Leyes no, nombramientos sí; y CC en RTVE
Llegados a este punto, y cuando nos acercamos al año desde que Pedro Sánchez nombró su nuevo gobierno, la capacidad de gestión del mismo es prácticamente nula, con excepción de los cheques que tiene que extender a sus socios para pagar el alquiler de su residencia en Moncloa. ¡Lo último que hacen los mafiosos es dejar de pagarse sus chantajes!
Pero, como en la única vocación de mantenerse, el gobernar o gestionar los problemas de los españoles no es una cuestión imprescindible, pueden sobrevivir sin tener ninguna producción legislativa, ni siquiera en el abusador formato del decreto ley.
Esa limitación sería inhabilitante, y seguramente terminal, para un político, digamos, más convencional, pero no para el maestro de la resiliencia, que pelea por sí mismo consolidando el régimen que le sostiene. Para ello, y sin una gestión efectiva y eficiente, o incluso decente, que mostrar, hay que centrarse en incrementar la presencia institucional de los peones del sanchismo. ¡Y es que sin capacidad para hacer hay que insistir en el estar!
De ahí que se haya extendido la ocupación de cargos públicos hasta convertirse en una hemorrágica evacuación de nombramientos, sin que se encuentren límites en los requerimientos legales exigidos, y menos aún en los éticos y estéticos. Una vez que se han quitado la careta de la transparencia y de la lucha contra lo que llamaron puertas giratorias, se han entregado al ávido acaparamiento de cargos, especialmente si se trata de aquellos que pueden ejercer algún control sobre el poder ejecutivo o que les permiten hacer política desde tribunas que deberían ser independientes.
Es cierto que ningún Gobierno se resiste a la tentación de designar personas afines para los puestos claves en la alta administración, pero ahora la vergonzante realidad es que casi una gruesa de incondicionales adeptos, entre los que destacan militantes socialistas y ministros y altos cargos de los gobiernos de Sánchez, están, en muchos casos sin tener formación y experiencia, al frente de todo tipo de instituciones o sociedades públicas: Fiscalía, CIS, Renfe, Correos, INE, Banco de España, SEPI, Consejo de Estado, agencia Efe…
De entre todos estos nombramientos, destacó el de Concepción Cascajosa como presidenta de Radio Televisión Española. Su exiguo currículum y su militancia activa hacían presagiar lo peor; y así, el deterioro institucional de la Corporación ha ido en aumento y desde hace tiempo se muestra en su lamentable realidad.
La suspensión de las oposiciones en la mañana del pasado domingo ha sido de traca, pero, además de la deficiente organización de las mismas, seguramente destapa algunas corruptelas y la impropia intención de favorecer a algunos aspirantes. El común de los opositores frustrados tiene claro que fue por eso por lo que no se improvisó un nuevo ejercicio después de constatar la irregular custodia de las preguntas del examen.
En cualquier caso, y con anterioridad a ese completo dislate, que debería obligar a cesar a unos cuantos responsables, la presidenta ya había mostrado su completa incapacidad de gestión, ya sea de recursos, de personal o de programación. Además, se ha hecho evidente, externa e internamente, su absoluta y descarada dependencia de Moncloa: el único objetivo y la prioridad para la Corporación es obedecer las consignas que desde allí se les marcan.
Más le hubiera valido a la fiel Cascajosa haber permitido que el Consejo de Administración ejerciera su legítimo derecho a cesarla en la reunión del pasado martes. Pero en Presidencia del Gobierno tienen claro que no van a permitir el más nimio desalineamiento en una de sus principales armas de desinformación y propaganda. Lo importante no es el servicio público y el derecho a la información al que debe servir la televisión pública, lo importante es el relato. Por eso exigirán a CC que, hasta que tengan negociado el decreto con el nombramiento de su sucesor, se encadene en su sillón o se encierre en su despacho. ¡Eso es resistencia y revuelta, y no lo de Broncano, que es todo uniformidad y observancia!