¿Dónde está Vox?

¿Dónde está Vox?

Entre que en las televisiones se le da poco pábulo y entre que la irrupción electoral de Isabel Díaz Ayuso es fortísima, el partido de Abascal, el que arrasó al PP en las recientes elecciones catalanas, parece desaparecido del mapa político español. Sus dirigentes no admiten esta percepción; es más, creen que tras la sorpresiva convocatoria de Ayuso, ellos no han hecho más que mejorar. Se piensan decisivos y en eso no se les puede dar más que la razón. Porque fíjense, en el peor escenario de la noche del 4 de mayo; supongamos que la candidata Monasterio, hasta ahora muy desaparecida, no consigue rebasar el dintel del cinco por ciento de los votos. Si es así, quedaría fuera de la Asamblea de Madrid. ¿Es posible esta fatalidad?

Pues algún sociólogo, de los que escudriñan por anticipado las posibilidades de cada quien no dan por imposible que Vox se quede a las puertas del Parlamento regional. Es cierto, porque lo es, que los dirigentes del partido se ríen, más que sonríen, cuando, sólo como hipótesis, se les menciona un desastre así. No lo contemplan en absoluto, pero, una pregunta: ¿han analizado certeramente lo que en principio está ocurriendo con el voto del centro derecha en Madrid? Ya se sabe que se van a centrar en el llamado ‘cinturón rojo’ donde tan buenos logros sumaron en  las pasadas generales, pero las circunstancias han cambiado, por lo que es lógico preguntarse: ¿será suficiente esa estrategia para obtener un resultado cuantioso? En principio, nada lo prevé así.

Pues, a lo que parece, el ‘efecto Ayuso’ está concitando sobre la actual presidenta un apoyo masivo en dos direcciones: la más evidente es el desplazamiento de los votantes de Ciudadanos y, con menos fuerza pero también de forma evidente, hacia el PSOE. La segunda es la apuesta general por el partido mejor situado en la derecha. La candidatura del voluntarioso Edmundo Bal, un político que se confiesa inequívocamente “a la izquierda del centro” (es su propia definición política) no está arañando por ahora, y se supone que tampoco en la campaña, una sola voluntad procedente del PP, más bien al contrario. Bal, que siembra recelos mil en lo que queda de su esquelético partido, tiene en todo caso una sola oportunidad: la que le puede deparar el único debate televisivo -va a ser sólo uno- que se celebrará en el medio del los días de campaña. Bal, buen orador y hombre de excelente formación jurídica, reclamará con toda seguridad la atención de los espectadores, pero: ¿será suficiente ello? Nadie lo da por asegurado.

Y, ¿el papel de Vox? ¿qué está haciendo Vox? ¿por qué no se está moviendo más? ¿cuál es el papel ahora mismo de su candidata Monasterio? Son preguntas difíciles para una respuesta simple. Lo más probable es que, tras la primera conmoción surgida de la convocatoria electoral, el equipo directivo del partido esté analizando cómo oponerse al huracán desatado por Ayuso. La réplica oficial a tantas preguntas es que “algo se está moviendo ya”, lo cual se asemeja más a un acto de voluntad que a la fotografía de una realidad adversa. Es curioso, pero algunos analistas del centro derecha, si reparar en los datos fehacientes que depara la enrevesada Ley d’Hont, festejan por anticipado lo bien que le vendría al PP de Ayuso, la incomparecencia de Vox en la venidera Asamblea de Madrid. Pues bien, eso sería más que un dislate, que también, sería constancia cercana a la catástrofe para la aventura electoral de Ayuso. ¿Qué supondría ello? Pues que el PP tendría que obtener en las urnas de mayo un resultado próximo al 47 por ciento de los votos emitidos, algo que ni ahora mismo, ni el mismo 4 de mayo parece posible para Ayuso.

De aquí, que resulte preocupante la escasa presencia, la falta de protagonismo que está teniendo Vox y su propia candidata. Quizá, aunque lo nieguen taxativamente, aún están abrumados por el hecho de que Ayuso haya ocupado su espacio, o ¿qué otra cosa es el haber elegido un lema “Comunismo o libertad” tan cercano a las proclamaciones del partido de Abascal? ¿Cómo va a tratar Monasterio a Díaz Ayuso durante el larguísimo mes de abril? He aquí otra de las incógnitas ni siquiera entrevistas.

Para el PP obviamente Vox ya no es el enemigo, pero tiene por cierto que la asimilación homogénea de las dos formaciones es inconveniente para Ayuso. Es evidente que ese va a ser uno de los puntos de agresión del PSOE, lo que ya Sánchez ha comenzado a hacer con su desvergüenza habitual. En este escenario, y pese a algunas apreciaciones foráneas,  la campaña no va a ser ni un paseo militar para el PP (¿qué poco se habla del partido en estas elecciones?) ni para Vox condenados a entenderse según aventan las encuestas y, en consecuencia, atados  también a la idea de no hacerse demasiado daño en estas fechas. El daño, sobre todo a Ayuso, ya le viene dado por el activismo inmisericorde, amoral, de la factoría de La Moncloa que muy probablemente se juegue en este día de mayo su supervivencia en el poder. Va a ser tanta su brutalidad, hasta el paroxismo, que cualquier fisura, no decimos ya fractura, entre el PP  Vox, podría ser letal para su objetivo de seguir gobernando en Madrid y prepararse para las elecciones generales próximas. Madrid es un escenario decisivo para lo que ahora nos debe ocupar: la derrota del social leninismo de Sánchez y del agónico Pablo Iglesias.

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