La inutilidad del centro y la inoperancia vallsista
Diez meses después de que Valls fuera, literalmente, expulsado por
el Partido Socialista francés y por el propio Macron de la Galia, se fue a Barcelona para ingresar en esa especie de cápsula
criogenizadora de candidatos progres acabados que es Sociedad
Civil Catalana. Desde las cabeceras de sus manifestaciones, y
copiando la Operación Embutimiento Ministerial de Borrell, Valls
pronosticó “la muerte de la socialdemocracia en Europa” al solecito
de la ciudad condal. Era gracioso, porque cuando le escuchábamos
mandar a averno al socialismo con su simpático acento de Rigodón
por Vía Layetana, sonaba como esa madre soltera que le explica a
su hijo que no va a ver nunca más al novio de ésta por casa porque
el tipo ha perecido en combate, o porque se ha ido a vivir a China.
A partir de ahí, Rivera le intentó fichar, Valls declinó la oferta
“porque sólo el suyo era el proyecto de centro capaz de reconciliar
la izquierda con el pensamiento liberal”. Sin embargo, Rivera
extendió un cheque en blanco a quien le acababa de provocar una
fractura retirando su propia candidatura, y, ahora tiene a Rigodón
regalando la alcaldía de Barcelona a Colau y torpedeándole, amén
de la prototípica cobardía de Ciudadanos, toda su política nacional
con su veto a los de Abascal.
Pues con el cheque en blanco que Valls ha extendido a Colau, el ex
ministro ha declarado su intención de imponer todo el marco moral y
discursivo socialista. A predicar que el futuro para España, y en
particular para Cataluña, es la sumisión de la libertad a la
hegemonía de toda esa mierda del ecopacifismo, el ecosocialismo,
el anticapitalismo, el republicanismo, y “el derecho de
autodeterminación”. Es decir, la misma morralla de la ICV con la
que el PSC maragallista intoxicó Barcelona en 2003.
Con el cheque en blanco que Valls ha extendido a Colau, propone,
además, entregar a los catalanes que no llevan guardaespalda a los
que le hubieran matado a él si hubieran podido el día de su mitin en
el Raval. En una analogía perfecta de la entrega cobarde del ultracentrismo
al socialismo, aquel día, Valls giraba estúpidamente sobre sí mismo
para prevenir agresiones por la espalda mientras lanzaba besos al
aire hacia delante dando las gracias por salir vivo. Ahora, dice Valls que abandonaría Ciudadanos si Rivera pactara con VOX, no con la Colau que le propone convertirle en el nuevo ocupante de “la tumba del fascismo”.
La estupidez, el engaño, y la indiscutible inoperancia centrista ha
alcanzado preocupantes cotas de peligrosidad al llegar a reconvertir
a una Okupa, pro mantero, votante del referéndum ilegal del 9N, y
defensora de la hipótesis de la represión del Estado, en una
socialdemócrata transversal de moral distraída mientras Rivera se
niega a sentarse con un partido constitucionalista sin el cual no
estarían presidiendo el parlamento andaluz ni vicepresidiendo la
Junta de Andalucía. Ciudadanos demuestra ser, una vez más, la
insoportable levedad del ser, y que el centro sólo sirve para pivotar
hacia la socialdemocracia. O ni siquiera eso si damos por válida la
definición del propio Juan Carlos Girauta en La Eclosión Liberal de
Ediciones Martínez Roca, “El centro es un concepto que demuestra
su inutilidad operativa cada vez que se intenta trabajar con él, y
que, finalmente, parece concernir a meras cuestiones de imagen,
por lo demás dudosas y discutibles”.