Apuntes incorrectos

Los empresarios tras Feijóo y el problema de Vox

Alberto Núñez Feijóo

Almuerzo el fin de semana con un empresario amigo. Es un tipo singular por varias razones. Su compañía es de tamaño medio, aunque tiene 3.000 empleados, que no son pocos. Gana dinero, y ya me dice nada más empezar a comer que a pesar de lo que sostiene la izquierda no conoce a ningún compañero que no esté actualmente en pérdidas. También que si tuviera algún año menos se iría de España. Uno de sus hijos, que tiene una pequeña sociedad, acaba de mudarse a Andorra: se va a ahorrar 100.000 euros al año. “El que puede se va, Miguel. Aquí se pagan muchos impuestos y de momento hay muy pocas expectativas de futuro”. “La gente está harta del Gobierno. Han subido las cuotas sociales, el grupo de trabajo que prepara por encargo del Ejecutivo una reforma tributaria a su dictado propondrá un nuevo aumento de la presión fiscal, las rentas ligeramente altas ya están más gravadas por el IRPF que en el resto de Europa, el tipo efectivo del Impuesto de Sociedades es más elevado, y en muchas autonomías, salvo Madrid y otras excepciones, el castigo al patrimonio, que ha desaparecido en todos los países desarrollados, es salvaje”.

Le digo que los empresarios no parecen demasiado descontentos con Sánchez, a cuyos saraos acuden demostrando una repugnante condición lanar. ¿Pero qué quieres?, me contesta. “Esos son los más importantes, los más destacados, el Ibex 35, y están haciendo cola para recibir los fondos europeos”. “Pero no tienes razón. Están como locos por desembarazarse de este Gobierno hostil al mundo de los negocios. Y por eso están muy contentos de que Feijóo se convierta en la alternativa. Están convencidos de que puede ganar. Igual que estaban muy persuadidos de que Casado no lo conseguiría jamás”.

En su opinión, las pasadas elecciones en Castilla y León han sido decisivas a estos efectos. El PP apenas ha conseguido salvar los muebles y el gran triunfador ha sido Vox, que para los empresarios representa un problema. No porque crean que no es un partido respetable, ni que sus políticas puedan perjudicar la vida empresarial -más bien lo contrario-, ni que Abascal no sea un tipo honrado, decente y valioso, sino por el cataclismo que podría provocar en el país que Vox pudiera superar en votos al PP. “Mira lo que está sucediendo ahora. Tenemos una inflación por las nubes, la tasa de paro más alta de toda Europa -ya más que Grecia-, la deuda pública está fuera de control, el precio de la luz y de la gasolina ha roto todas las barreras. ¿Has visto alguna manifestación de protesta? En cambio, si Vox superase en votos al PP se encenderían todas las alarmas. La izquierda desplegaría con violencia toda su artillería. Se crearía un clima civil realmente difícil de soportar”.

A mi amigo no le cabe duda de que la beautiful empresarial se ha movilizado al máximo para desplazar a Casado, de que ha contactado reiteradamente con Feijóo para que diera el paso adelante que se concretará seguramente mañana y se convierta en el candidato del PP a las próximas elecciones. “Mira Miguel, la prioridad del empresariado es cargarse a Sánchez, que desaparezca, porque otra legislatura más en manos de Podemos, de Bildu y de los independentistas catalanes nos enterraría como país, arruinaría por completo cualquier posibilidad de salir del hoyo profundo en el que nos encontramos”. Según el empresario del que les hablo y con el que pruebo una paella valenciana muy sabrosa, ha sido el presidente Sánchez el que montó toda la operación para desestabilizar al PP a través de la filtración de documentos fiscales reservados con el fin último de cargarse a Ayuso, que es a la que teme, porque representa con éxito justo lo contrario de la ideología y de las políticas que le animan y porque es muchísimo más popular que él.

Pero la operación ha resultado fallida. No ha acabado con Ayuso, y ha defenestrado a Casado, que era un rival más asequible, con la consecuencia de que ha entronizado a Feijóo, que es un contendiente más difícil de batir, y que, empujado por los empresarios, presionado por ellos, ha sido el que, en términos reales y prácticos, ha depuesto a Casado, llamando a todos los presidentes regionales del partido para recabar su apoyo y presentando al final un ultimátum al líder del PP: o te vas voluntariamente o te echamos de la peor manera posible.

Mi amigo ha votado a Ayuso en Madrid pero es votante de Vox en las generales. “Me parece estupendo que gane en diputados y por supuesto que entre en el Gobierno de Castilla y León, y eventualmente en el de España, pero siempre desde la inferioridad, porque si Abascal superase al PP se produciría por desgracia una situación insoportable, no me cabe duda de que el país ardería en llamas”. ¿Pero va a dar Feijóo la batalla cultural, o va a ser una mera y desagradable repetición de Rajoy, de su desagradable moderantismo y absentismo ideológico?, pregunto a mi comensal. “¡Déjate de hostias, Miguel! Claro que la batalla cultural es la más importante, y que el asunto clave del país es el sistema educativo. Si le dices a nuestros jóvenes que pueden pasar de curso sin aprobar, sin haberse esforzado y demostrado todas sus capacidades, los estás malversando. Les estás diciendo ‘no te preocupes, no hagas nada, que ya te pagaré yo todo’. De igual manera, si castigamos al que arriesga para dar dinero al que vive del cuento estamos condenando a la nación a la miseria laboral, y lo que es peor, moral. La redistribución fiscal masiva y a gran escala es letal. Pero mi opinión es que la prioridad del momento es ganar las elecciones, echar a Sánchez de La Moncloa, acabar con él. La batalla cultural hay que darla, porque es la más importante, pero después, porque lo primero es ganar, y yo estoy convencido de que Feijóo puede conseguirlo”. Pues que así sea, le digo, no con demasiada convicción. Pedimos un par de gin tónics, pasamos a hablar de la familia y de los hijos y quedamos encomendados a Dios.

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