Dar un golpe de Estado mereció la pena

Dar un golpe de Estado mereció la pena

Poner el rostro al golpe de Estado del 23-F le salió caro a Antonio Tejero: se pasó 15 años en prisión, de 1981 a 1996. Fue el tonto útil de un putsch al que no fue ajeno el Rey Juan Carlos: no en vano, los dos gerifaltes de la asonada eran dos personas de su intimísima confianza, dos militares que nunca dieron un paso sin consultar al “Jefe”. Me refiero, obviamente, a Alfonso Armada y Jaime Milans del Bosch. Su proximidad al jefe del Estado y las amenazas veladas de ambos de tirar de la manta provocaron que el primero se pasase entre rejas sólo siete años y el segundo únicamente nueve. Que no sería moco de pavo si no fuera porque los tres fueron sentenciados a tres décadas de reclusión por un delito de rebelión. En el Ejército, como en cualquier otro orden de la vida, siempre hay clases. Sea como fuere, ni Junqueras, ni los Jordis, ni Forcadell, ni ninguno sus compinches estarán los siete años de Armada, los nueve de Milans, menos aún los 15 de Tejero.

Yo me pregunto: ¿qué diferencia existe entre lo que hicieron estos tres ladrones de nuestra libertad y sus sosias posmodernos catalanes, los que protagonizaron ese golpe de Estado de manual que fue el 1-O de 2017? Los cada vez más numerosos hagiógrafos madrileños de Junqueras y demás gentuza sostienen que hay que ser benevolentes con ellos “porque no han matado a nadie”. Defienden este mantra cual loritos en toda suerte de medios de comunicación siguiendo acríticamente el argumentario redactado por Moncloa. Olvidan por su falta de vergüenza u olvidan (sin cursiva) por su incultura supina que Tejero, Milans y Armada tampoco mataron a nadie. A lo más que llegó el guardia civil bigotudo fue a ejecutar una fallida llave de judo a Manuel Gutiérrez Mellado, ministro de Defensa, que dignísimo él se resistió sin que en ningún momento consiguieran tumbarle.

El Tribunal Supremo allanó el camino para el blanqueamiento de los golpistas catalanes. En su alucinante fallo sostuvo que los sucesos acontecidos entre el 6 de septiembre y el 27 de octubre de 2017 no fueron un golpe de Estado sino “una ensoñación”. Vamos, que la aprobación de las leyes de desconexión, el asedio a la Conselleria de Economía, el referéndum ilegal, la Declaración de Independencia y los 300 episodios de violencia probados por la Guardia Civil fueron un sueño, bueno o malo, eso va por barrios, pero un sueño al fin y al cabo. Imaginaciones del subconsciente. Flipante.

¿Por qué el tejerazo de 1981 fue un acto de rebelión y el de 2017 sólo sedición? Yo se lo explico: porque hubo maniobras orquestales en la oscuridad para exonerar a los Junqueras y compañía y así facilitar las cosas a un Pedro Sánchez con la victoria electoral más raquítica de la historia. Hubo que retorcer la verdad hasta el paroxismo: jurídicamente debería ser más grave el 1-O que el 23-F porque los independentistas catalanes subvirtieron el orden constitucional desde las instituciones y prevaliéndose de ellas. Tejero no era más que un mando de segundo nivel que estaba en la nevera de la Guardia Civil por su participación en la Operación Galaxia. Armada y Milans no eran ni jefes del Estado Mayor, ni del Ejército de Tierra, ni de la Armada, ni del Aire. Segundones.

A Tejero le costó 15 años pisar la calle. Esto no me lo han contado porque ahí estaba yo como periodista el día en que regresó a su hogar del barrio madrileño de Chamberí. Armada tardó siete y Milans, nueve. Nada que ver con los poco más de dos que ha tardado Cuixart en dormir en su casa con un permiso de 48 horas. Cosas de una escandalosa sentencia que evitó deliberadamente aplicar el artículo 36.2 del Código Penal que establece que “cuando la duración de la pena impuesta sea superior a cinco años, el juez o tribunal podrá ordenar que la clasificación del condenado en el tercer grado no se efectúe hasta el cumplimiento de la mitad de la pena impuesta». Lo cual habría hecho inviable el segundo grado del que ahora disfrutan. Los Jordis, Forcadell, Junqueras, que hasta concede entrevistas desde prisión, y demás ralea fueron sancionados con más de esos cinco años pero la Sala Segunda fue buenita con ellos. Algo parecido acaeció hace meses con Oriol Pujol, el enésimo hijo ladrón del no menos ladrón Jordi Pujol i Soley. Le cayeron dos años y medio de cárcel por el caso de las ITV y a los 65 días estaba campando a sus anchas por Barcelona. ¡Qué barato le sale a algunos delinquir!

Toda esta hoja de ruta forma parte del nauseabundo plan de Pedro Sánchez para controlar el Poder Judicial y que ha tenido como primer hito el nombramiento de la ministra Delgado como nueva fiscal general. La sujeta homófoba que considera a Marlaska “un maricón”, que vio a magistrados del Supremo “irse con menores” pero no los denunció y que aplaudía a Villarejo por emplear prostitutas para chantajear a jueces y políticos será la encargada de ablandar al ministerio público para facilitar a la banda de Junqueras lo único que les importa: su excarcelación. En fin, lo que toda la vida de Dios se ha llamado prevaricar, en este caso por bastardo interés político.

Esta prostitución de la Justicia resulta tan asquerosa en términos morales, legales e intelectuales como aceptar el voto para tu investidura de quienes perpetraron el mayor ataque a nuestra democracia desde el 23-F. Nunca imaginamos que un presidente del Gobierno llegase tan lejos, que fuera capaz de cargarse nuestro sistema constitucional por mantener la poltrona, el Falcon, Doñana, los mayordomos y ese sueldo vitalicio que apesta sólo de pensar que este sujeto lo pueda percibir algún día.

La siguiente fechoría del felón Sánchez será verse con el president de la Generalitat. Otra afrenta al constitucionalismo y al poder judicial teniendo en cuenta que Quim Torra está inhabilitado, que manda en los CDR y que no se corta a la hora de advertir que, cuando puedan, ejecutarán otro golpe de Estado y declararán la independencia. El impresentable que, tal vez porque no se ha mirado al espejo, opina que el resto de los españoles tenemos “una tara en el ADN” se reunirá en breve con el presidente del Gobierno como si nada hubiera pasado. El otro favorcete ya está consumado: los CDR terroristas que preparaban explosivos para cometer atentados han sido puestos en libertad por obra y gracia de la Fiscalía “de Pedro Sánchez”.

Que yo sepa, ni el Ejecutivo de Calvo-Sotelo ni el de Felipe González montaron una mesa de diálogo con los golpistas para ver si se tranquilizaban. Tampoco acordaron su investidura con ellos. El pájaro de cuentas que nos gobierna pondrá en libertad por las buenas o por las malas a los golpistas antes de que nos zampemos el turrón de este año, es decir, antes de la próxima Navidad. ¿Qué se juegan? Con un indulto, con una amnistía o por sus santos bemoles. También les saldrá gratis el robo de dinero público que acometieron para sufragar la fiesta golpista.

Me juego una mano, y no tengo inconveniente en hacerlo con las dos, a que los socialistas del Parlamento Europeo votarán en contra de levantar la inmunidad al quinqui de Carles Puigdemont. Quedan dos meses pero se admiten apuestas. Claro que Europa se lo ha puesto muy fácil negando las euroórdenes y permitiendo que dos fugados de la Justicia de un país miembro campen a sus anchas por la Cámara de Estrasburgo. Y nosotros hemos respondido como auténticos panolis tramitando todas las órdenes de detención y entrega cursadas por Bélgica y Alemania y callándonos ante la cacicada del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, por cierto presidido por un flamenco belga tan brillante en el ejercicio del Derecho como inequívocamente independentista.

Moraleja: da un golpe de Estado y prepárate porque saldrás de prisión en menos de lo que canta un gallo, te darán tratamiento de persona honorable, te llenarán el bolsillo de ese dinero público que, según Carmen Calvo, “no es de nadie”, se reunirá contigo hasta el mismísimo presidente del Gobierno y te regalarán un Estado de facto para que tú pronto te lo montes de iure con un referéndum que esta vez sí será legal. Moraleja bis: al que no logre imponer sus ideas democráticamente le saldrá más barato y le llevará menos tiempo hacerlo totalitariamente. Moraleja tris: sin legalidad no hay democracia. Por ahí nos lleva Sánchez al más puro estilo 1936. Esta vez sí que a España no la va a reconocer ni la madre que la parió, que diría el Guerra.

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