La dictadura interna revienta Podemos
Podemos se desangra sin que haya médico ni solución magistral que pueda taponar la hemorragia. A falta de una semana para las elecciones autonómicas gallegas, el partido populista pierde 3.000 afiliados tras la decisión unilateral de Pablo Iglesias de diluir Podemos en la candidatura de En Marea. Un golpe a la propia génesis participativa del proyecto que ha desencadenado una profunda crisis. Los Círculos del partido en la región se han negado a participar en la campaña electoral tras la imposición de su líder. Galicia se ha convertido en el símbolo de una guerra interna que no cesa y que además se extiende por todo el territorio nacional. Desde Andalucía a Castilla-La Mancha, pasando por Cataluña, Asturias o Valencia, Podemos se ha convertido en un polvorín en plena implosión.
Las voces críticas que piden una refundación aumentan día a día —la última ha sido la líder andaluza Teresa Rodríguez— y se unen entre ellas con un denominador común: el rechazo frontal a las maneras caudillescas de Pablo Iglesias. A tal punto ha llegado la dictadura interna del secretario general que incluso ha sacudido los cimientos del partido en Madrid, epicentro y símbolo. «Familias», «facciones», «bandos»… el actual campo semántico de los podemitas en el centro de España es sinónimo de división irreconciliable. Los errejonistas, representados por Rita Maestre, han llegado a acusar de «juego sucio» al oficialista Ramón Espinar. Así está la situación después de que el pacto del abrazo con Izquierda Unida les hiciera perder más de un millón de votos el pasado 26 de junio.
Más allá de filias y fobias en cuanto a Podemos, la crisis cuenta con tantos elementos y hechos objetivos que resulta incuestionable. El partido que nació como heredero del 15 de marzo de 2011 está ahora mismo partido por la mitad. Aquel espíritu asambleario tan sólo sirvió como plataforma para su imagen pública y de propaganda en mítines. A la hora de la verdad, los Círculos y sus componentes han sido meros cotizantes en las urnas, sin poder de propuestas reales ni de decisiones independientes. Pablo Iglesias y su ordeno y mando han agotado cualquier posibilidad de futuro para su formación en tan sólo dos años. El hombre que proclamó el asalto a los cielos corre el riesgo de convertirse en un convidado de piedra cualquiera tanto en el Congreso de los Diputados como en su propio partido.