Luego no te lamentes

Luego no te lamentes

Dentro de unas horas no nos jugamos sólo qué siglas y qué nombres y qué hombres (ni una sola mujer en el número 1, así de anacrónicos somos) gobernarán España. Que también. Está en almoneda algo más: qué España queremos. O, para ser exactos, qué España vamos a disfrutar o padecer en los próximos años. En las próximas décadas tal vez. En menos de lo que canta un gallo debemos decidir si queremos una España que, mal que bien, funciona, o si por el contrario, nos adentramos en un experimento con tintes guerracivilistas que puede acabar como el rosario de la aurora. Es susto o muerte y no precisamente en el sentido literal del chiste.

¿Qué preferimos, un país que crece más que ninguno de los portaaviones del mundo libre, al 3,4%, crea 1.500 empleos nuevos cada 24 horas y un millón en el último año y genera la confianza de los inversores internacionales o una España en la que manden los que hace no tanto loaban a ETA y a los proetarras, se criaban a los pechos de un Hugo Chávez que desde el infierno mantiene entre rejas a 79 presos políticos, asesina a los manifestantes en las calles y cierra medios de comunicación con el mismo afán con el que un baby se mete patatas fritas en el buche? ¿La España de Andresito o la España del que recibió el puñetazo en la sien de Andresito? ¿La España del macoqui que insta tan homofóbica como fascistoidemente a los suyos a «dejarse de mariconadas» y «salir a cazar fachas» o la España de la tolerancia y el respeto de las ideas ajenas? ¿La España del malnacido que se ríe de los 6 millones de judíos asesinados en el Holocausto o la España de los que siempre estaremos del lado de las víctimas del nazismo o de ETA? ¿La España del pensamiento único o la España de 46 millones de librepensadores? ¿Una España confiscatoria en la que el que gane 3.000 euros al mes será considerado «rico» y astillará al Montoro de Podemos el 55% de su estipendio o una España barata fiscalmente hablando en la que los que menos tienen pagan menos que nunca?

Una España liberal y abierta o una España sectaria y cerrada. Ésa es la cuestión. O la España del inculto a la par que diabólico politólogo comunista que asegura que en Andalucía hubo un referéndum de autodeterminación en 1977 o la España de las libertades y la prosperidad. No es una broma mi planteamiento. Tampoco una hipérbole. Menos aún una inocentada, el 28 queda aún muy lejos. A los que se creen tontunamente a un tipo cursi que habla como el cura de mi pueblo, bajito, impostado, habría que despertarles la conciencia y recordarles que éste tipo es el que nos largó ese repugnante «tic-tac-tic-tac» que recuerda a las bombas de efecto retardado, a esos explosivos con temporizador que hace no mucho hicieron saltar por los aires a decenas de personas. Un «tic-tac-tic-tac» calcadito del que pronunció en la Asamblea nacional de Venezuela el tan narcodictador como ladrón Hugo Chávez (vean la recopilación de espeluznantes vídeos que ha hecho Okdiario). En el riquísimo país sudamericano optaron por la frivolidad hace 17 años y miren cómo lo están pagando económicamente y en ese sacrosanto apartado que siempre deben ser las libertades civiles y los derechos humanos. En lugar de resetear el sistema, lo trituraron a martillazos y el chavismo devino en dictadura. Y lo que les queda por sufrir por mucho que haya vencido la oposición democrática en las legislativas… 

Y a los que creen de buena fe que un individuo que se declara «comunista y estalinista» va a regenerar este país recordarles que él y su banda no son precisamente María Goretti o Mahatma Gandhi. Errejón trincó dinero público sin ir a trabajar a la Universidad de Málaga, a Monedero los sátrapas latinoamericanos le metieron en el bolsillo 425.000 euros por un trabajo consistente en mil folios en blanco, Tania y papi le dieron 1.400.000 euros de los vecinos de Rivas a su hermanito y el conducator de las greñas pagaba en negro a los trabajadores del programa (La Tuerka) amparado y financiado por la teocracia que cuelga de grúas a los homosexuales y lapida a las adúlteras. ¿Éstos van a limpiar la España cloaquil del PP en B, de los ERE, de Urdanga, de Pujol, de Convergència, de la Púnica, de Ignacio González o de Corinna y sus entrañables amigos? ¡¡¡Venga ya!!!

Estamos en una situación límite, ante las elecciones más inciertas desde 1977 y sólo tan inciertas como las de aquel año que empezamos a transitar en libertad tras dejar atrás 40 años de la más pavorosa de las oscuridades. Visto el panorama, sólo quedan dos opciones. O votar con la nariz tapada a un PP que ha gobernado magníficamente en la recta final del mandato tras tres años previos de corruptelas sin fin y prepotencia por doquier o introducir la papeleta cruzando los dedos a Ciudadanos, el único partido que se cree sin complejos la idea de España (memorable esa noche del «¡soy español, español, español! y del «¡Cataluña es España!») y apuesta por esa regeneración que es nuestra gran asignatura pendiente? Porque, sí, Ciudadanos es de alguna manera un PP sin mieditos al qué dirán. Su gran hándicap es que están verdecitos. Gastan una talla XL, insuficiente a todas luces para un Estado en cuya etiqueta hay cuatro enormes letras: «XXXL».

Las dos apuestas son igualmente válidas en términos políticos. PP y Ciudadanos abanderan, palabra arriba, palabra abajo, el mismo modelo de España. No creo que vaya a haber muchas diferencias si en Moncloa sigue Mariano o si le tiene que ceder la llave de ese desangelado Palacio a Rivera. El paisaje ennegrecerá si la mayoría natural se vuelve a quedar en casa como en esas municipales que por incomparecencia del rival han provocado que Madrid esté gobernada por la que paga en billetes de 500 dos tercios del coste de un chalé, por la asaltacapillas o por los que pedían la guillotina o la muerte para Rajoy o Gallardón. Una gracia que en Barcelona ha disparado exponencialmente una fuga de capitales que se inició por la locura independentista de ese gran patriota suizo que es Artur Mas.

Primera conclusión: no se puede volver a cometer la infantilidad de quedarse en la cama o en el sillón tan ricamente porque el escarmiento moral que le dedicaron a Rajoy el 25-M se volverá de nuevo contra ellos en forma de efecto bumerán. ¿Que a usted le da igual un pacto PSOE-Podemos con Iglesias de presidente del Gobierno o viceversa, con Sánchez en La Moncloa pero con los podemitas mandando como sucede con las minorías en todo gobierno de coalición que se precie? Pues pase el domingo practicando el tumbing. Pero luego no venga a llorar de nuevo como una magdalena lo que no ha querido defender ni evitar en las urnas por su ofuscación.

Si el resultado no estuviera tan ajustado yo les invitaría a respaldar sin fisuras a Ciudadanos. Más que nada, porque es la formación que más medidas regeneradoras lleva incrustadas en el programa (fuera aforamientos, indultos e imputados, listas abiertas y escaños unipersonales, primarias por ley, supresión del Consejo General del Poder Judicial, etcétera) recogiendo el testigo de una formación en horas bajas pero ejemplar como pocas y limpia como ninguna, UPyD. Y, sobre todo y por encima de todo, porque es savia nueva sin la mala praxis siciliana de los partidos de toda la vida y su contrato con la ciudadanía en materia económica no está mal salvo leves e insignificantes excepciones socialdemócratas que confirman una regla liberal.

Hasta ahí, todo bien. Sucede que la Ley Electoral castiga la división y prima la unidad provocando que en los distritos pequeños apostar por el tercero constituya un ejercicio estéril por cuanto los dos grandes se reparten todo el pastel por esa ley inventada por el jurista belga Víctor D’Hont que se implementó en la España constituyente para evitar a toda costa la ingobernabilidad. Una proporcionalidad corregida que ha hecho que desde 1982 haya habido en la práctica un turnismo PSOE-PP dejando fuera del Parlamento a todas aquellas fuerzas que no alcancen el 3%. Segunda conclusión: meter la papeleta metafóricamente naranja por el agujerito es absolutamente intosible en términos éticos pero no lo es tanto desde el punto de vista pragmático. Especialmente en esas 28 circunscripciones chiquitas en las que se reparten menos de cinco diputados y para hacerte con un acta has de contar con cerca del 20% de los votos si eres el tercero en discordia. Allí votar a los de Albert Rivera puede suponer implícitamente entregar el voto a Podemos si es tercero y no digamos si es segundo o primero. La cosa no es tan grave en distritos electorales del tamaño de Madrid, Barcelona, Valencia o Sevilla. Ahí confiar en los naranjas altera muchísimo menos el dibujo electoral.

Por eso antes de coger la papeleta, piense, piense y vuelva a pensar. Y después de pensar tres veces, vuelva a pensar si no lo tiene claro. Y si a la cuarta continúa en ascuas, vuelva a darle al coco. Que nos la jugamos. Que castigar a los suyos por acción u omisión podía hasta tener una razón de ser en las europeas o en las municipales pese a lo cara que nos está costando la broma. Pero lo de ahora son palabras mayores. Repetir la jugada ahora sería pegarnos un tiro en salve sea la parte. Nos cargaríamos esta gran nación para muchísimo tiempo, seguramente para toda una generación. Español, tú decides. Luego no te lamentes.

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