Políticos inmaduros

Políticos inmaduros

La patada a Pedro Sánchez no parece estar clara. El líder del PSOE, consciente del tono cada vez más crítico de ciertos sectores territoriales, ha decidido apoyarse en la militancia del partido para reforzar su postura ante los barones que ya se han pronunciado para advertir que con 85 escaños no se puede gobernar, como sentenció la semana pasada Susana Díaz. Frente a las aspiraciones de la “sucesora”, Sánchez ha decidido replegarse en un Comité Federal que respalde su hoja de ruta y ha lanzado un dardo envenenado desde Ferraz, que descarta a la presidenta andaluza como relevo útil porque, para su secretaría general, el PSOE en todo caso buscaría alguien más joven. A lo mejor les encaja mi hijo de 7 años si la edad es —y parece serlo— el único requisito para encarar un proyecto político que se desmorona y está demostrando ser en fondo –y forma- un gran patio de colegio.

Sin perder de vista la escasa credibilidad y falta de autocrítica de los socialistas en este momento, la cuestión roza el absurdo. Y no sólo porque resulte una amenaza vacía y sospechosamente machista, sino porque escudriñando entre los nuevos paradigmas de ésta que nos venden como regeneración política, la tónica general es apelar a la juventud como único valor en alza. Como si los años fuesen algún tipo de connotación negativa que inhabilita para el desarrollo cualificado de una actividad que se caracteriza, en gran medida, por la necesidad previa de experiencia vital y profesional como sello de garantía.

La vejez se ha convertido para algunos —novatos en el oficio del pensar y del hacer— en el peor de los insultos. Lamento comunicarles que resulta totalmente ineficaz. Sobrevalorar la juventud conlleva cierto infantilismo, demuestra una visión netamente cortoplacista y destila incoherencia e inmadurez política. Si el objetivo es generar polémica y reducir la democracia al marketing de las ideas adolescentes, se sobreentiende. Si la intención es utilizar la edad como ofensa, no se esfuercen. Muy al contrario, los adultos aventajan a los jóvenes por muchas razones, la principal es que son experimentados supervivientes curtidos con éxito en los reveses de la vida. Que peinan canas porque se han ganado a pulso lo que tienen y que desde la madurez no imponen ni exigen respeto, simplemente lo merecen. Frente a las nuevas generaciones progres, idílicamente convencidas de que por el mero hecho de respirar tienen derechos preferentes sobre los de quienes han luchado para conferírselos, los viejos políticos —que no políticos viejos— prefieren hacerse los sordos. Será que no les compensa dejar en evidencia a los cachorros de socialismo y comunismo, ni tienen demasiado interés en prestarse —aunque sólo sea por lástima— al ridículo de desmontar sus típicas dictaduras de conciencia.

Será Pedro que, cuando uno es demasiado joven, no sabe todavía muy bien quién es. Eso parece cuando desde el PSOE se ataca a una compañera por gallina vieja. Puede ser que usted se sienta muy orgulloso de sí mismo, pero no tiene menos motivos para estarlo. No sólo con su actitud y prepotencia demuestra estar poco preparado para la gestión. Confiar a la juventud la piedra filosofal del éxito electoral —que todavía no ha conseguido— es un error de principiante. En lugar de sentar cátedra moral, mejor haría en prestar un poco de atención a las voces autorizada de su partido. Ya saben lo que dice el refranero español: «Más sabe el diablo por viejo, que por diablo».

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