España bajo el príncipe de la mentira

Día a día, la sociedad española se va acostumbrando a vivir con un gobierno que debería trabajar por conseguir lo que tiene como misión especial: velar por el interés general de España y por el bien común de sus ciudadanos.
Resulta doloroso que desde hace casi siete años es otra cosa muy diferente lo que tenemos instalado en La Moncloa, residencia oficial de la presidencia del gobierno y lugar en que éste se reúne en Consejo de Ministros para debatir y aprobar las normas que deben implementar el cumplimiento de esa prioritaria misión que tiene encomendada. Hasta aquí es lo que debería ser un gobierno de la Nación, -digno de ser definido como tal- con independencia de su color político, en nuestra actual democracia parlamentaria, organizada como un Estado social y de Derecho.
Pero es preciso denunciar que desde que Sánchez accedió a La Moncloa tras las dos mayores derrotas obtenidas por el PSOE desde la aprobación de la Constitución -con 89 y 85 escaños respectivamente, y en tan sólo seis meses- no es un gobierno de España lo que está al frente del poder ejecutivo, sino una macedonia de más de una veintena de siglas con el común objetivo de mantener a Sánchez en la Moncloa. Son adversarios frontales entre sí en sus respectivas comunidades -Junts y ERC en Cataluña y Bildu y el PNV en el País Vasco-, además de serlo también las múltiples siglas de Sumar y Podemos, pero les une no el servir a España y los españoles, sino obtener beneficio para sus intereses particulares, sean estos personales o políticos, pero siempre contrarios al interés general de España.
El conocido como síndrome de la rana parece haber sumido en él a una parte no menor de la sociedad española, lo que exige por parte de quienes no se consideran inmersos en esa situación, a contribuir en la medida de sus posibilidades, a despertar a los afectados antes de que el daño provocado sea irreversible.
Además de estas consideraciones políticas, existen principios y valores consustanciales a un cuerpo social que se rige con el deseo de que el respeto a ellos sea señal de su identidad. Son la ética pública propia de una sociedad cuya dignidad y autoestima se quiera salvaguardar. El respeto a la palabra dada, siempre se ha considerado una característica que acompaña al honor de una persona, lo que es más exigible, si cabe, en quienes ostentan responsabilidades públicas alcanzadas por un voto de confianza en el cumplimiento de los compromisos prometidos.
Hoy esa ética está desaparecida en la política nacional ante el incumplimiento reiterado de la palabra dada, disfrazada de «cambios de opinión». Hacer desaparecer la verdad y la mentira de la actividad política es característico de la sociedad de la postverdad, eufemismo que pretende encubrir a sus promotores y seguidores, que son discípulos del conocido como príncipe de la mentira. En la Historia Universal existe un ser que se definió como la Verdad y un antagonista al que denominó precisamente de esa forma.
La mentira se opone a la verdad, y la actual dictadura del relativismo, que rige en gran parte de las sociedades occidentales, niega su existencia por considerar que no existen verdades absolutas, ya que todo es relativo y sometido a la opinión del correspondiente interlocutor. Persona o personaje que modula su opinión en función de lo que en cada momento le convenga mejor a sus intereses. Aplicado a la situación de España en la actualidad, sobran explicaciones respecto a quién puede ser calificado de indudable discípulo de esa doctrina.
España tiene tras de sí una Historia inigualable en la conformación de lo que un día fue la Cristiandad, hoy la Europa Occidental, organizada políticamente como la UE. Esa sociedad se construyó sobre el trípode de la filosofía de Grecia, el derecho de Roma y la religión nacida en Jerusalén. Sobre esas raíces cristianas se edificó Europa y en ese proceso España ha desempeñado un papel esencial llevando esos valores a la América hispana y occidental. Hoy esa España, está bajo el influjo de los discípulos del príncipe de la mentira para intentar conseguir el poder de este mundo. Y destruir España.