La importancia de elegir bien

La importancia de elegir bien

En las próximas semanas, nos enfrentaremos a una serie de toma de decisiones que son esenciales para nuestra economía, pues elegiremos los representantes políticos en diferentes niveles. Primero, diputados y senadores, que representarán a la soberanía nacional en Congreso y Senado. Posteriormente, la mayoría de las elecciones autonómicas, las municipales y las europeas. Es decir, en un espacio de separación de menos de un mes entre ellas, se celebrarán todas las elecciones que pueden tener lugar en nuestro país, con la excepción de las elecciones autonómicas en aquellas regiones que pueden celebrarlas en momentos distintos, por ser las de la llamada “vía rápida”. De todas esas elecciones, siendo todas importantes, la fundamental, como es lógico, es la primera, las elecciones generales. No se trata de una elección más. Políticamente, nos jugamos un modelo de España distinto al vigente de ahora, o el mantenimiento del actual, basado en la Constitución de 1978, con la monarquía parlamentaria que consagra, así como una sociedad de derechos y libertades que ha procurado magníficos avances económicos y sociales en nuestro país, con sus defectos y sus virtudes, pero muy buenos en términos netos.

Y además de lo que nos jugamos en términos políticos, también nos jugamos mucho, ligado a ese desenlace político, en términos económicos, pues las propuestas de política económica son diferentes. Las de Sánchez ya sabemos que se basan en el gasto público, los incrementos de salario mínimo, de subvenciones varias y de impuestos altísimos, con aumento de déficit y deuda, como él mismo reconocía en su senda de estabilidad que nunca fue aprobada. Frente a esa propuesta, tenemos una bien diferenciada, liberal-conservadora, la de Casado, que confía en el individuo, con gasto limitado, eficiente y dedicado a lo esencial, impuestos bajos, cumplimiento del objetivo presupuestario y propósito de amortización de deuda. No son pequeñas las diferencias, y, por tanto, no son pequeños los diferentes resultados que se pueden esperar.

Con la receta de más gasto, más impuestos, más déficit, más deuda y más intervencionismo, ya sabemos lo que obtendremos: lo mismo que consiguió el presidente Rodríguez Zapatero, es decir, recesión y paro masivo. Con las otras propuestas, de gasto eficiente, limitado y esencial, impuestos bajos, cumplimiento de objetivos de estabilidad y libertad económica, siempre hemos alcanzado las mayores cotas de prosperidad. Las personas, cuando compran una casa, tratan de estar lo mejor asesoradas posible, tanto entre los vendedores inmobiliarios como entre las entidades financieras. Cuando una persona invierte sus ahorros, quiere buscar el mejor gestor.

¿Por qué cuando se vota no se hace siempre pensando en la gestión? Otra medida sería irracional, porque elegimos a quienes van a marcar las condiciones del terreno donde se va a desarrollar la economía, es decir, qué y cuánto se produce en una economía, las relaciones laborales, la política fiscal y el grado de intervención. Todo ello, son variables que influyen sobre otra que nos afecta directamente, que es el nivel de empleo y, por tanto, de prosperidad personal. Prometer que se va a regalar todo, puede ser muy bonito, pero es falso. Querer cambiar de régimen, genera inseguridad Ofrecer propuestas tibias, no logra nada concreto. Ser una moda tiene, como sucede en todas las modas, un elemento meramente pasajero. Lo clásico, lo que no pasa de moda, lo que da confianza a la economía, lo que aborda lo alcanzable, lo que fija posición para dar certidumbre, con sus aciertos y sus errores, es la buena gestión. Parece razonable apostar por ella, porque nos jugamos mucho, nada más ni nada menos que nuestro futuro.

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