¿Hasta cuándo, Andalucía?

¿Hasta cuándo, Andalucía?

Según el último informe de la Comisión Europea sobre las regiones, Andalucía sigue estando entre las regiones más pobres del continente. Y eso, a pesar de haber recibido más de 102.000 millones de euros en los últimos 30 años, lo que demuestra la incompetencia de quienes han regido la comunidad más poblada de España. Ahora que la campaña electoral está cerca, no está de más que todos los andaluces nos preguntemos qué Andalucía queremos para los próximos años, la del retraso permanente, fruto de una calculada estrategia de compraventa de necesidades, o una Andalucía moderna, próspera, plena de oportunidades, donde los jóvenes no tengan que marcharse para encontrar un futuro, sino que empeñen su talento en crear riqueza en nuestra región. Yo les digo qué prefiere el PSOE: mejor pobres y subvencionados que libres y emprendedores.

Para ello, se basan en la construcción de una secuencia perfecta y falseada con la que justificar su cada vez menos comprensible permanencia en la poltrona. Dicha secuencia tiene cuatro focos.

1) El bucle cautivo del voto. Es una constante en el socialismo, que demuestra que no existe mayor enemigo de los trabajadores y de la clase obrera que la izquierda, la cual habla sin cesar por ellos, pero no ceja de poner trabas a su progreso y prosperidad, fortaleciendo su dependencia constante del poder. La izquierda no quiere una clase media volátil en el voto, independiente y emprendedora, dueña de su destino. Desea los extremos. Tanto a los ricos, a quienes atizan en su aburrida y carca lucha ideológica de clases, como a los pobres, a quienes manipulan y compran con limosnas y prédicas que no se corresponden con los verdaderos hechos.

2) El corrupto ideal de la dependencia. El escritor y académico francés Jean d’Ormesson lo definió como ineptocracia, que es un sistema que en Andalucía lleva dirigiendo las políticas de la Junta desde que tengo uso de razón. No fomentan el emprendimiento, ni la acción privada, ni permiten inversión alguna si no está por medio el poder público, es decir, el PSOE, controlando. Al final, si quieres trabajar tienes casi que jurar fidelidad al puño y la rosa. O te espera el exilio.

3) La mentira como estrategia política. Para que se pueda seguir lubricando la ubre de la corruptela, la Junta inicia cada período de aproximación a las elecciones la misma táctica política: anunciar, comprometer, presumir y por último descalificar a quienes denuncian los reiterados incumplimientos. Un clásico. Ayer, Susana Díaz, en un alarde de cinismo insuperable, llegó a afirmar en el sancta sanctorum del jaleo llamado Twitter, que ella siempre defendió la supresión de los aforamientos en toda España. Pregunten a Ciudadanos cuántas veces negó Díaz, como negó Pedro a Jesús, ese principio incluido en el acuerdo de Gobierno. Pero no importa. Mentir, para cierta política, es tan importante como vivir. A veces es lo que les da vida. Es preocupante la constante alergia por la verdad que tienen en el PSOE.

4) La propaganda como arma de destrucción masiva. Y para mentir es preciso articular un entramado de altavoces de propaganda que hagan circular el mensaje creado para tal fin: engañar, ocultar, manipular al ciudadano. Determinante en la consecución de objetivos políticos es ahormar la difusión de esas mentiras con objeto de introducir en el inconsciente colectivo una realidad que no existe. Así, “la presidenta de todos los andaluces” (sic) se paseó el otro día por la localidad de Priego de Córdoba y anunció ante los medios locales y empresarios de la zona una carretera que su partido lleva dos décadas prometiendo construir. Y ahí seguirá, en el páramo de las promesas. Como todo en este Susanato de trolas y sonrisas subvencionadas. ¿Hasta cuándo, andaluces?

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