¿Al Espanyol le gusta España?
El que un club de fútbol se llame «Espanyol» no significa que tenga que apoyar a una u otra ideología política, que es lo que vende el nacionalismo ambiental que impregna Cataluña cuando algo suena a «hispano» o «ibérico». Pero, al menos, se espera que el concepto de «España» no le provoque alergia. Más que nada porque es el país que le vio nacer y dónde tiene su sede, es en su liga dónde disputa sus partidos y porque ha ganado en cuatro ocasiones el «Campeonato de España» que es el nombre que recibe la actual Copa del Rey. Pero viendo algunas actitudes del actual consejo de administración, dominado por una empresa de capital chino, no queda claro que al «Espanyol» le guste España.
Desde la etapa como presidente del club de Daniel Sánchez Llibre – efectivamente, es el hermano del presidente de Fomento y ex diputado de CiU, el nacionalista Josep Sánchez Llibre –, y hasta nuestros días el club sigue la máxima de no desentonar demasiado con las corrientes de fondo de lo que el nacionalismo entiende por «sociedad catalana». Eso sí, sin llegar al nivel de complicidad del Barça, que es una auténtica estructura de Estado del independentismo catalán, como herramienta de propaganda a nivel internacional.
Esta voluntad de no desentonar demasiado ha provocado que varios presidentes del Espanyol hayan apoyado, de manera explícita, la oficialidad de las selecciones deportivas catalanas. O que desde la directiva del club se haya violado, repetidamente, el consenso tácito que había entre la afición de «solo la bandera blanquiazul». Este lema intentaba evitar una guerra en la grada entre banderas catalanas, rojigualdas, esteladas y otros símbolos, pero el consejo de administración acabó con él al poner solo la senyera en el dorso de la camiseta del equipo en la temporada 2012-2013.
Luego vino todo lo demás: hoy en día en la ciudad deportiva del Espanyol ondea en sus mástiles la bandera del Espanyol y la de Cataluña, pero no la de España. Lo mismo ocurre en varias dependencias destacadas del RCDE Stadium, como en el antepalco presidencial o en la entrada a las oficinas. Y el culmen del despropósito llega con la festividad nacional de Cataluña, el 11 de septiembre. Por la Diada una amplia representación del Espanyol lleva una ofrenda floral ante el monumento a Rafael Casanova, y el club felicita a todos los catalanes en esa jornada festiva. Pero luego llega el 12 de octubre, la fiesta nacional de España, y en el Espanyol todo es silencio. Ni un comunicado, ni un mensaje en redes sociales. Como si fuera un día laborable más.
Ante este escandaloso doble rasero, parece ser que este año el club se planteó felicitar el 12 de octubre, e incluso preparó el material. Pero al final los dirigentes pericos no se atrevieron. Los complejos de siempre, el deseo de no molestar demasiado al poder nacionalista. Lo que pasa en Cataluña cada día, en el que muchos, por no meterse en líos, aceptan comulgar con ruedas de molino. Es una pena este comportamiento en el club que acogió de manera admirable a la selección española de fútbol tras su exilio involuntario de Cataluña durante dieciocho años. El 26 de marzo de 2022 en el RCDE Stadium se jugó el España-Albania (2-1), y el campo se llenó, de manera cívica y ejemplar, por cerca de 37.000 catalanes para apoyar al combinado nacional. Son estas paradojas que se viven en la Cataluña dominada por el nacionalismo, ya que el Espanyol supo evitar las presiones políticas que recibió durante el procés por parte del independentismo, pero luego es incapaz de hacer algo tan natural como felicitar el 12 de octubre. Tan necesario debería ser felicitar el 11 de septiembre – el día de la comunidad autónoma catalana – como la fiesta nacional de España.