Dijeron que venían a trabajar por los pobres

Montero Belarra

Una colega que respira por su herida ha escrito una columna a propósito de la feroz despedida de Irene Montero al entregar su cartera ministerial, tan amada, tan querida, recordando que a la pareja sólo se la conoce cuando se rompe con ella.

La comparación no le parece al escribidor muy afortunada, pero, incluso, en esta ocasión pudiera valer. Lo sustancial de la amarga y doliente despedida de la que fue durante los últimos cuatro años titular de Igualdad con todas las mamandurrias inherentes al alto cargo político/administrativo que un país desbordado por el despilfarro público conoce… Lo sustancial, escribo, es que con ocasión de la entrega de la cartera se les ha visto el plumero.

Cuando llegaron hace casi cinco años pregonaron que venían a destruir a la casta, y visto lo comprobado, el que ha dinamitado a una casta todavía peor que la hispana ha sido Javier Milei en Argentina. Han demostrado que el amor no se lo tenían a los desarrapados, ni a las mujeres atacadas, no. Se lo tenían a la cartera y todas las ventajas que conlleva, en el peor de los casos, con mucha mejor vivencia que lo que disfrutaban antes de dedicarse a la política.

La pataleta enrabietada del tándem Belarra/Montero no parece haber hecho mucha mella ni en Sánchez, of course, ni en la persona que sí les debía algo, sin duda, mucho más a Pablo Iglesias, es decir, a Yolanda Díaz que se ha deshecho de ellas como si fueran un trapo de cocina. Esto, desde el punto de vista humano, hay que entenderlo, pero en modo alguno cuando entran en juego criterios netamente políticos. Montero fracasó estrepitosamente tras la entrada en vigor de su famosa (por nefasta) ley del sólo sí es sí y ya entonces tenía que haberse ido a residir full time en Galapagar. Sánchez no se atrevió a mandarle a su chalet porque entonces probablemente el Gobierno hubiera caído. Sánchez ha demostrado ser capaz de tragarse sin pestañear dos litros de aceite de ricino antes que perder los saludos de los pilotos del Falcon.

Lo acaecido con estas dirigentes de color morado tiene un mayor significado que el simple relevo en el poder gubernamental. Significa que la extrema izquierda española heredó muy bien los viejos sambenitos de los padres fundadores del comunismo, según los cuales lo primero es el poder, luego las soflamas y posteriormente el poder en sí mismo. No han evolucionado nada. Siempre encontrarán ingenuos o sectarios podridos de ideología que seguirán al son que toca la flauta. Unos por ignorancia supina, otros porque en ese alpiste pueden tocarles algunos granos.

Era mentira lo que contaron respecto a los pobres, las mujeres atacadas y la lucha por sus derechos. Ello no significa en modo alguno que la más lista de la reunión, es decir, la vicepresidenta Díaz, sea más coherente que las dos coleguillas a las que ha dejado en la cuneta. Más bien, al contrario, a una comunista de libro, eso sí, pasada por las boutiques tras su ascenso al poder político, hay que temerle más, cuanto más poder acumula y, sobre todo, cuando no está dispuesta a bailar al son que le tocan desde otra guitarra.

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