Junqueras, el último jarrón chino de la política catalana

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Xavier Rius
  • Xavier Rius
  • Director de Rius TV en YouTube. Trabajó antes en La Vanguardia y en El Mundo. Director de e-notícies durante 23 años.

Oriol Junqueras no lo sabe, pero es el último jarrón chino de la política catalana. Está ahí en un rincón. Nadie se atreve a tocarlo. Y menos incluso a decírselo. De hecho, hasta ganó las primarias de su partido. Sin embargo, con el 52% de los votos, lo cual quiere decir que lo tiene dividido por la mitad.

Ahora ya ha dicho que quiere volver a presentarse en las próximas elecciones autonómicas. Mucho mejor, así presenciaremos ‘in situ’ el batacazo electoral. Carles Puigdemont, que es gato viejo también en esto de la supervivencia, ha evitado de momento anunciar que quiera dar el paso. Incluso en el caso de que pudiera. Porque no es lo mismo ir por el mundo de «presidente legítimo» o de «presidente en el exilio», que presentarse de candidato y quedar segundo, tercero o hasta cuarto. En el caso del de Waterloo, los argumentos a favor se han ido reduciendo sensiblemente. Al fin y al cabo, un socialista gobierna en la Generalitat.

El caso de Oriol Junqueras es más flagrante porque lleva ya trece años en el candelabro, que diría Sofía Mazagatos, es decir, en el candelero. Desde que fue elegido presidente en el 2011. Esquerra, tras su paso por el tripartito, sufrió un revolcón en los comicios del 2010 cuando cayó a diez diputados. Lo pagó Joan Puigcercós. Mientras que Carod salvó los muebles en el 2006 con 21 escaños.

Junqueras hizo una carrera meteórica: yo le vi, en año y medio, pasar de eurodiputado independiente en las filas de ERC a presidente de la formación. Antes había ejercido de historiador, más mediático que académico. Como aquella ocasión en que salió disfrazado de Jaime I por TV3. En un programa, claro, de Toni Soler.

Por eso, ahora quiere volver a las andadas. Para ello, pronunció una conferencia la semana pasada. Ya saben que los políticos, para darse empaque o relanzar carreras maltrechas, publican un libro o pronuncian una conferencia. El acto llevaba por título «Una nueva ambición nacional», pero podía haberse llamado perfectamente «Una nueva ambición personal». Nótese que ya no hablaba de «independencia» ni de «república catalana». Hay que adaptarse a los nuevos tiempos. Hasta su pupilo, Gabriel Rufián, coquetea con la idea de encabezar una lista de la izquierda española.

Volvimos a ver al orador de siempre, es decir, aquel que habla mucho y no dice nada. Recuerdo que, en una conferencia en Palau en el verano del 2017, en los momentos álgidos del proceso, hizo lo mismo. Luego me lo encontré en el bar del Parlament y le reproché la extensión de las respuestas. Me dijo que era una técnica ideal para ahorrarse más preguntas.

A mí, lo que me sorprendió es que en los veinte primeros minutos estuvo hablando de inmigración. Por supuesto, desde un punto de vista progre y buenrollista. Pero señal inconfundible de que el mensaje de Aliança está calando también entre el electorado de Esquerra.

Por ejemplo, manifestó que «el miedo deriva de aquello que es distinto, del papel distinto que las mujeres ejercen en nuestra sociedad, del miedo a la diferencia que comporta la inmigración, del miedo al cambio tecnológico». Luego se esforzó por encontrar «respuestas alternativas» al reto planteado. Aseguró que se habían vivido otros «episodios inmigratorios descomunales». Y que esto “no había comportado una tentación autoritaria ni ningún crecimiento de las derechas extremas”. Un yo me lo guiso, yo me lo como.

En otras ocasiones le habría recomendado ir a Salt o al barrio de Ca n’Anglada de Terrassa. Pero ahora mucho mejor ir a Torelló o L’Hospitalet de Llobregat, donde los vecinos se han manifestado contra la inseguridad ciudadana. En esta última localidad, uno de ellos fue incluso con un jamón a la protesta. No digo más. El propio Iván Redondo publicó hace unos días un artículo en La Vanguardia según el cual, de acuerdo con sus previsiones, el partido de la alcaldesa de Ripoll se puede llevar 110.000 votos de Junts, pero también otros 65.000 del PSC, de Esquerra y hasta de los Comunes.

El mismo diario había publicado previamente un sondeo que auguraba que el partido de Sílvia Orriols se quedaba a dos escaños tanto de Junts como de Esquerra: 19 a 21. Y quedan todavía, en teoría, tres años de legislatura. Qué ganas tengo de que Junqueras vuelva a presentarse.

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