Después de Carvajal (y Rudy) Tudela

Tudela

No espere nadie de los aguerridos mozos riberos, Tudela su capital, que se expresen como doctos miembros de esas Academias, la Real, la de Ciencias Morales, la de Historia… que permanecen mudas como difuntos ante las tropelías de toda índole que está perpetrando el infausto Sánchez, esposo de Begoña Gómez. La protesta unánime vivida esta semana en la Plaza de los Fueros de Tudela ni fue provocada y organizada por la ultraderecha fangosa de la que se ocupa el susodicho, ni supuso, nada más y nada menos que esto: la manifestación total de rechazo al sujeto más impopular que haya sufrido nunca España desde los tiempos del felón Fernando VII.

Sánchez y sus conmilitones de todo jaez han vendido Navarra, su identidad, a los herederos directos, directísimos, de los que hace muy poco años asesinaban en el Viejo Reino desde Elizondo hasta Fitero. No es esta mucha ribera homologable a los forajidos infectados de odio que pegan a los guardias civiles en Alsasua y ¿saben lo que pasa? Que Sánchez está con estos últimos, tanto, que retira a la Guardia Civil del Viejo Reino para que dentro de nada -ese es su proyecto- aterrice del todo la Ertzaintza vasca, momento en el que quedará declarada la anexión de Navarra a los vecinos que se llevan de los aledaños del Ebro la verdura y la titulan como si naciera de los prados alaveses. Pongo por ejemplo.

Por eso Tudela ha estallado con furor en estos días. Es un paradigma más, quizá desde luego el más sonoro, de la aversión que guarda gran parte del pueblo español (la que no está infectada del comunismo criminal) hacia todo lo que representa el sanchismo. Naturalmente que su preboste no se atreve a pisar Navarra ni por asomo, allí sólo le recibirían el alcalde etarra de Pamplona, la señora Barcos, hija de un dirigente local del franquismo, y naturalmente toda la franquicia que el PNV tiene instalada en la Plaza del Castillo pamplonesa. Lo que han hecho los tudelanos y allegados es una continuación de otros varios gestos muy comentados: en primer lugar, el de Carvajal, que le hizo al citado una media cobra displicente de la que aún está hablando media Europa. Y después de futbolista del Real Madrid otro jugador de baloncesto, Rudy Fernández, que terminó su alocución de agradecimiento al público de Madrid con un estrepitoso «¡Viva España!» aclamado ante las narices mismas del que presume de ser el jefe del deporte español, él que confunde los cien metros lisos con los cincuenta mariposa. Hablo, desde luego, del tal Uribes, un pícnico pulpo en el garaje prometedor de los atletas hispanos.

¿Qué ocurriría si durante este verano y en los millones de fiestas, más o menos patronales, de nuestros pueblos, villas y ciudades, los aborígenes de cada lugar imitaran el ejemplo de los rudos y eficaces mozos de Tudela y mostraran su enfado al tipo que aún se erige como su presidente?

Probablemente acciones como éstas son las que requiere esa sociedad española, ahora languideciente pero plena de asco y rabia ante lo que le está ocurriendo. Está demostrado que al okupa de la Moncloa, y por ende a su legítima señora, les importan un pimiento las diatribas que Sánchez escucha cada vez que aparece por las Cortes.

Ya lo hemos escrito: entonces se queda clavado en el escaño, mandíbulas apretadas como las del mastodonte Terminator, y ríe forzado, festejado, eso sí, por sus chicas del coro: el trío inolvidable de Montero, Yolanda, la gran imitadora de Doña Rogelia, y la antipatiquísima Ribera, que cada vez que abre la boca parece que se ha tragado un duralex. Dicho queda pues que en el Parlamento, al cual ni siquiera ya acude para votar asuntos claves como el techo de gasto, las invectivas de la oposición o la recién estrenada invitación de Feijóo. «¡Vayase, señor Sánchez!», le traen exactamente por una higa.

Fíjense; todos estos conciudadanos nuestros que se lamentan de que el PP no termine de agarrar la entrepierna del PSOE, tienen ahora la oportunidad, casi histórica, de convertir sus quejas frailunas o monjiles (depende del sexo de cada quien) en protestas sonoras, clamorosas. No hay más que ingresar en Internet, acomodarse en los videos de Tudela, y proceder inmediatamente a la imitación. Digo yo que, sin ir más lejos, el Partido Popular posee derivas y caminos suficientes para no aparecer como exclusivo convocante de estas asombrosas manifestaciones. Ellos que son tan recatados.

¿Por qué no lo hace ya? ¿Por qué se expone a que Vox le coma la merienda y se atribuya la iniciativa? ¿Por qué desprecian a ese mamarracho de Alvise votando por especímenes de su mismo jaez? Como suelen decir los catalanes: «Deberían hacérselo mirar». Oyendo la intervención estupenda de Feijóo ante sus grupos parlamentarios y, a su término, el cronista se dijo a sí mismo: Y, después de ésto ¿qué? Porque no me digan: ¿Alguien cree que este personaje deleznable hará lo mismo que su antecesor Felipe González cuando, tras la negativa de Pujol a no atender sus Presupuestos, no tuvo otro remedio que convocar elecciones anticipadas? ¡Qué va! Ahora hemos descubierto que, además de sus planes demoledores contra el ser nacional, tras los intentos aún fallidos para llevar a nuestro buen Rey Felipe VI otra vez hasta Cartagena como sucedió con Alfonso XIII y una vez que ya está claro que sus corifeos se están forrando por cuenta de los esquilmados contribuyentes, Sánchez, y su beatífica esposa, pretenden marcharse de la Moncloa con los deberes hechos para sus bolsillos. Si Pedro I El Mentiroso, como le ha apodado el brillante amigo Luis del Val, se queda sin la poltrona que ha sisado al electorado español, ¿alguien que cree que cuando Begoña llame al rector de cualquier Universidad puntera o al CEO de un IBEX cualquiera de estos se van a poner al teléfono? Para nada. Por eso están aprovechando el momento, como los vendimiadores se quedan cortando uvas hasta el último rayo del sol no vaya a ser que mañana amanezca con un pedrusco. Esto, amigos, corre prisa: los casi adolescentes de Tudela, el sólido Carvajal, el ídolo Rudy, un saltador también que le ha dado la espalda al todavía presidente, han inaugurado una forma de oposición a un sujeto que está a punto de demoler la historia entera de la Nación más antigua de Europa. En estas circunstancias, díganme si los recios y vigorosos mozos tudelanos no deben servir de ejemplo. «¡A las plazas!», gritó una vez Gil Robles cuando se trataba de derrotar al Frente Popular del criminal Largo Caballero. Bueno, pues eso.

Lo último en Opinión

Últimas noticias