El independentismo gana batallas, pero está muerto
Según la leyenda, el Cid ganó una batalla después de muerto. Y al independentismo le pasa lo mismo y con varias. En la tónica a la que nos tiene acostumbrados, Sánchez, el Gran Prevaricador, le ha ofrecido una línea roja más por el consabido puñado de sus votos traidores. Un premio de los gordos: el «Concierto Económico». Los del procés, como cuando doña Jimena ató al Cid a su caballo, Babieca, con un palo (como dicen aquí, «para que el cadáver se quedase tieso y la sola presencia del fiambre sirviera de ánimo para su ejército y de terror para los enemigos»), siguen chantajeando con un poder que realmente ya no existe. La «república catalana», amigos, lleva tiempo también fiambre. Otra cosa es que Pedrisco (copyright de Sosa Wagner) desmantele toda España para seguir tirando en el corto plazo. El único que le importa.
La realidad sociológica de Cataluña está mudando de piel. Y por eso resulta tan patético leer cosas así en X (traduzco del catalán): «Me he dado de baja en un gimnasio porque daban alguna clase en español. Hagámonos valorar como pueblo. Parece que en Cataluña no hay ningún gimnasio que dé las clases 100% en catalán y nadie se queja. ¿Cómo desea salvar el catalán así? Hagámonos respetar. En el gimnasio y donde haga falta. La lengua propia de Cataluña es el catalán, y merece el mismo respeto que cualquier otra lengua».
¿»Pueblo»? ¿Qué «pueblo»? En mi gimnasio de Cerdanyola casi nadie habla en catalán. Ya sabemos que esta pequeña ciudad catalana es del tipo obrero (antes también se decía xarnego). Pero hasta hace muy poquito, en pleno procesismo, se esforzaban todos un montón. Ahora se la refanfinfla. A la que no aprietas a la gente (¿recuerdan? «Apreteu, apreteu») hacen lo que les sale de las narices. «Cataluña sería un Estado Fascista, de lo más parecido a la Alemania del 36, si en todos sus gyms solo se hicieran clases en catalán. ¿No te has enterado de que en el Parlamento hay mayoría españolista? Sigue buscando tu gym, nazi.», le suelta uno también en X. Y llora otra: «En general todo se hace en castellano, yo hace ya más de 20 años, cuando todavía hablar catalán era guay… no como ahora… Que ya me levanté y me fui de una entrevista de trabajo colectiva en una Universidad de Barcelona, por esta razón… porque habían decidido hacerla en castellano…».
Imagínate, ¡habían decidido hacerla en castellano! ¿Por qué sería? ¿Acaso porque la mayoría no entendía, como se dice vulgarmente, un pijo? Otro tuitero la reconviene por su desprecio al castellano: «Siendo el castellano también idioma oficial y siguiendo tu lógica del respeto, no veo coherente tu demanda de excluir cualquier otra lengua y pedir un 100% de catalán en el gym». Hasta que alguien da un mordisco de realidad recordándole que «en Barcelona es misión imposible, casi todos los profes son argentinos».
Jajaja. Es verdad, y mucho cubano, por lo que yo conozco. En realidad ocurre como en la Seguridad Social: pocos médicos son de aquí. Y es que de aquí ya no hay nadie. Escribí una vez en este mismo diario: «La realidad en Cataluña son las tasas reproductivas negativas, su índice de natalidad en declive. Que volvamos al bucle del referéndum y de la independencia es una muestra clara de que a esos que se emocionan y lloran el 11 de septiembre no les mueve más que el corto plazo de su butxaca.”
Pero parece que empiezan a despertarse. Aún hay quien recorre a la consabida denuncia de que hay que luchar contra el castellano por «su posición de dominio gracias a la dictadura española». Pero sin esperanza. Como le respondí yo misma (en broma, claro) a la que se quejaba de que hubiera ¡alguna! clase en castellano: «En mi gimnasio empiezan hacerlas en amazigh. El castellano tiene los días contados. ¡Por fin!».