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Breton Musk

Toda la tragedia griega gira en torno a una única idea, la de la hybris, esa arrogancia del poderoso que siempre siembra la desolación y la ruina y acaba llevando a su propia destrucción. Sófocles haría maravillas con el caso de Thierry Breton.

Mientras Sánchez culmina su asalto a las libertades y la conquista del control total con su orwelliano programa para «regenerar la democracia» silenciando a los medios críticos, a los europeos nos queda el magro consuelo de ver caer a uno de los más arrogantes burócratas que gobiernan nuestras vidas, el comisario europeo de Mercado Interior, Thierry Breton.

Breton es el retrato robot del eurócrata europeo, un hombre que, sin haber sido elegido por electorado alguno, detentaba sobre los ciudadanos comunitarios un poder que pondría los dientes largos a los déspotas de antaño y pretendía ejercerlo, especialmente, contra el coco del establishment político occidental, la libertad de expresión.

El pecado de Breton, lo que le ha llevado a quedar fuera de la nueva Comisión montada por Ursula von der Leyen, que repite, ha sido la hybris. No enfrentarse a las directrices del ejecutivo europeo, sino seguirlas con una torpeza, indiscreción y rapidez hijas de la soberbia. Y su némesis se llama Elon Musk, el multimillonario que ha comprado la red social X para convertirla, dice, en un refugio de la libertad de expresión en un entorno cada vez más asfixiante de censura online.

Lo que puso a Breton, como a muchos otros censores in pectore, en el disparadero fue la entrevista con Trump que Musk colgó en su red y que generó mil millones de visitas, una octava parte de la humanidad.

Breton envió una carta en su calidad de comisario del Mercado Interior a Musk amenazando a X con castigarlo si no tomaba medidas enérgicas contra «el contenido que promueve el odio, el desorden, la incitación a la violencia o ciertos casos de desinformación». Teniendo en cuenta lo que ha sido la versión oficial de la cosa pública en el último lustro, que cualquier autoridad hable de «desinformación» suena a sarcasmo sangriento, pero así están las cosas.

La respuesta de Musk, en la propia red social, fue un directísimo y muy poco diplomático «que te follen» («Literally, fuck your own face!», para ser precisos).

Pero los colegas de Breton, lejos de solidarizarse con él, le desautorizaron. En un duro comunicado, Bruselas acusó a Breton de haberse excedido con la carta a Musk, afirmando que nunca buscó la aprobación de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, para enviarla.

«El momento y la redacción de la carta no fueron coordinados ni acordados con el presidente ni con los [comisionados]», dijo la Comisión en su comunicado. «Thierry tiene su propia mentalidad y forma de trabajar y pensar», dijo un alto funcionario anónimo de la Unión Europea.

Por su parte, la directora ejecutiva de X, Linda Yaccarino, calificó la injerencia del pobre Thierry como un «intento sin precedentes de extender una ley destinada a aplicarse en Europa a las actividades políticas en los Estados Unidos», y desde la campaña de Trump el mensaje fue que la UE no tiene nada que decir sobre las elecciones norteamericanas y que, literalmente, «pueden irse al infierno».

Así que Ursula no le metió en la lista de la nueva comisión, lo que fue demasiado para el soberbio Thierry, que respondió con el clásico «no me dejas tú, me voy yo» en una carta dirigida a Von der Leyen asegurando que, «a pesar de que el presidente francés, Emmanuel Macron, lo designó como el candidato oficial de Francia al Colegio de Comisarios, ‘usted’ (Von der Leyen) le pidió a Francia que retirara mi nombre, por razones personales que en ningún caso ha discutido directamente conmigo».

La verdad es que a Breton le tenían ganas en Bruselas desde hace tiempo. El francés tiene un ego que incluso en una cábala famosa por su arrogancia como es la Comisión se hacía insoportable, un verso suelto que comprometía la credibilidad de la Comisión con continuas salidas de pata de banco.

Pero, por esta vez, no puede decirse que, muerto el perro, vaya a acabarse la rabia. Lo que ha dicho Breton lo piensan todos en Bruselas, e incluso lo dicen, aunque de modo más vago, diplomático y sibilino.

El proyecto que está implementando Bruselas exige el absoluto control de la narrativa, y Twitter es una espina en el costado. Lo ideal sería que acabaran con la red social completamente o, al menos, con su dueño, esa mosca cojonera que es Musk, algo en lo que Washington tendría más mano. Si no es posible, Bruselas sueña con bloquear la red en su territorio. Este pasado agosto, Sandro Gozi, que representa a la coalición Ensemble de Macron en el Parlamento Europeo, renovó las amenazas de Breton en una entrevista concedida a La Repubblica y afirmó que «si Elon Musk no cumple con las reglas europeas sobre servicios digitales, la Comisión Europea pedirá a los operadores continentales que bloqueen X o, en el caso más extremo, impondrá el desmantelamiento total de la plataforma en el territorio de la Unión».

Breton vive, la lucha sigue.

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