Illa, otra pesadilla
Tezanos, falseador de encuestas, olvidó decirle a Salvador Illa que una estatua con gafas no da el pego. Las urnas prefieren líderes solventes antes que pusilánimes. Tras fracasar como ministro de Sanidad y haber conseguido el récord de muertos por cien mil habitantes en la UE durante la pandemia, este inútil se deja querer por tres kamikazes del abuso (Iceta, Marlaska y Sánchez), aceptando todo tipo de ridículos elogios que le brindan sus mentores para que asalte la Presidencia de Cataluña con el fin de humillar a millones de catalanes que juran ser españoles. ¡Qué poco sólida es la respetabilidad de dicho candidato! Illa, más que una solución de urgencia, resulta ser otra pesadilla. Tan impávido títere aguanta lo que le echen y hace de don Tancredo, o lo que sea y convenga, según las consignas del amo, el maniquí de La Moncloa, que ha transformado su reducto palaciego en un bazar prêt-à-porter, fabricando políticos multiuso en serie.
Escribir para gente heterogénea sobre dos males que nos preocupan a todos, el incontenible virus y la abortada recuperación económica, no es tarea fácil. Pero el Banco Central Europeo me echa un cabo y autoriza a que digamos que España, con su calamitoso y esquizoide Gobierno al frente, es el país de la eurozona que menos ha ayudado a sus conciudadanos. Autónomos, hoteleros, sanitarios, trabajadores del campo y de la pesca, fuerzas del orden, etc., se ven desasistidos por Pedro Sánchez que, plagiando el estilo dictatorial de Maduro, dinamita el Estado, pues sólo busca perpetuase en el poder. Por eso da vía libre a Iglesias y separatistas para que difamen nuestras instituciones cada vez que quieran o estime oportuno el socialcomunismo.
De la Suramérica marxista rescato un audio aterrador que explica cómo piensan los compinches del vicepresidente. Una voz ebria y muy agitada, repite: “¡Eso da sólo a la gente blanca! Eso da sólo a gente…, cómo es, blanca, gente fina. Que ustedes dicen que ese hijo de puta qué. ¡Les va a dar nada, chucha! Ni rabia no les ha dado. Va a darles ahora… ¿coronavirus?”. Si Illa no fuera un hombre educado y fuera este salvaje, hoy diría lo mismo, en otros términos, porque el cinismo es su moneda de cambio. Illa es un peligro público y ahora, después de haber ocultado miles de muertos, pretende ser elegido presidente de Cataluña. Sánchez, el estadista, manda a Barcelona un objeto volador no identificado para que active el revival del 8-M y que se contagie todo quisqui.
A Salvador Illa, la nueva pesadilla, le vale cualquier cosa para obtener votos, desde perdonar la deuda autonómica y rifar indultos entre quienes le apoyen, a prometer que España entera “parlarà català”.