Cuidado, los peores regímenes empezaron así

Cuidado, los peores regímenes empezaron así

Podemos demuestra día tras día que es una amenaza para la salud democrática de España. La mezcla de ideología revanchista y violencia expresiva es una constante tanto en sus discursos públicos como en sus acciones orgánicas. Una nueva prueba de ello es la información que les ofrece en exclusiva OKDIARIO sobre el logotipo de En Marea. La marca con la que comparecerá Podemos a las elecciones gallegas ilustró a Alberto Núñez Feijóo ahorcado con el objetivo de promocionarse. ¿Qué tipo de formación democrática utiliza un recurso tan abyecto? Con este tipo de filosofía conceptual, ¿qué pasaría si lograran dominar las instituciones? Hay que ser muy cuidadosos con la propaganda. La historia nos ha enseñado que el paso de la metáfora a la realidad puede ser más corto de lo que parece.

En las últimas fechas, las reacciones airadas de los morados caen como una cascada. Pablo Iglesias compareció en la sesión de investidura con un discurso anclado en el recuerdo de la España más rancia, bordeando la apología guerracivilista. Tras perder más de un millón de votos en las últimas elecciones generales, los morados han radicalizado su mensaje hasta el paroxismo. En vez de asumir sus propios errores, buscan o crean enemigos de un modo aleatorio para desviar la atención. El propio Iglesias se caracteriza por censurar en persona, o a través de las redes sociales, a todos aquellos periodistas que, en su legítimo ejercicio de la libertad de expresión, cuestionan sus formas y argumentos. Una línea despótica a la que ha dado continuidad el inefable Monedero.

Como les contó este medio, el fundador e ideólogo de Podemos cuestionó de manera falaz, y como si fuera un potencial delito, la sexualidad de Felipe VI. No contento con eso, sale a insulto diario en cada una de sus intervenciones. El último damnificado ha sido Rafael Hernando, al que ha catalogado de “franquista chuleta”. Podemos vive de la convulsión y el enfrentamiento. Saben que la reflexión, la mesura y la prosperidad acabarían con su existencia. De ahí que fomenten la agitación social de un modo constante. Y ése justamente ha sido siempre uno de los grandes peligros del populismo. El auge de este tipo de movimientos se ha nutrido históricamente de la desesperación de los ciudadanos en momentos de crisis e incertidumbre. Una manera de concebir la política que cuando asalta el poder torna violenta y represiva.

Si algo aprendimos a lo largo del siglo XX es que los regímenes más atroces comenzaron asesinando a sus adversarios de un modo metafórico a través de la propaganda y acabaron quitándoles la vida en la realidad. Un ejemplo reciente lo encontramos en la Venezuela chavista. Lo que comenzó como una implacable persecución mediática ha acabado con las cárceles repletas de opositores cuyo único delito es ejercer la libertad de expresión. Casos como los de Leopoldo López o Antonio Ledezma —entre otros muchos— demuestran hasta qué punto la propaganda puede ser la peor sentencia contra las personas libres. Debido a estos antecedentes, es muy importante que los españoles no caigan en las trampas de Podemos. Sus preocupantes tics represivos ponen en solfa esos principios heredados de la Ilustración francesa que deberían articular cualquier sociedad actual: libertad, igualdad y fraternidad.

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