Los lavanderos de Pujol
El viernes flipaba. ¿Por qué flipaba en un país en el que flipar se ha convertido en misión imposible toda vez que todo es flipante y, consecuentemente, lo normal es la excepción y no la regla? El que les escribe alucinó al contemplar cómo la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional tenía el enésimo detalle de la Justicia española con la familia Pujol. Esta vez el afortunado era Júnior, el primogénito de la diabólica pareja compuesta por el ex president autonómico y su dona, la simpar Marta Ferrusola. Lleva desde el 25 de abril en la trena que debió pisar hace cuatro años cuando saltó a la luz el escándalo que nadie durante décadas se había atrevido a destapar en Cataluña. Todos lo sabían pero todos callaban como mierdas o como delincuentes de la información. Unos, los editores, porque sobre-coger pastuki de la Generalitat provoca que tu medio tenga las cuentas resueltas nada más subir la persiana del negoci el 1 de enero, y otros porque el miedo es libre, porque no dan para más o porque saben que meterte con la royal family de Cataluña es sinónimo de muerte civil segura.
Jordito va a pasar poco más de dos meses en esa cárcel desde la que puedes divisar la Sierra madrileña y en la que en estas jornadas de inhumano calor se duerme razonablemente bien. Estos dos meses de prisión provisional contrastan con los 32 de Francisco Granados, cuyos presuntos delitos (de momento, sólo le pueden probar de manera incontrovertible el millón del altillo y su cuenta en Suiza) están muy lejos cuantitativa y cualitativamente de los que han perpetrado una familia que ha robado 3.000 millones de euros. Un potosí que sitúa a Jordi Pujol Soley como la cuarta o quinta fortuna española y, desde luego, dentro del top 100 europeo. Un auténtico milagro de los panes y los peces teniendo en cuenta que su salario anual fue de 80.000 euros anuales (en euros constantes) durante sus 23 años de Presidencia de la Generalitat.
¿Por qué van a sacar del maco a Jordito cuando hay riesgo de que vuelva a ocultar el botín del clan? Les recuerdo que hoy día puedes mover en un segundo miles de millones de un paraíso fiscal a otro. La explicación es muy sencilla y nada tiene que ver con que le defienda el Messi de la abogacía española (Cristóbal Martell): hay en marcha una operación para lavar la imagen de la famiglia real catalana. Ya lo avisó el mayor delincuente político de la historia de Europa: “Si caemos nosotros, cae todo el Estado”. El baile de San Vito se instaló en buena parte de los hombres y mujeres que han gobernado este país todavía llamado España en las últimas tres décadas. Pujol robó como si no hubiera un mañana pero no es menos cierto que en muchas ocasiones lo hizo acompañado de otros superultrahípermegavips patrios- El caso paradigmático fueron los Juegos Olímpicos, una piñata de proporciones bananeras en términos contables y desde el punto de vista de la desfachatez con la que se despachaban las ingentes coimas. Fue una suerte de tangentópoli en la que cada uno ponía el cazo en función de su representación parlamentaria y municipal.
Lo único que quiere la Justicia con Jordito es que parezca que hace Justicia para que la ciudadanía no se mosquee más de la cuenta. Y aquí paz y después gloria. Nos toman por gilipollas. Le acusan de haber movido fuera de España sólo (digo “sólo” porque 29 millones es el 1% de la fortuna pujoliana) 29 millones de euros mientras se desarrollaba la investigación y de cuatro delitos fiscales. Un auténtico regalo del cielo teniendo en cuenta que el saqueo de papá e hijo es de 3.000 millones de euros. Sirva como ejemplo de cuanto les estoy relatando que en la primavera de 2013, apenas tres meses después de que un servidor destapase desde El Mundo el mayor caso de corrupción conocido, la Policía pidió a la Fiscalía y al juez Ruz el registro de la casa de este pájaro y les respondieron que nones.
La Operación Lavandería prosigue. Vaya si prosigue. En ella están enfrascados varios grupos de comunicación notorios y notables: Prisa, cuyo casero es Oleguer Pujol, el Grupo Zeta de la familia Asensio, el Grupo Godó del grande de España que quiere acabar con España (Carlos Godó) y obviamente el de un Roures que forjó su sospechosa fortuna al amparo de la TV3 de Jordi Pujol. Y obviamente también numerosos periodistas, aunque en el caso de éstos no por razones bastardas sino simple y llanamente porque son conscientes de que el golferío entorpece el proceso independentista que tanto les mola. Entre ellos llama poderosamente la atención Jordi Évole, el de las entrevistas felación a Pujol padre y a un Arnaldo Otegi al que sólo faltó dar un pico modelo Pablemos. Para este periodista lo guay, lo cool, deben ser los ladrones y los terroristas. En fin…
Este lavado de imagen tiene como objetivo desacreditar a la Policía española, una de las mejores y más eficientes del mundo, para acreditar a los desacreditadísimos líderes independentistas (Pujol, Mas y cía). Y perdón por el juego de palabras y redundancias. Ahora resulta que los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad auscultaron a los Pujol, a Mas, a Trias et altri no porque hayan saqueado o posean cuentas offshore sino por motivos políticos. De coña. Olvidan todos estos embusteros que un agente tiene la obligación de escudriñar cualquier denuncia porque, de lo contrario, puede ser acusado y condenado a una conducta tipificada en el Código Penal: la omisión del deber de perseguir o impedir un delito, que puede acarrear hasta cuatro años de reclusión.
El montaje es tal que han llegado incluso a representar como un quinqui y un malvado a el ex número 1 de la Policía, Eugenio Pino, un personaje honrado a carta cabal, de los de ese plan antiguo en el que se consideraba inmoral hasta llevarte de la oficina un boli bic. Operación en la que han jugado un papel fundamental el diario podemita de Roures con la estrecha colaboración de Marcelino Martín Blas, antiguo jefe de Asuntos Internos de la Policía y que antaño era conocido en el cuerpo por ser “más facha que el Cid Campeador”. Este comisario, más conocido entre sus compañeros por su alias, El Rústico, es el que se quedó la grabación al ministro del Interior Jorge Fernández Díaz que luego acabó en manos de una íntima amiga suya. Éstos son los tontos útiles de los que finalmente acabaron prefabricando mediáticamente una Operación Cataluña que sólo existía y existe en sus calenturientas mentes.
¿Qué buscan? Obvio: los unos, que los Pujol se vayan de rositas y no tiren de una manta que llega a La Angorilla. Los otros, los podemitas, contribuir a destruir al PP y la estabilidad del Estado por aquello de que cuanto peor, mejor. Vamos, un revival de ese 34 y ese 36 que nos llevaron a la Guerra Civil. Y los de más allá sólo desean desmontar unas revelaciones policiales que han metido un palo en la rueda del procés golpista. Ni más ni menos, ni menos ni más. No me imagino yo al PP soltando el cuento de la “operación política” cada vez que les pillan con las manos en la masa. Ni los sobresueldos, ni Gürtel, ni González, ni desde luego Pujol, son conspiraciones sino más bien el ejercicio cabal de la Justicia. Y el que la hace, que la pague. Que puede prevaricar un juez, o un fiscal o un policía pero es física y metafísicamente imposible que lo hagan los tres a la vez.
El periodismo ficción, al que se ha sumado el Parlament de Cataluña de mayoría golpista, no conseguirá su objetivo. Más que nada porque en la ficción y en la realidad siempre acababa ganando el bien. Y así como lo de Gürtel, lo de Bárcenas, lo de Lezo, lo de Púnica, lo de la caja B o lo de los milmillonarios ERE y cursos de formación no era un cuento chino, lo de Pujol y Convergència tampoco lo es. Con una diferencia: lo de los los populares son decenas de millones, lo de los amigos de Évole y cía son miles de millones. Pequeño matiz.
PD: titulo deliberadamente “Los lavanderos de Pujol” y no “Los lavanderos de los Pujol” porque aquí hay un gran ladrón, Don Jordi. Los demás son unos machacas, desde Júnior hasta Oleguer, pasando por Doña Marta, Josep y Oriol. El que podía robar y robó hasta el infinito era el padre. Él era y es el autor material e intelectual y los otros los peristas o los colaboradores necesarios. Basta ya de que parezca que no se enteraba de nada. El gran maligno es él.