¿Cuánto tiempo soportará Europa esta infamia?

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Aeropuerto de Bruselas, escenario de uno de los ataques del 22M. (Foto: @myrevolutionrus)

Tras los atentados de Bruselas, donde han muerto más de 35 personas y cientos de ellas han resultado heridas, la misma pregunta recorre el continente en las 24 lenguas oficiales que se hablan en la Unión: ¿Cuánto más soportaremos esta infamia? Tal y como ha señalado el primer ministro francés, Manuel Valls, el Estado Islámico ha declarado la guerra a Europa. Una contienda que no es sólo un problema local de Francia o Bélgica sino una lacra que nos persigue a todos, ya que cada ola de terror supone un intento organizado de derrumbar nuestro sistema democrático y de libertades individuales. Derechos ganados por nuestros antepasados desde las Guerras Médicas contra los Persas del siglo V antes de Cristo hasta la Segunda Guerra Mundial. Los europeos siempre han conquistado el patrimonio de la libertad con grandes sacrificios. Así consiguieron imponerse al mayor tirano de todos los tiempos: Adolf Hitler.

Como entonces, Europa necesitará de políticos audaces al modo de Winston Churchill o Charles de Gaulle para exterminar esta amenaza en forma de fundamentalismo religioso que ha instaurado el temor en nuestro día a día. Desde el asalto a la sede de ‘Charlie Hebdo’, en el que murieron 12 personas, pasando por la matanza de noviembre en París y acabando este martes en Bruselas, Europa vive sumida en el miedo. Un elemento tan poderoso que, de no actuar contra él, nos acabará destruyendo. Ante el chantaje de estos carniceros del extremismo islámico, nuestros representantes públicos han de coordinarse para ofrecer una respuesta militar por tierra, mar y aire.

Los acuerdos antiterroristas son, por tanto, esenciales e inexcusables. Grandes pactos que engloben a todas las fuerzas democráticas de los distintos países y que articulen la lucha contra la difusión del fanatismo radical a través de Internet e impulsen una reforma del Código Penal para que las muertes por hechos terroristas se castiguen con la «máxima pena privativa de libertad». En definitiva, ley y más ley contra una plaga letal que se extiende sin control por Europa y que genera auténticas fábricas de terroristas desde barrios como el de Molenbeek, de donde salieron los autores que inundaron París de sangre y que han vuelto a hacer lo mismo en la propia capital belga. La acción de Occidente ha de ser inmediata y sin medias tintas. El lenguaje de las bombas sólo entiende la respuesta de las armas. Una guerra necesaria para conquistar la paz.

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