Cuando la Segunda República estuvo en la diana de ETA

Segunda República, ETA, terrorismo de ETA
  • Pedro Corral
  • Escritor, investigador de la Guerra Civil y periodista. Ex asesor de asuntos culturales en el gabinete de presidencia durante la última legislatura de José María Aznar. Actual diputado en la Asamblea de Madrid. Escribo sobre política y cultura.

El apostolado de la «memoria histórica» nos está dejando una serie de predicamentos que van desde la más recia ignorancia a la más impasible estulticia, pasando por las artes del engaño más marciales que puedan imaginarse.

No me cansaré de denunciar la labor de estos burócratas que se desmelenan cincelando en el BOE sus intragables ruedas de molino como si no hubieran leído nada sobre la Segunda República y la Guerra Civil o disimulando que lo hubieran leído.

Una reciente joya de esta desmemoria, no ya histórica, sino cultural, es la del pliego de prescripciones técnicas publicado por el Ministerio de Vivienda para el concurso de… ¿construcción de los centenares de miles viviendas prometidas por Sánchez? No, no es un concurso para eso, sino para la «resignificación» del Valle de los Caídos.

Ahora el pliego del concurso nos señala que el conjunto arquitectónico presenta en su iconografía «un marcado carácter militarista». Y para ejemplificarlo comienza mencionando a los arcángeles del atrio «armados con espadas», obra del escultor Carlos Ferreira.

Con ello descubrimos que el Paraíso, el Edén de los primeros padres Adán y Eva, tendría también «un marcado carácter militarista» pues según la Biblia Dios puso a unos ángeles y a una espada de fuego para custodiar el Árbol de la Vida. Para estos santificadores de la verdad oficial con firma electrónica, «militarista» será también San Miguel Arcángel, que posee también una espada como jefe del ejército celestial.

Impresiona esto pensando en los cerca de 34.000 españoles que allí están enterrados, de los que buena parte fueron combatientes en aquella guerra incivil. En su inmensa mayoría fueron movilizados como reclutas forzosos por ambos bandos, que desplegaron duras medidas para asegurar su obediencia y disciplina, algunas harto crueles, como la dictada por los republicanos para castigar a los desertores deteniendo a sus padres con el fin de enviarlos a ocupar en las trincheras los puestos de sus hijos fugitivos.

Parece que los autores del pliego quisieran indicarnos que el militarismo era una seña exclusiva del bando franquista, mientras que en el republicano dominaba la alegre camaradería miliciana. Pero eso solo pasa en las películas españolas.

Porque tampoco se hizo esperar mucho, entre esa alegre camaradería, la orden de ejecutar sobre el terreno a los que huían del combate. «Al desertor que huye, pena de muerte», rezaba la consigna de «El Socialista», órgano del PSOE, tan tempranamente como el 30 de septiembre de 1936.

Tampoco tardaron en las filas republicanas las instrucciones para colocar ametralladoras en segunda línea para segar la vida de quienes se retirasen de las trincheras ante el empuje enemigo. Que el propio Azaña diera cuenta de ello en sus diarios demuestra que no fue tan ocasional como algunos quieren creer.

Es imprescindible señalar estas realidades históricas ante la voluntad del Gobierno de Sánchez por imponernos lo que debemos recordar u olvidar. Ha sucedido también recientemente con la declaración de la ciudad de Éibar (Guipúzcoa) como «lugar de memoria democrática».

Se señala en el BOE que sufrió durante siete meses hasta 29 operaciones de bombardeo por la aviación de Franco, incluidas la alemana y la italiana. Nada que objetar ante esta condición, pero Huesca, por ejemplo, padeció solo en la mitad de tiempo, tres meses, de agosto a octubre de 1936, el doble de bombardeos por parte de la aviación republicana.

¿Por qué Huesca tiene menos «mérito» que Éibar para ser un «lugar de memoria democrática» si la bombardearon el doble los republicanos? O Córdoba que, en sólo cinco días, en agosto de 1936, fue castigada con diez bombardeos por los aviones gubernamentales. O el municipio cordobés de Cabra, que sufrió otra operación cruenta, ejecutada en día de mercado como la de Guernica, por tres bombarderos soviéticos Katiuska.

El título de «lugar de memoria democrática» concedido a Éibar se basa también en que fue la primera ciudad en la que se proclamó la Segunda República el 14 de abril de 1931. Es sorprendente que, bajo un sistema constitucional aprobado por los españoles que reconoce la Monarquía parlamentaria como forma política del Estado, se venga a dar en el BOE un plus de legitimidad democrática a la forma republicana mediante la idealización de una experiencia histórica cuyo balance arroja un resultado nefasto y un desenlace aún peor.

Ahí está lo más negro del balance: tres mil asesinatos por motivos políticos, tres grandes insurrecciones anarquistas, dos golpes militares, un golpe revolucionario armado y otro más independentista, y quema de iglesias y conventos con la pérdida de un patrimonio cultural de valor incalculable.

Proponer como modelo un régimen en el que, en sólo cinco años, se produjeron 21 estados de excepción, 23 estados de alarma y 18 estados de guerra es una temeraria manipulación por mucha «memoria democrática» con que se vista.

En cambio, ni una línea dedica Sánchez en el BOE a la violenta revuelta desatada por el PSOE y la UGT en octubre de 1934 contra el orden constitucional republicano, que tuvo en Éibar una especial virulencia. Los insurrectos tomaron la fábrica de armas Alfa y rodearon el cuartel de la Guardia Civil, además de asesinar al ex alcalde de Azcoitia, Carlos Larrañaga, cuando reprochaba su actitud a un grupo de rebeldes.

Los enfrentamientos armados con la fuerza pública en Éibar arrojaron un balance mortal, según la prensa de aquellos días, de un guardia civil y otro de asalto muertos y cinco heridos, y tres civiles fallecidos y otros quince heridos.

La prensa informaba también de que, al verse batidas, las milicias socialistas de Éibar se retiraron a Mondragón, donde asesinaron al diputado tradicionalista Marcelino Oreja Elósegui, padre del que será admirable ministro en nuestra democracia.

Ni una línea, insisto, en el BOE de Sánchez sobre estos hechos, que bastarían para reflexionar sobre la oportunidad de crear otro título: el de «lugar de memoria totalitaria» vinculada a aquella violenta insurrección promovida por el PSOE.

Se cita en la resolución del BOE al concejal Mateo Careaga Guisasola entre los nuevos miembros de la corporación de Éibar elegidos en 1931. Pertenecía a Acción Republicana, el partido de Azaña, y por ser el más joven de los nuevos ediles le correspondió el honor de izar la bandera tricolor en el balcón del ayuntamiento eibarrés.

Es el primer ciudadano en toda España que alza la enseña republicana en un edificio oficial. Hay testimonios de su paso después por las cárceles de Franco. Más tarde rehace su vida y abre una joyería en su Éibar natal.

Pasados los años los terroristas de ETA pusieron a Mateo Careaga en su punto de mira. Su nombre figura en los «papeles de Sokoa» intervenidos en 1986 a la banda como uno de los empresarios que tenían previsto afrontar en fechas concretas el pago del «impuesto» mafioso a ETA. Aquel vecino de Éibar que de joven izó por vez primera en toda España la bandera republicana en 1931, murió al poco tiempo de verse amenazado por los terroristas. Pero de esto tampoco aparece una línea en la resolución del BOE.

Que ETA pusiera la diana a Mateo Careaga y que ahora el PSOE apruebe una declaración de Éibar como símbolo de la Segunda República, silenciando el calvario de los últimos años de vida bajo la amenaza de la banda terrorista de quien encarnó ese símbolo como primer abanderado de la tricolor, significa un grado de complicidad con la infamia que vuelve a helar la sangre a toda persona de bien, ya sea republicana o monárquica.

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