‘¡Hispano!’, una de gladiadores

Fue Umberto Eco en su célebre ensayo Apocalípticos e integrados (1964) quien planteó la oposición de dos actitudes ante la llamada «cultura de masas». Por un lado, los que denunciaban que la cultura servida para el “consumo” masivo era una puerta hacia su degradación y, por otra parte, los que consideraban que permitía acceder a la cultura “superior” a quienes antes habían visto imposibilitado su disfrute.
El semiólogo italiano, con quien tuve el privilegio de mantener una muy cordial relación en mi etapa de periodista cultural en Abc, se refería en su ensayo, como un argumento de los «integrados», a que desde que el mundo existe «las turbas han amado el circo», y que sus espectáculos, y citaba expresamente los duelos entre gladiadores, habían sido sustituidos en nuestros tiempos por «otras formas de distracción inferior, que muchos censuran, pero que no cabe considerar como signo especial de decadencia de las costumbres».
El recuerdo del autor de El nombre de la rosa, novela que es en sí misma una expresión del debate sobre la cultura que él mismo planteó hace más de medio siglo, me acompañó inevitablemente en la visita a la singular exposición ¡Hispano! Gladiadores en el Imperio Romano, que podrá verse hasta el próximo mes de septiembre en el Museo Arqueológico y Paleontológico de la Comunidad de Madrid (Marpa), en Alcalá de Henares.
No era sólo la mención literal de Eco a los gladiadores en Apocalípticos e integrados, sino la interesante propuesta con que el director del Marpa, el sabio Enrique Baquedano, ha logrado alcanzar magistralmente una suerte de conciliación entre los partidarios y los detractores de la «cultura de masas» con una exposición que, sin duda alguna, marcará un hito en el conocimiento y la divulgación del mundo romano en España.
El propio Baquedano explica con franqueza el origen de la idea de ¡Hispano! en el catálogo de la exhibición, una publicación, por cierto, de gran altura científica, con textos de una veintena de eminentes especialistas. Al conocer que el cineasta Ridley Scott estaba proyectando rodar la continuación de su taquillera Gladiator, Baquedano y su equipo se plantearon aprovechar el más que probable tirón de la nueva cinta para poner al día el conocimiento arqueológico e histórico de la lucha de los gladiadores.
La idea fue apoyada con entusiasmo por la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el consejero de Cultura, Mariano de Paco. Por supuesto, Baquedano contaba con que los errores académicos y las licencias creativas de la propia película de Scott sirvieran de pretexto para el escándalo de los apocalípticos con el fin de justificar con más fuerza la postura integrada que encarna esta exposición.
Como amante del cine de aventuras, disfruté de Gladiator II, pero debo reconocer que fue mi visita a la exposición del Marpa la que me movió a verla, y no al revés. Con ello pude calibrar en primera persona todo el sentido de ese original experimento propuesto por Baquedano, convertido en pontífice, esto es, hacedor de puentes, entre una expresión de la cultura de masas sobre los gladiadores romanos y una muestra del saber científico actualizado sobre la materia.
Este puente está simbolizado en la magnífica ilustración de Arturo Asensio que sirve de portada a la exhibición y al catálogo, con dos gladiadores batiéndose en la arena de un anfiteatro, uno de los cuales evoca a Russell Crowe, el luchador de origen hispano que protagoniza la oscarizada primera entrega de Ridley Scott.
El resultado es una exposición que consigue como pocas la inmersión en el tema de que trata, en este caso, la vida y la muerte de los luchadores romanos con todo su universo político, económico, social y religioso circundante.
La elección de las comisarias no puede ser más acertada, con María Teresa Nogales Basarrate, directora del Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, y Ángeles Castellano Hernández, también por lo que implica a la hora de tender puentes también entre diferentes administraciones e instituciones públicas para ofrecer una propuesta cultural de calidad expositiva y solvencia científica.
A María Teresa Nogales se debe uno de los estudios del catálogo, sobre los anfiteatros hispanos, que prueba la labor actualizadora del conocimiento de la Hispania romana de esta exhibición. Así, la puesta al día del número de anfiteatros identificados en España nos lleva a contar ya más de una veintena, cuando cuarenta años atrás sólo se registraban menos de una decena.
Son precisamente los anfiteatros los que abren la exposición, situando al visitante en el escenario mismo de los duelos entre gladiadores.
Alrededor de ese mundo gravitan en la exposición los distintos tipos de luchadores, identificados según su armamento o sus piezas defensivas: tracio, samnita, mirmillón, reciario, perseguidor… También los lanistas, que son los mercaderes que venden y compran gladiadores, y los comerciantes de animales para los espectáculos.
Sin olvidar a los árbitros de los combates y sus estrictas reglas, que arrojan una idea muy distinta a la preconcebida sobre estos duelos gladiatorios; o los galenos que curan las heridas de los combatientes, con unos equipos quirúrgicos ante cuya vista darían ganas, supone uno, de salir corriendo y volver a la arena a enfrentarse a una legión de rivales para que continuara el espectáculo».
Por supuesto, no pueden faltar tampoco los aficionados que admiran con pasión deportiva a sus ídolos, cuyos nombres o figuras reproducen en los muros de sus ciudades en singulares grafitis que han llegado a nuestros días.
Una pasión que nos hace entender cómo incluso para algunos patricios la carrera de gladiador era una notable vía de proyección y prestigio sociales. También están presentes en la exposición los emperadores que lustraban su poder con la sangre de los gladiadores o los dioses y los héroes a quienes los luchadores encomendaban su protección.
La aventura a la que invita ¡Hispano! está jalonada de extraordinarias piezas originales y valiosas reproducciones que completan el ameno discurso expositivo, con préstamos de una veintena de museos españoles e italianos. Un trabajo de coordinación impecable por parte de María Carrillo Tundidor, jefa de área del Marpa.
El círculo del pontífice Baquedano se cierra con la presencia del mundo de los espectáculos romanos en la cultura contemporánea, con filmes ya clásicos como “Ben-Hur” de William Wyler. Aquí deseo ampliar este círculo al Museo Ulpiano Checa de Colmenar de Oreja, de tan aconsejable visita en estos días de puente festivo como el propio Marpa.
Al pintor colmenarete le debemos algunas de las recreaciones de mayor proyección universal del mundo romano, y en particular del circo y sus carreras de cuadrigas. Tanto es así que sus cuadros de esta temática sirvieron, no sólo de portada a la edición de la novela Ben-Hur, de Lewis Wallace, sino de inspiración para los escenógrafos de Hollywood a la hora de imaginar estos espacios para el filme de Wyler.
El lector encontrará en las salas del Museo Ulpiano Checa un nuevo puente con el mundo romano de tan intensa emoción como la exposición ¡Hispano! del Marpa o como Antiquarium, el nuevo museo del Parque Arqueológico de Complutum, también en Alcalá de Henares. Con estas tres visitas podrá comprobar que en estos días muchos de los caminos que conducen a Roma pasan por Madrid.