¡Cuidado, el púgil está tocado!

¡Cuidado, el púgil está tocado!
¡Cuidado, el púgil está tocado!

Una cosa es que no quisieran reconocerlo y que Tezanos no se atreviera a publicarlo, y otra es que no tuvieran claro que, como en la viñeta de Forges, el 19 J les iba a caer la del pulpo, la del órdago a la grande, la de Cavite, la de Dios Padre es Dios Hijo… La tunda es tan seria que lo normal es pensar que Sánchez va a tener que reconocerse touché y aceptar que los españoles le están dando patadas a él en el culo de sus candidatos autonómicos.
¡Pero qué va! Nunca con más motivo quisieron establecer un cortafuegos y por eso ya venían avisando que el resultado en Andalucía no sería extrapolable. Eso sí, como el truco resultaba muy obvio y a los más listos de entre ellos les daba la risa tonta, el papelón más ridículo quedó para María Jesús Montero, a la que le da lo mismo un so que un arre y que no encuentra límite intelectual para su verborrea de dicción imposible.

Para aparentar invulnerabilidad respecto a la catástrofe del domingo, a la impostura del régimen le quedan razones y argumentos, aunque son más que menos inconfesables por ser menos que más creíbles. En primer lugar, ellos tienen que continuar con sus programas de gobierno: en el caso de Podemos es aguantar el mayor tiempo posible donde nunca soñaron estar y saben que nunca volverán, aprovechando para continuar, aunque sea de espaldas a los españoles, con su obra de ingeniería social; para Sánchez el programa solo es la primera parte, mantenerse el mayor tiempo posible en el poder.

Y con ese fin, construyen también el argumento de la distinción entre Ferraz y Moncloa. Obviamente, ayuda mucho la naturaleza trinitaria de Pedro Sánchez, que dio a conocer Carmen Calvo, para comprender que nada tiene que ver el secretario general del PSOE con el presidente del Gobierno o con el antiguo jugador de baloncesto. Mientras que podrían llegar a reconocer que en esta última faceta no fue tan bueno como Michael Jordan o que, incluso, la estrategia electoral y la selección de candidatos no ha sido acertada, no se puede ni siquiera dudar de la intachable e histórica misión que el presidente está realizando al frente del gobierno ecologista y feminista de progreso.

Por eso será presidente hasta el último segundo del último asalto. Nadie lo va a bajar del cuadrilátero, nadie va a tirar la toalla, aunque todo el mundo sabe que ahora cada asalto va a ser peor. Es la pobre España quien aguanta los mamporros; golpes que ahora ya vienen de todos lados: de nuestros vecinos del sur, del BCE, de la pérdida de valor de nuestros salarios y pensiones o de nuestros enemigos internos que son socios del Gobierno; golpes que cada vez son más graves porque, como les ocurre a los boxeadores tocados, estamos más expuestos a tener daños irreversibles. Mientras tanto Sánchez sigue enfundado en su albornoz brillante, dando golpes al aire y diciendo, con su lenguaje de púgil bravucón, que solucionará todos los problemas sin dejar a nadie atrás, cuando la realidad es que su apuesta se cumple por el hecho de que sus políticas no permiten a nadie dar un paso adelante.

Hace 12 años fueron las llamadas de Obama y Merkel y una carta de Trichet quienes pusieron a Rodríguez Zapatero frente a la realidad de la crisis, que, al contrario de lo que decían los socialistas, era peor que en otros países y llevaba a un inevitable default. La situación actual es mucho más peligrosa, ya que Zapatero no tenía a los comunistas en el Gobierno y que él mismo, siendo un iluminado, no era un ególatra con el agravante de ignorancia, que potencia la soberbia y el atrevimiento.

En el escenario actual, Sánchez es peligrosísimo para los intereses de nuestro país. Como el Ignatius J. Reily de John Kennedy Toole o el Monsieur Pignon de la Cena de los Idiotas, inasequible al desaliento en su necedad e impermeable a ningún consejo, orientación o instrucción; entre otras cosas porque, aunque se los hagan llegar por escrito, es difícil que los lea, más difícil que los entienda y casi imposible que los utilice en la manera adecuada. Miren si no lo que hizo con la carta que le mandaron desde el ministerio de Exteriores marroquí: ¡reenviarla sin leerla, y solamente pasándola por el traductor de Google, al rey Mohamed VI!

Ojalá pudiéramos conseguir, con nuestra más rendida idolatría, que se quedara en el olimpo de la Moncloa, de la Mareta o de Doñana; sin mezclarse con los mortales, regodeándose en su belleza, en su vanidad, en su poder. Al dictador portugués Antonio Salazar lo mantuvieron en su casa durante varios años, mandando instrucciones a los antiguos ministros y creyendo que todavía dirigía los destinos de la República.

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