Lo de Sánchez es ya una patética demostración de impotencia

La intervención de Pedro Sánchez en el Congreso para explicar y combatir los escándalos de corrupción que enfangan al PSOE resultó, para lo que suele ser habitual, relativamente breve, lo que demuestra que más allá de un puñado de propuestas recicladas y sus habituales ataques a la «extrema derecha», no tiene demasiada munición argumental. Y la poca que tiene resultó estrafalaria, porque si su plan contra la corrupción consiste en apoyarse en informes de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) y en la Inteligencia Artificial como instrumento habrá que convenir que lo suyo es un insulto a la inteligencia humana.
¿Qué pinta la OCDE y la IA en el mayor escándalo de corrupción de un Gobierno socialista?, se preguntarán ustedes. Pues nada, en efecto, pero es que cuando la corrupción te deja sin relato, todo lo que puede salir de la boca de Sánchez es eso: una retahíla de banalidades y la correspondiente ración de mentiras. Es así como Sánchez pretende escurrir el bulto.
Cuenta, eso sí, con una ayuda inestimable: la de sus socios y aliados, cuya tolerancia con la corrupción socialista ya es en sí misma una forma de corrupción. En realidad, una vez garantizado por ahora el apoyo de quienes le llevaron a la Moncloa, Sánchez se limitó a cubrir el expediente invocando la corrupción del PP e impostando una falsa firmeza que resultó un supino ejercicio de hipocresía.
Por fortuna, emergió el más contundente Feijóo que se recuerda para ponerle delante del espejo, porque el presidente del PP desnudó, una tras otra, las mentiras del presidente en una intervención que la izquierda criticó por su crudeza, lo que constituye la prueba de que el jefe de la Oposición acertó de pleno. Conclusión: un presidente que ya no gobierna -sólo le interesa seguir en la Moncloa- y un líder del PP que se ha reafirmado como sólida alternativa de Gobierno ante los ojos de millones de españoles.