El gobierno feminista, mata

pulseras

Habrá que empezar a comunicar las consecuencias de sufrir al autoconsiderado gobierno más feminista de la historia como se hace con las cajetillas de tabaco: prescribiendo su peligrosidad para la salud de las mujeres, del tipo «Las autoridades jurídicas advierten que el gobierno socialista perjudica seriamente la salud» o «Las leyes del gobierno feminista, matan». Porque el desdén legislativo y la osadía política que muestran las ninis feministas ante la enésima negligencia demostrada con el caso de las pulseras defectuosas debería hacer reflexionar a más de una, sobre todo a quienes han hecho de la pancarta oportunista el único momento del año en el que muestran empoderamiento de sororidad compartida.

Ya ha quedado evidenciado que el feminismo político actual es una mentira. Y que ha sacado del INEM a cientos de perroflautas de flotilla y eslogan, cuyo único mérito para ocupar puestos de responsabilidad es abrir la boca y gritar hasta que la campanilla pida la baja por estrés. Representan estas neofeministas lo contrario de lo que dicen defender y han articulado en torno la violencia un negocio rentable en el que numerosos chiringuitos, a modo de observatorios y asociaciones, viven muy cómodos de un presupuesto público que aumenta cada año. En realidad, ese fue y es su único programa: crear inconvenientes y pedir más dinero para no solventarlos. Porque sus políticas no vinieron a solucionar los problemas y tragedias de la gente, sino a rentabilizarlas mientras los impuestos aguanten. Antes, desde Vallecas, ahora desde Galapagar.

Cuando Irene Montero decidió que su mandato iba a oscilar entre al apoyo inicial a una madre secuestradora, el plácet político a una ley que soltaba a las calles a cientos de violadores y agresores sexuales, ante el miedo de sus víctimas, anteriores y potenciales, y ejercer como cabeza visible de unas pulseras antimaltrato que no funcionan, todos sabíamos en qué iba a acabar el escarnio: negar su incompetencia y acusar a quienes la denuncian de pertenecer al universo del bulo y la fachosfera. Más de tres mil millones de euros después de que el Ministerio de Igualdad viera la luz con el cacareado y pomposo gobierno más feminista de la historia, las mujeres están más desprotegidas que antes, sufren más agresiones que nunca y su defensa pende del hilo ocurrente que cada mañana tejen las vividoras ministeriales.

El dinero que gestiona Ana Redondo, como su predecesora, nunca fue (ni está yendo) a costear la seguridad personal de las víctimas, garantizándoles protección policial o privada, ni tampoco a sufragar los costes jurídicos de su defensa, en aquellas ocasiones en la que necesiten dicho apoyo. Al contrario, la pasta se destina a los bolsillos de quienes mantienen la tragedia cociéndose y a los que no interesan que el problema se acabe. El mismo incentivo que tiene la izquierda en general para no acabar con la pobreza es el que poseen las feministas de salón para no terminar con la violencia que sufren las mujeres. Sólo hay que recordar que los dos años que registran el mayor número de asesinadas en la última década pertenecen al mandato de Sánchez (2019 y 2023), justo cuando hubo un mayor aumento presupuestario del prescindible y olvidable ministerio de trinconas chupipandis. Es lo que sucede cuando la ignorancia, el odio y el sectarismo ocupan el lugar de la razón, la experiencia y el sentido común. De ahí que, ante el mayor enemigo que tiene hoy la mujer en España, que son las políticas de izquierdas, reclamemos la advertencia con la que principiaba el artículo: que en todas las marquesinas, estaciones de autobús, tren y metro, en edificios públicos y privados no controlados por el sanchismo iletrado y totalitario, y también en medios no subvencionados por el régimen, alumbremos la verdad a las víctimas de maltrato y violencia que ven, año tras año, su dolor utilizado por las hordas fanáticas de la incompetencia zurda. Y que el anuncio rece así: «El gobierno feminista, mata».

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