El doble rostro de Sánchez: del rechazo a Israel al furor propalestino
No hay que ser un experto en lenguaje no verbal para concluir que el rostro de Pedro Sánchez es toda una declaración de intenciones. No hace falta ser muy sagaz para concluir que, más allá de las palabras, la cara del presidente del Gobierno supone tomar partido por la causa palestina en su conflicto con Israel, sin importarle demasiado que la causa palestina la monopolice una banda terrorista como Hamás.
Su viaje a Israel y Palestina ha servido para comprobar cómo Sánchez le frunce el ceño al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y cómo le dispensa la mejor de sus sonrisas al líder de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas. De las palabras de Sánchez no cabe esperar nada, dada su tendencia natural a la mentira, pero su rostro es un libro abierto.
Y el libro abierto de Sánchez en su viaje por Oriente Próximo tiene dos capítulos que son como la noche y el día. En Israel, gesto adusto y tenso, un rictus de tensión en su encuentro con Netanyahu. Nada que ver con la afabilidad que muestra su cara al encontrarse con el dirigente palestino. Lo cierto es que el Gobierno de España es el que ha mantenido una posición menos firme en la condena de los atentados terroristas de Hamás y el que más contundente se ha mostrado a la hora de condenar el ataque militar de Israel contra Gaza.
Sánchez ha querido dejar claro su distanciamiento con el Gobierno israelí y su proximidad a la causa palestina: puso su cara en modo antipático en Tel Aviv y utilizó el modo encantador en Ramala (Cisjordania). Para que quedara constancia gráfica de con quién está y a quién apoya el Ejecutivo socialcomunista. Que el Gobierno de España no se encuentra entre los amigos de Israel salta a la vista. Sánchez cae mucho mejor a los palestinos, incluidos los terroristas de Hamás.