Lluís Apesteguia y el discurso del odio

Lluís Apesteguia y el discurso del odio

Por poco que uno siga las intervenciones en los medios y en la cámara balear de Lluís Apesteguia, como hacemos algunos de sus más fanáticos seguidores, se dará cuenta de la suma facilidad con la que el gran latinista de Deià recurre al socorrido «discurso de odio» o «partido de odio» en alusión a una formación de nombre impronunciable a la que sin embargo todos los concurrentes identifican perfectamente. Lo hizo en los debates televisivos y radiofónicos en la última campaña electoral de las autonómicas y lo hace a menudo en la cámara balear.

Endosar sentimientos de odio a otra formación cuando no hace demasiado tiempo que tu propia formación, Més per Mallorca, no le hacía ascos a felicitar a EH-Bildu en su aniversario, a respaldar a los filoetarras en las últimas autonómicas vascas o a estar a punto de concurrir a unas elecciones europeas de la mano de estos magníficos defensores de los derechos humanos como son los bildutarras, sólo puede justificarse bajo la firme convicción de que no hay mejor defensa que un buen ataque. Algo que no excluye una buena dosis de cinismo y también de hipocresía que, como saben, consiste en decir lo contrario de lo que uno piensa.

De todos modos, me inclino a pensar que el actual líder de Més sufre más bien de esta enfermedad tan cara a la izquierda como es la hemiplejia moral que lleva asociada esta escandalosa vara de medir a la hora de juzgar a unos y otros. Ya saben, a la izquierda no le importa el qué, sino el quién. En ámbitos jurídicos, lo llaman aplicar el «código penal del enemigo».

Pero hay un aspecto todavía más grave que debería tener en cuenta Lluís Apesteguia antes de acusar a los demás de proferir «discursos de odio». Al igual que sus amigos de EH-Bildu tienen los armarios llenos de cadáveres, nuestro demóstenes de Deià debería estar al tanto de que, desde hace décadas, la única violencia política que existe en esta tierra es la vinculada al independentismo y la extrema izquierda. Violencia de baja intensidad, ciertamente, en forma de pintadas, irrupciones en iglesias, pancartas, insultos y mofas en fiestas patronales o amenazas desde escenarios.

Sin ir más lejos, un concejal de Bunyola, encuadrado en Esquerra Oberta de Bunyola (EOB), una coalición formada por lo más colorido de cada casa (Esquerra Republicana, Entesa per Mallorca, Esquerra Unida, PSM e IniciativaVerds), acaba de ser denunciado por colgar una pancarta contra un diputado nacional de Vox que decía «Jorge Campos, puta nazi». Lo curioso es que Joan Luna Mateu, así se llama el angelito de la pancarta, tras retirar la pancarta de la vía pública a petición del alcalde, la recolocó en el mismo punto pero en el balcón de su propia casa donde la Polícia Local ya no podía intervenir, evidenciando por si quedaba alguna duda la autoría de la fechoría.

No acaba aquí la cosa. El partido Més per Mallorca no sólo guarda un ominoso silencio sobre estos actos de violencia de baja intensidad con los que nos obsequian a menudo algunos de sus cachorros y concejales, sino que los encubre y ampara en todo momento. Retirado de las trincheras Josep de Luis Ferrer, el otrora abogado activista que se va fer un ca seva gracias a defender todas las causas de violencia perpetradas por toda esta pléyade de insurrectos, ahora es la propia formación de Apesteguia la que coacciona como partido a las personas físicas para evitar que denuncien comportamientos semejantes.

Ha ocurrido en Esporles, uno de los pocos feudos que conserva Més per Mallorca. Una concejal de Vox denuncia a un grupo musical por decir «fuera fascistas, fuera homófobos y fuera catalanofobia» en el escenario donde actúa. «No veo normal que desde un escenario se incite a la gente de esta manera. (…) La denuncia se ha hecho en base a que no tenemos que provocar la violencia entre nuestros jóvenes ni entre nosotros mismos», afirma la concejal justificando su denuncia, en declaraciones recogidas por Diario de Mallorca, un diario siempre al acecho de Vox. Sin embargo, la concejal ha denunciado al grupo musical Fades no como concejal de Vox sino como ciudadana, quitándole toda la trascendencia política posible. Se trata por lo tanto de una denuncia de una persona privada a los componentes del grupo Fades por incitar al odio desde un escenario.

Ni cortos ni perezosos, sin embargo, Més per Mallorca, fuerza que cuenta con mayoría absoluta en Esporles, presenta una moción municipal en la que pide a la concejal de Vox que rectifique sus declaraciones aparecidas en Diario de Mallorca y retire la denuncia, como si fuera Vox y no la propia edil como ciudadana quien hubiera presentado la denuncia. Por si fuera poco, durante la deliberación de la moción, la concejal de Més per Mallorca, una tal Maria Roig, hace una defensa a ultranza del grupo musical Fades y justifica las amenazas a catalanófobos, homófobos y fascistas desde el escenario como una respuesta al hecho de que algunas administraciones hayan arriado las banderas LGTBIQ+, como si arriar la bandera de una minoría fuera un ataque a sus derechos cuando ninguna otra minoría goza de semejante privilegio.

Esporles es tierra de caciques. Las cacicadas de sus alcaldes a la hora de aprovecharse de su autoridad forman parte de la tradición de su poderoso clan pesemero. Hace exactamente diez años, en plena marea verde contra el TIL, el alcalde Miquel Enseñat se llevó de excursión a los pocos niños que se presentaron en el colegio para que los maestros cobraran su sueldo sin ir a trabajar en el marco de las denominadas Aules Buides. Esta acción en apoyo al profesorado en rebeldía consistía en que los padres, conchabados con los maestros, no llevaran voluntariamente a sus hijos a los colegios para facilitar que los maestros siguieran en huelga pero, eso sí, cobrando el jornal. Si los alumnos no iban a clase, nadie echaría en falta a los maestros.

Pero algunos padres no estaban de acuerdo con esta huelga encubierta en que consistía la campaña de Aules buides y tras vencer las presiones que soportaban de la comunidad educativa, seguían llevando a sus hijos a la escuela. Ante la tesitura de unos alumnos que llegaban a las nueve de la mañana a los colegios sin docente alguno para darles clase, Miquel Enseñat, entonces alcalde del pueblo, se los llevaba de excursión para pasar el día para que sus padres al menos vieran a sus hijos atendidos. Supongo que, entre montañas, colinas, prados, valles y comellar”, Enseñat les explicaba a los alumnos cómo repensar Mallorca.

Como ven, Enseñat, encubriendo una huelga fraudulenta de los maestros de su cuerda, demostraba su compromiso con los suyos incluso a la hora de burlar la Ley que, por su condición de alcalde y después presidente del Consell de Mallorca, era el primero que debería haber respetado. No recuerdo que nadie tomara cartas en el asunto para sancionarle por encubrir una huelga fraudulenta y extralimitarse en sus funciones como alcalde. También esto fue la marea verde contra el TIL, algo que algunos medios olvidan en las celebraciones de su décimo aniversario, un cúmulo de ilegalidades y abusos consentido por el blandiblú Govern de Bauzá.

Diez años después, ahora es un alcalde de Més quien coacciona a una ciudadana a quitar una denuncia contra unos aprendices de Valtonyic y convierte lo que es una querella privada en una guerra política entre partidos, tratando de poner al pueblo contra la concejal de Vox por haberse atrevido a denunciar a unos músicos provocadores.

Esta es la violencia política e institucional de la que tendría que dar cuenta Apesteguia antes de acusar a los demás de «discursos del odio». Tendría que dar cuenta de por qué ampara su partido la violencia verbal del grupo musical Fades a los que, dando la vuelta al calcetín, convierte en víctimas de no se sabe qué. Así funciona la inversión victimista, la de convertir agresores en víctimas y viceversa, que tan cara resulta a los santurrones de Més per Mallorca. Los mismos que se disfrazan de víctimas nuevamente al considerar la restauración equilibrada del castellano en la Administración y en la enseñanza como una política de «imposición del castellano» cuando vienen aplaudiendo la imposición obligatoria del catalán y la exclusión del castellano en todas las esferas desde hace por lo menos 25 años.

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