El ‘doctor’ Sánchez se hace comunista

El 'doctor' Sánchez se hace comunista
El 'doctor' Sánchez se hace comunista

Ni siquiera es un curandero; es un farsante. Pasó desapercibida en sus numerosas intervenciones en el Debate sobre el Estado de una Nación agonizante (la del propio Sánchez) una nueva promesa. Sin despeinar ese tocado de Calígula con que se adorna, llegó el martes a afirmar que, a finales de este año desgraciado de 2022, la inflación en nuestro país apenas subirá del 6%. Una mentira más. Cuando todos los organismos internacionales y los analistas más preclaros de España predicen para esa fecha una subida que puede rondar incluso el 15%, este individuo, famoso por sus falacias y falsas previsiones, aventa que en poco menos de cinco meses este país será más próspero y desde luego más feliz, que es el adjetivo que ahora utilizan los socialistas para dibujar el funcionamiento de su Gobierno. Si este tipo del que estamos hablando fuera norteamericano, de Estados Unidos naturalmente, en medio año cualquier medio informativo le plantearía, para transmitir a sus lectores, oyentes o espectadores, esta triple pregunta: ¿Es usted más rico o menos rico que hace cuatro años? ¿Está usted más seguro o menos seguro que hace cuatro años? y ¿es usted más o menos libre que hace cuatro años? Serían tres interrogantes para plantear a un presidente que, ya lo ha anunciado, se piensa presentar para repetir como candidato a la Presidencia del Gobierno que todavía “okupa”.

Ahora se ha vuelto, en su camino hacia el comunismo bolivariano, a reconciliar con la escoria política española. Sus socios, que empezaron la mañana del Debate (Yolanda Díaz) afirmando con dureza y enfado que no tenían la menor idea de lo que se proponía el jefe del Gobierno, se solazaron rápidamente celebrando el “cambio de rumbo” de quien se ha apropiado de las recetas ultraizquierdistas de Podemos y demás ralea y ha decidido, con enorme prepotencia, que le va a zurrar la badana a los bancos y a las grandes empresas energéticas. Los analistas económicos mas conspicuos, los más reputados, apenas conocieron este brindis al Sol (no es otra cosa) de Sánchez, convinieron en este pronóstico: “Este impuesto lo van a pagar los ciudadanos”. No es ésta una predicción sectaria, es una profecía, terriblemente inconveniente pero unánime: “Las grandes empresas responderán al impuesto del Gobierno, volcando sobre sus usuarios, accionistas pequeños y medianos entre ellos, los precios de sus actuaciones”. ¡Gran beneficio, ya se ve, para los más miserables a los que ahora Sánchez dice que no va a defraudar, que les va a sacar de la indigencia! Lo probable es que los potentes afectados, bancos y multinacionales españolas, además, si este sesgo que tanto bendicen los comunistas, los nuevos y los de ahora, se confirma, se marchen con la música a otra parte. A este respecto, este cronista transmite una especie, que parece algo más que un rumor: una de las principales entidades financieras del país, no arriesgaré su nombre, está estudiando muy seriamente trasladar su sede social a Londres. Desde luego una medida como la avisada el martes por Sánchez, no es la más adecuada para favorecer su permanencia económica en nuestro país.

Es de esperar que Sánchez, con su giro celebrado hacia el comunismo, escuchara con detenimiento la intervención del portavoz catalán de Podemos en el Parlamento. Jaume Asens hizo un discurso absolutamente guerracivilista que este cronista, seguidor de todos los debates que se han celebrado desde que los instituyó el presidente socialista del Parlamento Gregorio Peces Barba, no había oído jamás. La intervención de este sujeto fue similar a la que en su momento pudieron articular en las Cortes de la República los comunistas y socialistas más exacerbados, incluido en la serie el primer golpista que atentó contra la II República, Francisco Largo Caballero. Sánchez, impávido, recibió con una media sonrisa la intervención del tal Asens, y también, claro está, la de Echenique que, después de festejar el giro de Sánchez pasó a advertir al aún presidente de las asignaturas que tiene pendientes de aprobar el comunismo rampante antes del fin de esta legislatura. La principal, el abandono de su política exterior fundada hasta el momento en el apoyo militar a la mártir Ucrania de Putin, el referente del marxismo colonialista del momento. Habrá que ver cómo lidia Sánchez estas exigencias de sus nuevos correligionarios comunistas.

El debate del martes dejó una más que grata sorpresa: las intervenciones eficaces, hasta brillantes y oportunas en algunos episodios, de la portavoz del PP, Cuca Gamarra. De su larga disertación hay que destacar su homenaje a las víctimas de ETA, concretada en el recuerdo a Miguel Ángel Blanco en el veinticinco aniversario de su asesinato, que dejó a los socialistas con el pie cambiado; tanto que la presidenta-acólita de Sánchez, la señora Batet, recriminó la iniciativa del minuto de silencio, y permaneció sentada, vergonzosamente sentada, durante esos sesenta segundos. Bochornoso. La segunda constancia fue la de situar a Sánchez como un gobernante cuya propaganda falaz contradice todas las realidades, desde la inflación a la deuda. Una más: el ofrecimiento pertinaz de medidas para un posible acuerdo del PP con el Gobierno, que sin embargo no sólo no aceptó, sino que negó, en su línea, haberlas recibido.

En síntesis: ha nacido el Sánchez comunista, un curandero embustero de la verdad, que, según parece, está creído de que la única forma de recuperar el terreno perdido en las elecciones y en las encuestas, es esta apuesta por la ultraizquierda para ver si pilla ahí los muchos votos que precisa para continuar en La Moncloa, un objetivo que, Sánchez, lo ha anunciado sin reservas, se propone cumplimentar. Allá España si lo consigue de nuevo.

Lo último en Opinión

Últimas noticias