La colectivización que se nos viene encima

La colectivización que se nos viene encima
La colectivización que se nos viene encima

Lo ha avisado con desmedida chulería Sánchez en el Parlamento: “¡Voy a por todas!”, ha dicho, pero aún existen membrillos, o sea directamente imbéciles e ingenuos en este país, que dicen: “¡Bah, son baladronadas de este hombre!” o peor aún: “Es una mentira más”. Esta estirpe de personas que resucitan la Ciudad Alegre y Confiada de don Jacinto Benavente, deberían recaer en varios ejemplos históricos más o menos cercanos en el tiempo: la asunción de TODO el poder por Hitler en Alemania, la revolución de Fidel Castro en Cuba que empezó como una respuesta al régimen corrupto de Batista y sigue como un comunismo sanguinario, o las aventuras leninistas de Chávez y Maduro en Venezuela, que han dejado a este país próspero en una reserva iberoamericana de pobreza. Todos comenzaron su andadura engañando: Hitler se presentó en las urnas, Castro, jesuita al final, no se confesó comunista hasta bien entrada su dictadura, y los caribeños, eliminando a todo el que se opone a sus designios, se han convertido en la franquicia colectivista más señalada de toda Iberoamérica, nuestra antigua, y bien llamada, Hispanoamérica.

Seguro que, tras la lectura de este largo párrafo ciertamente alarmado, los bodoques en cuestión exclamarán sin rodeos: “¿Dónde va este tipo?”. Pues bien, procedo a responderles. El filibusterismo que ha practicado Sánchez con las propuestas más ultraizquierdistas de Podemos: el asalto a todas las empresas del Ibex y esa medida demagógica que consiste en el tren gratis p’al pueblo, no son más que la estación de salida de todo un proyecto destinado a convertir al Estado en el amo y señor de nuestras vidas. Sus socios leninistas, los que con toda insolencia mantienen en el poder a este individuo, apenas logrado su objetivo de someter al “gran capital”, que diría el inofensivo Marcelino Camacho, ya le han transmitido al jefe de filas que no se conforman con eso, que ahora van a por los supermercados y a por cualquier sector -ya lo verán- que transpire un poco de capitalismo, lo que Sánchez denomina, sin cortarse un pelo “el neoliberalismo”.

Es fácil recurrir al poema de Brecht, que no era suyo en realidad, para advertir a los membrillos que han ido a por otros, pero que terminarán yendo a por ellos. Este mismo jueves se ha sabido que la folclórica ministra de Hacienda (no sé si se apellida Montero o Montoro, que tanto monta) pretende vigilar hasta el ahogo las disposiciones económicas que todos hagamos en nuestros cajeros automáticos. No se líen: se trata de controlar sus dineros con la excusa de que lo chachi es pagar con tarjeta o que tú y yo nos dediquemos a hacer bizum, que es lo que está más de moda. En el fondo y en la forma todo se reduce a esto: meternos la mano en la cartera fiscalizando hasta nuestros gastos en cerveza. Otro paso más hacia la colectivización de nuestras ganancias investigadas por el Fisco.

Nos demos cuenta o no (y solicito humildemente que recaigamos en ello) vamos camino de una colectivización progresiva, tan añeja como los últimos dos siglos de la historia de la Humanidad, y tan totalitaria como cualquiera de los regímenes que en la citada Iberoamérica, antes Hispanoamérica, se están instalando después de elecciones más o menos trucadas. Nuestra vía al comunismo no es original: es sólo un traslado más, el europeo, de los mencionados sistemas americanos. Este cronista tiene la impresión personal de que la Unión Europea, y menos que nadie la inane Von der Leyen, no le está prestando atención al caso. Se limita, como ha hecho hace horas el comisario de Justicia, a afear a Sánchez, a la monaguilla fiscal general, Lola Delgado, y a la horriblemente sectaria ministra del ramo que ¡ojo! que no se propasen en el ataque a la independencia de la Justicia en España, porque si no Bruselas se pondrá seria y nos colocarán unas admoniciones, en forma de multas, que, como en su momento aseguraba el antiguo comisario español, Miguel Arias Cañete, “casi nunca se pagan”.

Pero en todo proceso hay singularidades dignas de algún comentario: por ejemplo, las del Partido Nacionalista Vasco, que corrobora el asalto a las instituciones financieras siempre y cuando Pedro Sánchez haga esta salvedad: “Nada de meterse con las nuestras”. A las demás que les vayan dando, pero a la Kutxa, a Iberdrola o a Petronor que no nos las toquen que son cosa nuestra. En eso estriba su anunciada postura de apoyo al autócrata Sánchez. De los catalanes, ni se habla porque, a ver: ¿quién representa ahora mismo a la desaparecida Convergencia? ¿Caixabank, que se ha desmoronado en la Bolsa? De ninguna manera: los financieros y empresarios catalanes siempre estarán con el poder de “Madrit” porque es quien les puede permitir seguir viviendo con un cierto confort. Por tanto: los que esperen reacciones duras de la banca o de la eléctricas que vayan abandonando, como Dante, toda esperanza.

Este Estado megalomaníaco y pantagruélico que estamos soportando tiene reguladas hasta nuestras vacunas contra el Covid, como ha hecho Sánchez apropiándose de las dosis actuales y de las que vengan a continuación. Aquí la queja será en los cenáculos, con puro o sin puro, pero por fuera y de tapadillo, ¡hale, a negociar con los asaltantes para ver cómo salvamos los muebles!”. Ya todas las instituciones democráticas (antes) del país están sometidas al totalitarismo del Gobierno. No queda ni una: la última la del Defensor del Pueblo, el infortunado Gabilondo, que se propone denunciar a los médicos de los hospitales que se nieguen a realizar abortos.

Era lo que faltaba: meterse en la conciencia individual e intransferible de la gente. Lo peor es que en la narración de esta obsesión colectivista de Sánchez estamos más bien solos porque, ¡atención!, tampoco nos fiemos mucho del paraguas europeo. Todas las fechorías y vilezas de esta pesadilla universal que sufrimos parece importarles una higa a los prebostes de la UE. Cada quien mira a sus intereses, que son los de su Estado: España no ocupa el menor lugar en sus preocupaciones. Dudo de que la colectivización que se nos viene encima ni siquiera la estén visualizando. Nos caerá encima: es un atentado criminal contra la libertad. Y, con respeto, aviso a Zarzuela, también van a por ellos. ¿Te das cuenta Alfonsín?

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