La democracia es incompatible con el socialismo

Pedro Sánchez Zapatero

Amortizado el chusco episodio del presidente ofendido que tuvo en vilo a una nación cansada de su farsa, y que aún resiste por el apoyo que ofrecen el periodismo de migraña y sumisión y la servidumbre del votante feligrés, que le ríen gracias y arrebatos, vayamos a lo mollar. Sánchez quiere ganar en 2024 la guerra que los más viejos de su partido le contaron que su partido perdió en 1939, esa guerra que Zapatero metió en la nueva generación de españoles a través de leyes y propaganda inventada con su abuelo como sargento chusquero del asunto.

Aquí vivíamos hace unos años bien, con la habitual discusión política sólo alterada por la pólvora que ejecutaba la ETA hoy blanqueada y las cosas del bipartidismo con los corruptos nacionalistas del norte. La economía funcionaba cuando gobernaba la derecha y se descomponía cuando la izquierda metía la mano, en esa tendencia a vaciar el granero que otros llenaban. Los españoles se iban de vacaciones todavía con un sueldo familiar y la educación, peor que mejor, era asunto paterno y no doctrina estatal. No se debatía como ahora sobre el problema de la vivienda y ese inalcanzable estatus que permite la independencia del núcleo familiar, y entendíamos que la democracia parlamentaria y de contrapesos no estaba en cuestión. Tampoco había un problema de bulos y desinformaciones porque los editoriales se posicionaban en ideas y principios, con líneas rojas hoy quebradas por la subvención y la ayuda institucional y de partido.

Era una España, en fin, tolerable y tolerante, con consensos perfectos sobre lo que era preciso discutir y sobre lo que no había discusión: una de estas cuestiones refería a nuestro pasado. Desde que se firmó la Constitución y ofrecimos al mundo un modelo ejemplar de transición sobre el modelo de Estado, élites y ciudadanía acordaron que la historia sería predio de reflexión y escritura por parte de los historiadores y los debates en torno a la misma no alcanzarían cotas de sectarismo ni reemplazo sin el plácet académico de rigor. Un tal Zapatero lo cambió todo para siempre.

Bajo su gobierno casual, el presidente por accidente, demócrata por conveniencia y millonario maduro, abrió Pandora y las pesadillas fratricidas consiguientes que como país enterramos en el 78. Y lo hizo con la desvergüenza que siempre le caracterizó y a la que él llamaba talante. El despiporre catalán fue responsabilidad suya, también la memoria histórica, siniestra, sectaria y totalitaria, el blanqueamiento de ETA y su incorporación a las instituciones, inmoralidad de la que hoy aún presume orgulloso. Hasta el odio inoculado en parte de la población española, de izquierda y sus versiones aún más violentas y pistoleras, obedece a una estrategia emanada de la mente gris de Joselui, quien susurra a Sánchez cómo ser mal presidente y peor persona. De ahí que ambos repitan «democracia», «pueblo» y «derechos» en cada declaración, triada retórica que todo régimen de izquierdas siempre ha llevado en el frontispicio de su argumentario político y mediático, mientras compadrean y brindan con lo más siniestro de las dictaduras latinoamericanas.

Lo que une a mentor y autócrata es lo mismo: el objetivo final de ganar una guerra que sus ancestros -dicen ellos- perdieron y que ahora, casi un siglo después, pretenden volver a reproducir. Primero con leyes ad hoc para desvirtuar la historia que se aprende en las aulas, después controlando a jueces y tribunales para que sean sensibles a las fechorías que se van a cometer. Junto a ello, la productiva y siempre rentable papilla argumental a la ciudadanía, que, orgullosa y bien subsidiada, compra el relato guerracivilista de buenos contra malos y demócratas contra fascistas. Por último, la declaración oficial de intenciones, previa a toda acción autoritaria.

Largo Caballero, que fue consejero del dictador Primo de Rivera y emisario principal de la Unión Soviética para instaurar en España una dictadura comunista, pronunció en enero de 1936 la frase que ha definido el proceder del PSOE antes y después de la contienda que meses después estallaría, una sentencia que retrata lo que ha sido el partido que más ha “gobernado” España y más desleal ha sido a sus intereses desde que nació: “la democracia es incompatible con el socialismo”, dijo, vehemente, el llamado Lenin español, semanas antes de que el Frente Popular barriera ilegalmente a la oposición que ganó las elecciones e iniciara la purga social y política que acabaría con el asesinato del líder de la oposición, Calvo Sotelo, antesala motivada del levantamiento militar ulterior. Hace unos meses, Sánchez reconoció, en un acto masaje de partido, que el proyecto de Largo es el que nos quería imponer hoy, confesión que refleja el espejo de los males actuales. Todos los autócratas sonríen igual. Por eso. Zapatero regresa con fuerza a la escena política, azuzando con el cuento del abuelo y la venida del lobo. Sabe mejor que nadie que aún tienen ovejas que creen que el socialismo es democrático y nunca les va a devorar. ¡Maldita y perversa ingenuidad!

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