¡Compradle un pony a la niña! (Greta)

Greta Thunberg, Israel, Gaza, barco, ayuda humanitaria
  • Teresa Giménez Barbat
  • Escritora y política. Miembro fundador de Ciutadans de Catalunya, asociación cívica que dio origen al partido político Ciudadanos. Ex eurodiputada por UPyD. Escribo sobre política nacional e internacional.

Un pony, una bici… ¡hasta una moto! Pero que se entretenga sola ya y no embarque gente en flotillas para hacer el penas en aguas de países en guerra. ¡Caramba con Greta!

Recuerdo cuando vino al Parlamento Europeo. Corría abril del 19 y nos urgía a los diputados a defender el planeta antes de que fuera tarde. «Emocionada, entre aplausos de gente en pie y en una sala abarrotada. Greta Thunberg, la activista por el clima sueca de tan sólo 16 años, ha grabado en un duro discurso a la clase política que hay que actuar contra el cambio climático antes de que sea tarde. Ha reclamado «que dejen de pelearse» y que se hable un poco más de la «emergencia climática y menos del Brexit», decía la prensa de entonces.

Yo tengo este apunte en un libro sobre mi experiencia en ese parlamento: «El martes, Jaume Duch, catalán de los sensatos y portavoz del Parlamento, está donde los chóferes esperando a Greta Thunberg, la activista sueca por el clima de tan sólo 16 años. Hace un comentario irónico al respecto, pues es plenamente consciente de la ridiculez de estos gestos de su institución. A mí me da vergüenza ajena que gran parte de mis colegas diputados le bailen el agua a una adolescente ignorante cuya familia ha sabido colocar justo en el lugar y momento adecuado. Josep María Guardia, amigo y activo tuitero, dice que esto es pederastia moral».

Ahora, la picazón del clima se le ha pasado. Sobre todo en relación a la energía nuclear, que ya nos debería haber matado a todos en estas fechas. Tras abandonar, una vez que pasó de moda, la causa climática, ahora busca algo más inspirador. Y lo más trendy es denunciar el ataque a los Derechos Humanos que supone el que Israel se defienda del yihadismo.

La flotilla de Greta Thunberg, un yate de 6,70 metros con 12 personas a bordo, supuestamente surcó para llevar ayuda humanitaria a Gaza, pero realmente fue para promocionar las Relaciones Públicas de la propia Greta. Después de que las fuerzas israelíes abordaran su barco, se difundió un vídeo pregrabado en el que la activista afirmaba: «Si ven este vídeo, nos han interceptado y secuestrado».

Qué poca cabeza mencionar el secuestro en un Israel desgarrado aún por la masacre y por unos auténticamente secuestrados y no devueltos aún que serán recuperados posiblemente ya muertos. Porque la situación que ignoraban los de la flotilla es una en la que sus amigos de Hamás, en el momento en que Greta y sus amigos avistaban tierra, agredían y torturaban al activista y periodista palestino Omar Abd Rabu en Al-Nuseirat, Gaza, rompiéndole las extremidades y confiscando su teléfono por sus críticas a Hamás. Y, mientras, Greta publicaba vídeos sobre su secuestro cuando la realidad la mostraba sonriente y muy interesada en un gran bocadillo que le ofrecían esos seres inhumanos que desea que expulsen «desde el río hasta el mar».

No, no era ayuda humanitaria. No son humanitarios. Son, como el título de un libro de Ignacio Vidal-Folch, turistas del ideal, del trauma, de los sentimientos de culpa que segrega, como efecto secundario del éxito y del progreso, esta sociedad nuestra llamada occidental.

Parasitan, viven del dolor ajeno. Y viajan en yates («el yate de los selfies», han bautizado al suyo), buscando atención, buscando seguidores mientras caen en el mundo real, en una guerra real, cadáveres reales. Greta decía que quería cambiar el mundo. Típica megalomanía de niños narcisistas. Ahora exhibe su superioridad moral de pacotilla transportando nada.

El Fondo Humanitario para Gaza sí que entregó un millón de comidas y suministros esenciales, utilizando contratistas palestinos locales para descargar 20 camiones de ayuda en lugares remotos. Eso equivale a 5.000 sacos de harina, entregados por palestinos y para palestinos. Discreta y prudentemente.

En algunos lugares hay cerebro.

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