Franco por oposición

Franco, Pedro Sánchez

El gobierno socialista anuncia para 2025 la organización de homenajes a Franco, en el cincuenta aniversario de su muerte. Van a dedicar todo un año, con nuestro dinero, a organizar manifestaciones y actos para recordar su figura, algo normal en un gobierno obsesionado con el hombre al que Sánchez quiere parecerse. Al PSOE le gusta el franquismo porque fue una etapa en la que la mayoría de los actuales líderes socialistas, y sus padres, crecieron y vivieron con excelsa comodidad. Tanta atención al dictador se debe a una mala conciencia de quien quiere purgar sus pecados por haberse ausentado durante cuatro décadas de la batalla por la libertad, cuando la verdadera oposición (comunistas, liberales y monárquicos) la daban sin cesar en la España clandestina y atrincherada. El socialismo perdedor de la guerra que provocó durante el infausto periodo republicano, pereció entre críticas sumisas al régimen y lecturas exiliadas, entre Sartre y Cortázar, entre Foucault y Derrida, como buenos revolucionarios de salón y cortijo, pijos redomados que pasaron de la pana al pañuelo palestino sin bajarse del coche oficial y el ático en el Retiro. La izquierda vividora, que disfrutó del franquismo en vida y de las rentas que sus padres ganaron entonces, se presenta ahora como ariete por las libertades que nunca conquistaron.

Cuando el PSOE resucita a dictadores, sabe de lo que habla. Su historial es una sucesión de lucha contra dictaduras finitas mezclada con eterna complicidad hacia los sátrapas vivos, a quienes rinde pleitesía mientras dure el bizum, lo que en épocas pretéritas aún se llamaba transferencia o cheque al portador. Lo de crear focos de despiste ya está inventado. Lo relató Münzenberg y lo perfeccionó su admirado Goebbels (lean sus principios sobre la propaganda). Ambos eran socialistas, como Sánchez, como García Ferreras, como el hijo de Escolar, como Àngels Barceló, como Pepa Bueno, como Fortes e Intxaurrondo. A todos les satisface la trola como forma de controlar el poder y el bulo como vía para reescribir la historia. Son los soldados que todo régimen necesita para instaurarse en la mentalidad colectiva, creadores de una opinión sincronizada, engrasada y repetitiva. Sólo hay algo que le guste más a un socialista que la mentira: el dinero.

Que la estrategia del gobierno y sus adláteres mediáticos sea producir programas churreros sobre Franco para que no se hable de la corrupción y latrocinio del presidente y su familia, de sus ministros y amigos, y la más que evidente malversación de dinero público, demuestra el grado de desesperación y violencia al que están llegando los zurdos del régimen. Criticar a los jóvenes que se declaran franquistas habiendo nacido en democracia debe tener la misma importancia que alabar a quien presume de antifranquismo bajo la misma circunstancia. Esos jóvenes que en las calles y aulas, en la tele y ante sus padres defienden a Franco y algunas de sus medidas, no lo hacen por cercanía ideológica con él, aún menos por conocimiento histórico sobre su papel en la historia de España. Toman posición sólo cuando ven quienes están al otro lado. Escuchar esputos antifranquistas a Otegi, Iglesias, Rufián, Sánchez, a las Charos de El País, a los millonarios presentadores y comisarios políticos colocados en TVE, al bobo Pop y a toda la ralea de culturetas del cine, a los almodovarianos de la enésima subvención y en general, a los vividores de observatorios morados, hace fácil elegir la orilla salvífica de la historia. Ser antiantifranquista es hoy la mejor manera de decirle a estos liberticidas de la moral lo que no queremos que sea España. Y como el cerebro responde de manera binaria a los desafíos intelectuales y retóricos que nos plantea la comunicación política y el marketing chusquero de los bulócratas zurdos, determina la posición correcta por descarte. La francoesfera no son los padres, sino los medios a los que Sánchez riega de presupuesto público para hablar de quien nos dejó hace medio siglo, con tal de que no nos preocupemos por saber qué será de nosotros mañana. Harán que España se vuelva franquista por oposición a un régimen peor, sátrapa en lo económico, tiránico en el poder, liberticida en las formas y miserable en la gestión. Que sigan.

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