El machismo insultante de Pablo Iglesias contra Soraya que nadie critica

Pablo-Iglesias
Pablo Iglesias. (Foto: Getty)

La última ocurrencia verbal de Pablo Iglesias se llama ‘Operación Menina’, un ataque directo contra Soraya Sáenz de Santamaría basado en un machismo tan rancio que parece de otro siglo, indigno de un joven con tan sólo 37 años. Como llevamos denunciando en Okdiario desde nuestro inicio, la ofensa es uno de los elementos más recurrentes en la dialéctica política de los podemitas —sólo hay que recodar al ínclito Monedero y sus alusiones cocaínicas sobre Albert Rivera— y es inadmisible que en pleno 2015 el juego político esté basado en argumentos tan fatuos y chanzas más propias de un macarra de instituto que de un candidato a presidente del Gobierno. Con este apelativo, Iglesias montó su propia teoría de la conspiración para sugerir, básicamente, que el Partido Popular preparaba a Soraya como alternativa en el caso de que tuvieran que pactar con Ciudadanos y Rivera pusiera como condición sine qua non la destitución de Rajoy.

Más allá de la verosimilitud de esta paranoia conspirativa, el mensaje de Iglesias, atendiendo a la propia etimología de la palabra —»niña» en portugués—, sólo puede tener dos intenciones, cada cual más abyecta y siempre atendiendo a criterios físicos. Si analizamos el significado literal, las meninas eran menores procedentes de familias nobles que servían a la reina o a sus hijos. Al establecer la comparación, minusvalora e infantiliza de manera explícita a la vicepresidenta del Gobierno, una mujer de 44 años con una experiencia política y profesional como para pocas bromas.

Si, por el contrario, Pablo Iglesias ha querido ir más allá con pretenciosa sutileza, se estaría refiriendo al cuadro del mismo nombre que pintó el maestro sevillano Diego Velázquez en el siglo XVII y que, además de por su majestuosidad, tiene asiento en el pensamiento colectivo porque en él salen cuatro niñas acompañadas por el personaje más popular de toda la composición: la enana Maribárbola.

Sea como fuere, esta comparación de evidente sesgo físico es del todo desafortunada y sorprende que nadie analice en profundidad la carga sexista de las palabras de Pablo Iglesias. El respeto intersexual no es ya una obligación inexcusable en un cargo público sino que debe ser una norma de educación y conducta inquebrantable que vertebre la sociedad de un país como España. El machismo es una lacra que debemos desterrar y los primeros que deberían de dar ejemplo son los cargos públicos. Sobre todo si, como en el caso del secretario general de Podemos, aspira a encabezar el Gobierno.

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