Un horizonte de intenso deterioro económico
La economía se para cada vez más, en todos sus indicadores, tanto a nivel nacional como internacional. La inflación no cede, adentrándonos en un escenario de estanflación, al menos en la inmensa mayoría de países de la eurozona, entre ellos, España.
En nuestro país, la inflación está haciendo mucho daño, como siempre sucede, en las rentas más bajas, porque son las que destinan más porcentaje de su renta al consumo, prácticamente el 100%, de manera que también soportan un mayor porcentaje de incremento de impuestos sobre su renta derivado de la inflación.
En este contexto de persistencia de precios elevados tanto en Estados Unidos como en la eurozona, los bancos centrales tendrán que seguir drenando liquidez. La Reserva Federal no va a ceder en su política monetaria contractiva, con previsión de que lleve los tipos al 5% en 2023. Por su parte, el BCE parece que prevé pararse en el 3,5%, pero depende de la evolución de la inflación y de la cotización euro-dólar. Ambos movimientos, que son más fuertes ahora por el retardo de aplicación que llevan, pueden provocar una recesión más intensa de la inicialmente esperada.
De hecho, con la intensidad actual de subida de tipos, las familias han de destinar un porcentaje muy superior de su renta al pago de las hipotecas variables y las empresas tienen dificultades de financiación. En el sector público, aunque la deuda valdrá menos, el coste de sus intereses supondrá un esfuerzo superior en el corto plazo, drenando recursos para servicios esenciales o incrementando más, todavía el endeudamiento.
Por otro lado, la mayor confianza en la economía de EEUU y el mayor nivel de tipo de interés, desplazará inversores hacia EEUU, consolidándose la depreciación del euro. Eso, impactará en el crecimiento europeo, porque muchas importaciones de energía se pagan en dólares, de manera que se encarecen. Como, además, son poco sustituibles, su inelasticidad no hace disminuir apenas el volumen importado, confirmándose el mayor incremento de importaciones.
Eso, a su vez, retrasará el control de la inflación, pudiendo motivar nuevas subidas de tipos más allá del 3,5% en la eurozona, ahora descartado por el BCE, de manera que cualquier incremento de intensidad de la política monetaria restrictiva, necesaria para controlar la inflación, provocará una potencial mayor recesión.
Paralelamente, nuestra economía está manteniéndose por el sector exterior. Si cae con intensidad la renta en nuestros socios, disminuirán nuestras exportaciones y el turismo recibido, con impacto muy negativo en la economía española.
Todo ello, confiere un escenario muy adverso, sombrío, que en la segunda parte del otoño puede cobrar fuerza, desgraciadamente, que puede ser especialmente virulenta en España por los grandes desequilibrios acumulados antes citados, que dejan a la economía española en una posición muy frágil. Lo previsible es que el empleo comience su destrucción y los desequilibrios presupuestarios se incrementen.
Por ello, urge, más que nunca, si cabe, un cambio en política económica, que impulse reformas -una política energética racional, sobre todo-, que disminuya el gasto -que es insostenible-, que no suba impuestos y que acelere el retorno a la senda de estabilidad presupuestaria, que, al mismo tiempo, ayudará, en el corto plazo, a la política monetaria a reducir los precios sin necesidad de que sea tan intensa.
Si el Gobierno sigue en su línea de más gasto, más impuestos y menos reformas, las medidas de política monetaria tendrán que ser más duras, la caída de la economía y el empleo se acentuarán, y el sufrimiento de las familias y empresas españolas será mucho mayor.
Con el horizonte electoral que hay, no parece que el Gobierno vaya a seguir la senda de la reducción de gasto y la estabilidad presupuestaria, sino más bien todo lo contrario, que haría que la situación económica empeorase aún más. Sánchez tratará de compensar la posible caída de la economía con más gasto, al mantenerse suspendidas las reglas fiscales en 2023. Tratará, así, de conseguir que le sirva para su corto plazo electoral a costa de hipotecar el medio y largo plazo y el futuro de la economía española, pero esto último parece que le resulta indiferente.
En resumen, el panorama económico de los próximos meses es sombrío. Puede que en los datos macroeconómicos no se deteriore todavía mucho, pero crecerán los acuciantes problemas económicos de los ciudadanos, que tienen mucha dificultad para poder mantener su poder adquisitivo, aun renunciando a la capacidad de ahorro.