El error de relajar el Pacto de Estabilidad y Crecimiento
La próxima presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, declaró hace unas semanas que aplicará la flexibilidad que le permite la norma del Pacto de Estabilidad y Crecimiento para promover el crecimiento y la inversión. ¿Qué quiere decir esto? Que va a hacer menos ortodoxo dicho pacto de la Eurozona, con objeto de que el cumplimiento de los objetivos de déficit y deuda sean más flexibles.
Así destacaba Financial Times un documento interno de Bruselas, que aboga por eliminar la rigidez actual del pacto e ir hacia uno más flexible. Por tanto, parece que la Comisión Europea sí que ha empezado los preparativos para tratar de aprobar dicha modificación. Eso sería un tremendo error. Ya en 2005 se flexibilizó el Pacto de Estabilidad y Crecimiento debido a que entonces tanto Alemania como Francia incumplían ampliamente los objetivos de déficit. Entonces, al relajarse dicho cumplimiento se sembró la semilla de los grandes incumplimientos posteriores, del gasto desmedido por parte de la práctica totalidad de países y de los problemas presupuestarios y financieros que ha arrastrado la Eurozona durante los peores años de la crisis.
El Pacto de Estabilidad y Crecimiento no es un capricho: se firmó para asegurar el cumplimiento de los cinco criterios de convergencia entre los países que fuesen a integrar la moneda única para, posteriormente una vez integrados, que siguiesen respetando los objetivos de déficit (por debajo del 3% del PIB) y deuda pública (por debajo del 60% del PIB o descendiendo hacia ese nivel a un ritmo anual adecuado).
¿Por qué esos criterios? Porque los países de la eurozona entregaban su política monetaria, que pasaba a ser ejercida por el BCE en función de los intereses de la media de la zona euro, pero no su política fiscal. El cumplimiento de esos criterios asegura, en gran medida, una convergencia fiscal, es decir, que cada país de la Eurozona vaya a comportarse en línea con la media de la zona euro, de manera que las decisiones de política monetaria les afectaría a todos por igual, sin peligrosas distorsiones. Si eso se rompe o se suaviza, los riesgos de gasto desmedido, déficit elevado y deuda insoportable serán muy grandes, con un efecto nocivo sobre la economía y el empleo. El problema a resolver no es el no poder gastar mucho, sino que debe buscarse el gastar bien y de la manera más austera y eficiente, con impuestos bajos y reformas por el lado de la oferta que permitan dinamizar la economía. Sin ellas, no habrá crecimiento sostenible, la política monetaria tan laxa del BCE no habrá servido para nada bueno y la Eurozona saldrá de ello más endeudada que antes.
- José María Rotellar es Profesor de la UFV, del CES Cardenal Cisneros y del Trinity College