acabaron como el rosario de la aurora, y exhortando a no confiarse. En particular, expresó también su respeto por la candidata Olona, que afirmó «le iba a complicar la vida», declaraciones en mi opinión muy acertadas, que confirman que el presidente popular es un político serio y sólido y un candidato que se ha ganado el aprecio y la confianza de gran parte de los andaluces en esta primera legislatura no socialista.

En cuanto a los demás candidatos en liza, el hasta ahora vicepresidente, Juan Marín, aspira a que el 19J no sea la fecha de la expedición del certificado oficial de defunción política de Cs; la izquierda radical lo dice todo con la candidatura podemita fuera de plazo y de visibilidad; y el socialista Espadas parece que aspira a no sufrir una derrota mayor que la de Susana Díaz en las pasadas elecciones. Lo dicho, lo que de verdad parece se juega es si Moreno hará un Ayuso o un Mañueco en San Telmo, y él hace bien en alejarse de esa trampa dialéctica. Olona se ha consagrado en el Congreso como una diputada brillante, de verbo fluido y sólida formación jurídica. De momento, ha lanzado un par de dardos muy agudos dirigiéndose a Moreno Bonilla inquiriéndole si estaría dispuesto a ser vicepresidente en un gobierno presidido por ella en la Junta de Andalucía. En su boca esta afirmación no es en absoluto ninguna boutade, y en pocas fechas lo comprobaremos.

Otra propuesta suya ha sido la de cambiar al 2 de enero la fiesta oficial de la comunidad, ahora vinculada a la fecha del referéndum en el que los andaluces ganaron la condición de comunidad de 1ª categoría, accediendo a la autonomía por la vía del artículo 151 de la CE. El cambio es de calado, ya que esa fecha del año 1492 es en la que los Reyes Católicos Isabel y Fernando culminaron la epopeya histórica de la Reconquista, con la rendición de Boabdil y su entrega del reino Nazarí de Granada. La historia de la Hispania romana comenzó otro 2 de enero, en el año 40, cuando la Virgen del Pilar se trasladó en carne mortal desde Éfeso donde vivía a Zaragoza para dar ánimos al apóstol Santiago, que empezaba la evangelización de nuestra patria. Un misil a lo políticamente correcto que coloca en primera línea de la campaña un debate sometido a la dictadura del relativismo imperante.

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