Incertidumbre económica para el otoño

economía, opinión

Aunque aparentemente resiste en el corto plazo, la economía nacional está muy deteriorada desde el punto de vista estructural. Se ha apostado por la economía del corto plazo a base de un ingente gasto público, que hace que la deuda crezca exponencialmente y que eso suponga un lastre para el crecimiento futuro. Sólo sujetan a la economía española ese gasto público y un buen comportamiento hasta ahora del sector exterior, pero la composición del crecimiento es insana, con mucho gasto y poco consumo e inversión. Esta última sigue por debajo, en términos reales, de los niveles previos a la pandemia. Por su parte, el mercado de trabajo, por más que se cambien la forma de contabilizar parados, realmente no crea empleo, sino que lo reparte en el mejor de los casos, con el triste liderazgo europeo en la tasa de paro general y juvenil. Asimismo, la productividad española sigue baja, y el voraz incremento de impuestos y de cotizaciones a la Seguridad Social está asfixiando, hasta el cierre, a muchas pymes. En cuanto al contexto internacional, Europa no logra salir de su atonía y en EEUU hay una cierta probabilidad de recesión que veremos si, finalmente, se cumple o no.

Así, la amenaza nacional es la del crecimiento insano, como he comentado antes, porque si las reglas fiscales hacen que el gasto público tenga que disminuir, que, además, es esencial que disminuya, y el sector exterior deja de aportar tan positivamente, por pérdida de competitividad de nuestras empresas y por disminución de renta de nuestros principales socios comerciales y mercados emisores, la economía caerá, porque el Gobierno, con su política económica intervencionista, ha anulado gran parte de la economía productiva, haciendo que nuestra economía, tristemente, sea sostenida por el gasto público en lugar de ser sostenible por ella misma.

Los datos nacionales más preocupantes son los de la composición del crecimiento, porque tiene un recorrido corto, artificial, basado en el gasto público, que se plasma en una deuda de 1,625 billones de euros, con un déficit estructural que va subiendo hasta el 4%, y con un intervencionismo asfixiante en la economía: impuestos específicos para determinados sectores; incremento peligroso del salario mínimo de manera desorbitada; aumento de las cotizaciones a la Seguridad Social, que merma la competitividad de las empresas; ligado a lo anterior, reforma contraproducente del sistema de pensiones, que aumenta su insostenibilidad; intervencionismo en el mercado de vivienda y de alquiler, que intensifica el problema del acceso a la vivienda y sus precios; intento de reversión de la reforma laboral de 2012, incrementando de la rigidez en las indemnizaciones por despido, al querer aumentarlas.

Adicionalmente, las guerras existentes hoy en día, con una probabilidad no despreciable de enquistamiento o de agravamiento, pueden provocar tensiones en los mercados y empeoramiento de expectativas, que afecten negativamente a la economía. El resultado de las elecciones en EEUU también es un foco de posible perturbación económica, ya que ambas opciones no son positivas para la economía: Trump, por su proteccionismo; Harris, por su enfoque tan izquierdista, que supone un alto riesgo para el desarrollo económico.

En cuanto a reformas, en España urge una reforma profunda que elimine trabas, reduzca el gasto público de manera drástica, planteando un presupuesto de base cero para salvaguardar los servicios esenciales y acometer una rebaja de impuestos que impulse la economía, además de devolver a España la certidumbre, la seguridad jurídica, que han sido puestas en cuestión por el intento gubernamental de controlar todos los poderes.

Frente a ello, debe desplegarse toda una política reformista, como he dicho antes, de eliminación de obstáculos, gasto limitado, impuestos bajos, superávit presupuestario para reducir la deuda en valores absolutos, liberalización de los mercados e incremento de la seguridad jurídica.

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